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LA
sanfernandización consiste coger una calle, cerrarla a la
circulación y a los conductores que les vayan dando: que les
vayan dando un rodeo por el Paseo Colón. Total, como el
Paseo Colón está despejadísimo... Una vez peatonalizada, la
sanfernandización consiste en poner la calle patas arriba,
cercarla de alambradas de «opá, yo voy a hacer un corral».
Abrir todas las zanjas posibles, sin saber muy bien qué se
va a hacer allí. Talar todos los árboles, con esa afición a
cortar troncos que le ha entrado al Alcalde Aizcolari.
Cuanto más hondas sean las zanjas, mejor. Cuanto menos se
consulte a los afectados, vecinos, comerciantes, taxistas,
conductores, oposición, mejor. La sanfernandización perfecta
es siempre con hechos consumados. Irreversibles. Como el
salto del cigarrón, que no sabe dónde va a caer.
A los pocos días de iniciarse la sanfernandización, un
albañil que está cavando un bujero con la espiocha, da en
todo el bebe de una cosa así como el cántaro de Lebrija que
llevaba José el de la Tomasa como aguaor en Los Gitanos,
pero antiguo. El albañil cree que le ha tocado la bonoloto,
y exclama:
-¡Un tesoro de los moros!
Pero no es Carambolo todo lo que reluce. Al punto llegan los
arqueólogos con sus palitas y sus brochitas, lo endiquelan y
mandan parar:
-Esto es un cántaro de salmuera de una taberna que había en
la muralla almohade. Precisamente la taberna donde el Moro
Juan se ponía ciego de espumosa cuando cobraba la paga. ¡Hay
que parar las obras, para excavar todo esto bien excavado, a
ver si encontramos las babuchas del Moro Juan y podemos
demostrar lo que le olían los pies al hijo de... Alá!
Y se paran las obras. Y la calle está ya perfectamente
sanfernandizada. Con las obras paradas desde nadie recuerda
cuándo. Exactamente igual que ha ocurrido en la calle San
Fernando.
La Avenida corre un gravísimo riesgo de sanfernandización.
Diversos grupos políticos y sociales quieren parar las
obras. ¡Ni hablar! De parar las obras, ni mijita, Señor
Aizcolari Mayor del Reino de Sevilla. ¡Aquí no se para nada!
Aunque en las zanjas aparezcan el gorro que perdió Colón, la
lámpara de la Vieja del Candilejo, la navaja del Barbero de
Sevilla o la caja de viagra del Tenorio, aquí no se para
nada. ¡Menuda está la Avenida, como para tenerla así el
tiempo que hace que tenemos de esa forma la calle San
Fernando! Ya que no se ha planificado nada y se ha hecho
todo a la carrera, por el supremo principio socialista y
zapateril del Como Sea. Ya que ni siquiera está claro que
haya dinero para pagar las obras. Ya que tienen menos
papeles que una liebre, lo que hay que hacer es seguir
corriendo, ¡hala!, cortando hasta los geranios de las
macetas de los balcones si hace falta.
Pero, por favor, una Avenida como la calle San Fernando,
meses y meses cortada, sin saber qué se va a hacer con ella,
no.
A ver si la Virgen de los Reyes hace este milagro: que no se
paren las obras bajo ningún concepto. ¡Por lo menos como
estaba, Virgen de los Reyes! Espero el milagro. Sé que las
devotas que le rezaban ayer en la Capilla Real oyeron largar
a la Virgen de los Reyes. Más sevillana que su Hijo el que
está en San Lorenzo, comentaba, quincando lo que ponía la
portada del ABC que llevaba una devota:
-Ay, hija, no: a mí no me llevan el 15 de agosto por el
barrio de Santa Cruz. ¡Menudo embotellamiento de carráncanos
se puede liar en Mateos Gago! ¡Peor que el de los coches en
el Paseo Colón!
(¿Sabes el último del tranvía? No va a tener trole: las del
tranvía son todas trolas. Troles y trolas, sevillanos y
sevillanas.)
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