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Con
lo lejos que está el 1931 que algunos quieren reeditar, hay
que seguir teniendo mucho cuidado con el mes de abril al
acostarse y levantarse. «Las mañanitas de abril son buenas
para dormir», dice el refrán de almanaque, pero, ojo, con
que se te peguen las sábanas más de la cuenta. En 1931
España se acostó monárquica y se levantó republicana. Ahora,
dichoso abril, Andalucía se acostó como región autonómica,
orgullosa de ser España, y se ha levantado como «realidad
nacional». O la han levantado. Con un mal despertar. Esto de
que sin que nadie te pregunte nada, sin debate alguno, con
una falta de entusiasmo perfectamente descriptible, cuando
la gente está en todo lo suyo, pensando únicamente en
pasarlo bien, vengan y te estampillen de catalán, ea, nación
por cojones, no me negarán que es un mal despertar en estas
mañanitas de abril que son tan buenas para dormir que como
te descuides, a la Feria de Ídem va a haber que ir con
barretina en vez de sombrero de ala ancha.
-No, esto es la máquina de café.
-¿Cómo la máquina de café? ¿Los cafelitos de Mienmano?
-No, los otros: los cafés para todos de Clavero. Clavero se
dejó enchufada la máquina del café y ya ve usted, ahora
reparten solos y cortados de «nación para todos». Chaves ha
cogido la máquina de café de Clavero y nos ha servido uno
que es la leche: la realidad nacional.
Con lo cual, otra vez estamos ante el mismo peligro que
cuando el 28-F y el Estatuto Andaluz. Otra vez Andalucía,
con tal de no ser menos que nadie, eleva peligrosamente el
listón. Si no hubiera existido el 28-F, habrían tenido
autonomía plena sólo Cataluña y Vascongadas, que era lo
previsto. Pero Andalucía rompió la baraja con el justo
clamor de un pueblo en pie. Luego, todas las regiones
pidieron lo mismo. Murcia fue lo mismo que Cataluña. Y ese
es el problema: que Cataluña no está dispuesta bajo ningún
concepto a ser como Murcia. Si Andalucía y Murcia hubieran
tenido su descentralización administrativa regional y
Cataluña su autonomía con parlamento, sí, se habría cometido
el famoso «agravio comparativo» que el café para todos
evitó, pero España como nación no hubiera corrido el menor
peligro, o al menos con esta velocidad.
Ahora puede que estemos en las mismas. Si Andalucía, sin que
nadie lo pida, se erige por voluntad de Chaves en algo tan
irreal como «realidad nacional», Cataluña no querrá ser lo
mismo, y nada digo Vascongadas. Si a este paso, como la otra
vez, hasta Murcia será una nación, con el café de «nación
para todos», a Cataluña y a Vascongadas, que nunca querrán
ser como Murcia, lo de nación les parecerá poco, y no
haremos sino acelerar el proceso para que sean lo que
quieren muchísimo antes: Estados independientes en Europa.
Se han inventado una irreal realidad nacional. Bueno, sí,
Andalucía es una realidad nacional...de España. Ya lo dijo
Castilla del Pino: Andalucía tiene tal identidad, que le
presta a España sus excedentes. La imagen de España ante el
mundo es la que le presta Andalucía. Vamos, el toro de
Osborne que se encampana en la bandera de España. Si
Andalucía es una nación, ésa nación es España. O al revés:
España es Andalucía.
Y si quieren realidad nacional, pues vamos a hablar de la
verdadera realidad nacional, tristísima. Que no es ésta, que
te acuestas como autonomía y te despiertan de nación, sino
otra, de perder el sueño. La realidad nacional de Andalucía
hoy es la misma de España entera: la enajenación colectiva
de un pueblo dormido, al que parece que han anestesiado, con
la epidural en su capacidad de protesta, resignado, que todo
se lo traga, preocupadísimo por el buen vivir y el buen
beber, con todo su interés puesto en la realidad nacional...
de que la cerveza esté fresquita, que las gambas sean
blancas, frescas y como saxofones, y que haya muchos puentes
del Primero de Mayo para irnos todos a la playa o a matarnos
por las carreteras colapsadas.
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