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SI
tú coges a la oposición municipal y la pintas de blanco, con
una banda amarilla, un número y el escudo de Sevilla en la
puerta; si le pones un taxímetro y una tarifa; si le colocas
un cartel reversible de libre y ocupado; si le das una
licencia y le aplicas en el techo un juego de números
luminosos y una bombilla verde, no tienes una oposición,
sino un taxi.
Bueno, pues si quieren tener oposición municipal en Sevilla,
no tienen más remedio que realizar la operación descrita.
Esa es la única oposición que hay en la ciudad conformista
del No Passssa Nada: el taxi. En la Sevilla que todo se lo
traga. Que todo lo consiente. Que por nada protesta. Sumisa.
Sin pulso. De encefalograma civil plano.
Hoy la oposición convoca pleno. Traduzco: hoy el taxi debate
otra vez en asamblea si siguen trabajando en el fin de
semana de la Feria y del Primero de Mayo, o si vuelven a la
huelga.
No hay derecho.
A dejar a una ciudad sin taxis, por descontado.
Pero tampoco hay derecho a dejar a una ciudad sin oposición,
como en todos los fregados en curso la está dejando el PP.
Salvando las distancias, de hecho Don Alfredo Sánchez está
actuando de alcalde como si fuera Don Juan Fernández: sin
oposición. El Alcalde Juan Fernández (sí, el que tenía
nombre de avenida) ponía fuentes, quitaba fuentes, echaba la
marea negra o dejaba de echarla sin que nadie rechistara.
Pero aquello era una dictadura. Lo triste es que ahora Don
Alfredo actúa como si fuera Don Juan: sin que tampoco
rechiste nadie. Sin que se ejerza una parte importantísima
de la democracia, cual es el respeto a los derechos de las
minorías y el control de la oposición sobre el poder.
Vuelvo a lo de siempre, a que aquí sólo sabe ejercer la
oposición la izquierda, cuando la derecha está en el poder.
Los antiguos dirigentes socialistas, ¿no podían poner una
academia, y dar clases particulares a los del PP para
explicarles cómo se hace eso? Imaginen que Soledad Becerril
hubiera dejado todo el centro de Sevilla sin circulación,
sin taxis y sin autobuses en plena Feria. ¿Se imaginan lo
que estaría largando Monteseirín por esa boquita? ¿No están
oyendo a Amparo Rubiales soltando veneno contra la derecha
en las tertulias? ¿Se imaginan a Canal Sur abriendo los
telediarios con la ciudad patas arriba y sin transportes
públicos, cercada, cortada, alambrada, con los
embotellamientos de entrada a la Feria llegando hasta
Bollullos?
Habrían quemado el Ayuntamiento.
En cambio, ya ven: lo que no es poder es silencio. Nadie
dice nada. Y la oposición, menos. Esta Cofradía del Silencio
sí que lleva nazarenos...
Hay que ponerse a lo Jorge Manrique: de las asociaciones de
vecinos, ¿qué se hizo? De las protestas de los comerciantes,
¿qué fue? ¿Dónde los intelectuales orgánicos firmando
manifiestos?
Miras el panorama en la ciudad alegre y confiada, encantada
de haberse conocido y sólo oyes la protesta de los taxistas.
Protesta salvaje. Insolidaria. Pero solitaria. Los han
dejado más solos que a los de Tudela en la Sevilla donde
todo el mundo traga y nadie protesta. Cumplen la función de
oposición.
No se puede ni siquiera decir que la oposición municipal de
Sevilla quepa en un taxi.
Es que la única oposición es el taxi.
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