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Juan Manuel de Prada querido: choca esos cinco, un millón de
las antiguas gracias por tu articulazo de ayer. Ya me dirás
cuando lleguen las Pascuas dónde te mando el pavo. Pues no
sabes lo que me han confortado tus palabras, en las que he
podido comprobar gozosamente que al menos hay otro loco que
piensa y siente que «España es hoy el epítome lastimoso de
una sociedad anestesiada por el bienestar».
Ya somos dos, Juan Manuel, los que estamos locos por lo que
cantaba Antonio Machín en su guaguancó: «Que no se puede
querer/dos mujeres a la vez/y no estar locos». Esas dos
mujeres son España y el sano juicio. Atropellada la razón,
la Constitución, la nación y sigue poniendo rimas en
consonante por detrás y por delante, venga talante,
plantearse los profundos problemas que han inventado para
España y tener que aceptar las soluciones que les improvisan
es volverse loco. Si ejerces la funesta manía de pensar,
observas lo que está pasando, miras después a tu alrededor y
compruebas que a la gente le trae absolutamente sin cuidado
cuanto gravísimo está ocurriendo. Y que todos están, sí,
preocupadísimos. Preocupadísimos por las gambas como
saxofones. Llega un momento, querido Prada, en que no sé tú,
pero yo pienso que estoy loco, o que soy como el sustituto
del gorila blanco del zoo de BCN, al que quieren enseñar
catalán. ¡Leña al mono de España hasta que hable catalán!
¿Sabes lo de Canal Sur, no? En Canal Sur TV, ese modelo
refulgente de respeto a los derechos de las minorías y de
aplicación de un modelo de excelencia cultural (mira cómo se
me queda el dedo), emitían un programa en directo, de ésos
en los que llenan el plató con votantes de Manuel Chaves, ya
sabes, las fuerzas del trabajo y la cultura: los jubilados
de los pueblos y las puretonas de los barrios que van antes
a la peluquería para saludar desde el córner a las vecinas.
En ese programa se dijo que era muy fácil rematar el llamado
«proceso de paz». Que bastaba poner en la calle a los presos
de la ETA. ¿Y sabes qué hizo la gente? Aplaudir. Romperse
las manos aplaudiendo. La anestesiada España del No Passssa
Nada ha asumido como propios los métodos del Como Sea. Dudo
que en los platós de la televisión vasca aplaudan esas tesis
aberrantes con mayor entusiasmo que en los estudios de Canal
Sur ese público acarreado en autobús, intercambiable con los
asistentes de bocadillo y banderita a los mítines del PSOE.
Y alégrate, Juan Manuel, de que vives en Madrid, donde por
lo menos los cabreados estáis más cabreados cada vez, y nos
hacéis sentir que no estamos locos, sino aislados por la
anestesia nacional. Que podría ser una película de Luis
García Berlanga, «La anestesia nacional»: la estás viendo,
¿no? Te digo que lo de aquí abajo de Andalucía, vamos, de
esta «realidad nacional» tristísima por cierto, es mucho
peor. Ahí por lo menos hay islas de dignidad desde donde
lanzáis mensajes dentro de una botella, como náufragos de la
libertad. Pero aquí abajo, querido Prada, nada de mensajes
de náufragos, ni de resistencia en la dignidad, ni de
memoria de las víctimas en la claudicación del Estado ante
la ETA, ni de defensa de los valores supremos de las
libertades. No le hables a la gente de más botella que de la
media de fino de Jerez o de manzanilla de Sanlúcar,
anestesia de la fiesta continua, pan integral y circo
mediático del canallerío en salsa rosa. Por eso aquí abajo,
en el cortijo de Chaves sometido a la transformación agraria
de «realidad nacional», es donde más confortan palabras como
las tuyas, querido Juan Manuel de Prada. Para comprobar que
no estás loco. Que al menos hay otros cuatro gatos que
piensan igual. Antes de leerte, comentaba a un amigo el
varapalo de la catalana OPA del Gobierno a Endesa. ¿Y sabes
qué me contestó? Pues bajo los efectos de la anestesia
nacional me dijo: «Por cierto, ¿cuándo da Sevillana-Endesa
la recepción oficial en su caseta de la Feria, que allí sí
que ponen gambas como saxofones?»
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