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Tranqui,
don Alfredo, que esto no va por usted. No quiero moverle el
sillón, ni quitarle el bastón de alcalde, ni la vara de
presidir La Hiniesta. Y mucho menos buscarle sustituto de la
competencia. Por ejemplo, Javier Arenas, que sería un buen
alcalde.
-Hombre, de momento tendría a 700.000 sevillanos para quedar
a cenar con ellos... y luego no cenar con ninguno.
Sería precioso Arenas de alcalde, presidiendo La Hiniesta.
Ese Arenas de chaqué y vara dorada, el azul palio de San
Julian por Sierpes. Monteseirín, de tal guisa, saluda,
aguanta el tirón y la guasa de los que no lo votan ni
quemados, y da corteses cabezadas, ora a estribor del
Ladradores, otra a babor del Mercantil. Lo de Arenas sería
mejor. Pasaba Arenas de alcalde con La Hiniesta por delante
de los bolsos de Casal, y a uno de las sillas:
-Mañana te llamo y quedamos para cenar...
Pasaba por donde los seis relojes de don Enrique Sanchís, y
a otro, abonado allí de toda la vida:
-No me he olvidado de lo tuyo: te llamo y comemos.
Pasaba por la tienda de Elena Bernal y a uno de gris, con
una pinta espantosa de promotor inmobiliario:
-¿Qué te viene mejor, cenar o almorzar? Mi secretaria te
llama y lo cerramos.
Cuando el palio de la Hiniesta hubiera llegado a la esquina
del Laredo calculo yo que el alcalde Javier Arenas habría
quedado a cenar, de ojana, con 214.562 sevillanos y a
almorzar, de boquilla, con otros 187.253.
Pero este verdadero futuro alcalde de Sevilla al que me
refiero (tranqui, don Alfredo) no es el que sucederá al
actual, sino al que tendremos dentro de veinte años en la
Casa Grande. Cojan el pañuelo que tengan más cerca y
dispónganse a llorar lágrimas negras del Cigala (y de todas
las patas rusas de Mariscos Emilio), porque el que será
futuro alcalde de Sevilla dentro de veinte años es un
estudiante que el viernes, en la botellona, se puso hasta la
misma corcha de calimocho, bajo los apulgarados toldos del
abandonado apeadero aviar de La Cartuja. Hay diversas
teorías sobre el futuro alcalde. Hay quienes dicen que cogió
una tajá de caracolillo. Hay quienes por el contrario
aseguran que todo quedó en una papa muy simpática, gracias a
la cual ligó tela marinera del telón de las lonas del puente
del Cachorro, bajo el que luego siguió con el culto a
Gambrinus.
Esto por lo que respecta al futuro alcalde de Sevilla. Por
lo que respecta al futuro alcalde de París, al que dentro de
veinte años, oh, la, la, regirá la capital de Francia, a las
mismas horas en que el nuestro estaba en plan Ortega Cano,
mú a gustito, andaba el hombre manifestándose contra el
empleo precario de los jóvenes, contra los contratos basura
de los chavales, contra la falta de perspectivas y horizonte
para su generación. El venidero alcalde de París protestaba
por las calles de su ciudad porque ve el futuro muy oscuro.
Mientras, a las mismas horas, el futuro alcalde de Sevilla,
bebe que te bebe, no veía futuro de ninguna clase, porque,
aunque no lo tiene, estaba ciego de rebujar ginebra con
matarratas si hace falta.
La actual generación en el poder cuenta a sus hijos y nietos
cuando corrían ante los grises por la calle San Fernando,
para que los retratara Angel Gelán y la foto saliera en el
libro biográfico que esta noche presenta en el Ateneo su
hijo Fernando. Cuando ese chaval ahora anónimo y
desconocido, surgido de la basca de la botellona del
viernes, sea alcalde de Sevilla, la máxima hazaña civil que
podrá contar a sus nietos será:
-Y aunque por tres euros nos poníamos de güisqui de garrafa
hasta aquí, nos ganaron los de Granada, que se juntaron
cincuenta mil.
Aviados vamos con los líderes del futuro.
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