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CON
tantos versos que suelen recitarnos los poetas... Con tanto
romance chungo que en cualquier pregón perpetran... Con
tanto soneto ínfimo y tanta infumable décima, tanta
quintilla ramplona disfrazada de saeta y versos de tres en
fondo que por soleares cuelan... Con tanta literatura
efectista de estas fechas, de la que llaman «cofrade», esto
es, cofradiera, pues tal es el adjetivo que manda Madre
Academia...
Con tantísimo octosílabo que mil pregoneros sueltan, hay que
ver, señores míos, qué injusticia más inmensa, qué agravio
tan infamante, pues repaso y echo la cuenta, y nadie, pero
que nadie, nadie que poeta fuera, ni Buzón ni el Padre Cue,
ni este curita siquiera, más Sánchez-Dalp que Jiménez, que
este año el pregón diera, ese cura multiusos, el que cortó
dos orejas, aquel que todo lo borda, el que lo mismo que en
Dueñas casa con traje maestrante al hijo de una duquesa que
por Alcalá del Río a pescadores entierra y les dice un
gorogori que es que allí la tierra tiembla, de sentido, de
profundo, responsos de vaya tela, que salen los lagrimones
tan gordos cual las goteras de antes que él mismo arreglara
de aquel templo las cubiertas y lo reabriera a los cultos el
cardenal, Su Eminencia...
Con tanto verso, decía, con mil y cien mil poemas, hay que
ver, cuánta injusticia, qué mal me salen las cuentas: repaso
la antología que Robles diera a las prensas; la colección de
ABC la reviso entera y plena; toda la bibliografía repaso en
mi biblioteca; diccionarios de Carrero y hasta la guía
perfecta que el gran don Carlos Colón hace ya tiempo
escribiera, y en ninguna parte hallo, que en ningún sitio se
encuentra, un poema que hace falta, que su asunto el pueblo
espera, que lo exige y lo demanda, pues le hace llorar de
pena...
Nadie te ha escrito un romance, ¡humilde silla de enea!
¿Que sería de Sevilla sin tu popular madera, sin ese culo de
juncos que tejen manos silleras, ay, sin tus cuatro patitas,
sin respaldo que pusiera «Quidiello», aquel artista que a la
silla ennobleciera firmando su obra de arte como si un
Murillo fuera?
¿Qué sería La Campana sin tus filas tan bien puestas, que
van desde Félix Pozo hasta Zara y dan la vuelta por donde
tiene Mienmana su famosísima tienda que calza a media
Sevilla y a parte de la otra media? ¿Qué sería La Campana
sin esas sillas de enea, la típica tradición del abono en la
carrera y que no son lo mismito que las que ya proliferan
por donde vende chicarros mi otra hermana zapatera, por la
cerrada Avenida, y que llaman de tijera, que cuando vas a
cerrarlas igual que una bomba suenan y que tuvieron la culpa
de la Madrugada aquella?
Tú eres tan sevillana, mi silla, silla de enea, que sin ti
no habría tal gracia por abril en las casetas. Que acaba
Semana Santa y te llevan a la Feria. Y que la Feria se acaba
y en el Rocío te encuentras, aunque ciertamente el plástico
te hace la competencia y en la noche del camino, cuando
paran las carretas y las hogueras se encienden, y los
círculos se cierran para los cantes y el baile por la
marisma de Huelva, con tanta silla de plástico... ¡aquello
parece Ikea!
Va para ti mi romance, a tu sevillana enea, tan flamenca en
los tablaos y en la Maestranza, torera, romance que
enea...sílabo por ser como tú quisiera. No se lo digas a
nadie, mi silla, silla de enea, ahora que te hago justicia y
en verso tu nombre suena, que ya estás en La Campana,
apilada y bien dispuesta, tú, tan nuestra y sevillana,
capillita y novelera, dando asiento a un abonado, que ya
está aquí la primera. Y alineas paraísos a los que llaman
parcelas y ves pasar cofradías después de pedir la venia. No
se lo digas a nadie pero la Virgen que es Reina, por la que
reinan los reyes, la Patrona de esta tierra, Ésa que decía
Gandía que tanto sentada lleva, está aquí tan a gustito, tan
sevillana y tan nuestra, porque no tiene un sillón...¡tiene
una silla de enea!-
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