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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Corpus en Campana

Si me aceptan el neologismo, todo se asemanasantea. Llamo asemanasantear a la invasión por las cofradías de todos los ámbitos ciudadanos, en el barroco horror al vacío. Calles con nombres centenarios pierden su rotulación, para pasar a ser Cristo de Esto o Virgen de lo Otro, cual Indalecio Prieto a lo divino. Llamo asemanasantear a la conversión de las cofradías en grupo de presión. El «lobby» judío manda en Nueva York bastante menos que el «lobby» cofradiero en Sevilla. El presidente del Consejo, sin concurrir a urnas públicas, es una autoridad local más: basta ver las precedencias del protocolo, que lo coloca junto al presidente de la Audiencia o por delante del presidente de la Diputación.
Y al Corpus, ahora, lo asemanasantean y lo llevan hasta La Campana. Proclamo en su honor que al Corpus lo salvaron las cofradías. Si por los dos Cabildos hubiera sido, tras las modernidades del Concilio Vaticano II, el Corpus sería ya memoria de los días, unas fotos sepia en un libro de Nicolás Salas. Al Corpus lo salvaron las cofradías y lo revitalizaron los comerciantes con sus escaparates. Y los sevillanos, dando barzones la víspera por Sierpes y por Francos, o saliendo a cientos con el bacalao de su hermandad.
Asemanasantean el Corpus porque lo llevan hasta Campana. No «La» Campana: Campana desarticulada, sin «La», usted me entiende. ¿Con palquillo o sin palquillo? ¿Con venia o sin venia? Como la primera en La Campana, pero con carráncanos y muchíiiiiiiisimos hermanos en las representaciones. Como el tranvía es el pretexto en curso para acabar con la justa medida de Sevilla, con el canon exacto de las tradiciones, montan al Corpus en el tranvía y lo llevan hasta La Campana. Sin causa justificada. ¿Qué necesidad había de cargarse la tradicional y barroca Carrera del Corpus, si a ver la procesión cada vez va menos gente, porque están levantados hasta las tantonas con la Madrugada de los Escaparates y no se pegan el Madrugón de Romero y Juncia?
Ah, pero La Campana es mucha Campana. En las cofradías de vísperas hay quien mata y quien muere por lo que ha logrado el Corpus: ir a La Campana. Asemanasantamiento total. Campana habemus. Con todo el solazo, pero Campana. Con los abonados de toda la vida en sus sillas. ¡La famosa entrada en Campana! Estoy viendo a Ollero mandando la Custodia sobre los pies, las llamadas las quiero muy cortitas, y al capataz de Los Gitanos llevar al Niño del Sagrario de costero a costero, ¡vamos a echarle casta! Y esa competencia entre San Leandro y San Isidoro, a lo Caballo y Sentencia, entre las cuadrillas:
-¡Así se entra a nuestro Padre San Leandro, que está para comérselo, como sus yemas!
¿Darán tiempo de paso por Campana para las representaciones de siete mil hermanos con cirio? ¿Cuántas marchas durará la chicotá de un paso de Corpus? ¿Habrá saeta sacramental a la Custodia desde la Peña Bética 1935? Estoy viendo a San Fernando con el izquierdo por delante, que le tocan tres veces «Custodia del Guadalquivir» antes de la revirá de Cuna. Y el paso de Santa Justa y Rufina, Triana pura, entrando con «A ti, Manuel Román», o con «Carráncano y Gitano», o con «Callejuela de la Sacramental», o con «Villarrasa cofrade», o con «Por Amigo coronada», o con una marcha sinfoniquita de Abel Moreno: «El Madrugón». Y ese vozarrón de Vizcaya:
-¡Así trianean mis niñas Justa y Rufina, corazones!
En cuanto a las representaciones civiles, será como si nuevamente llegara a La Campana el duelo del Santontierro. Duelo al sol, que suena a película del Cine Goya de tu nervionense infancia, querido Carlos Colón. En realidad todo esto es el paso del duelo del largo santo entierro laico de la Sevilla que hemos conocido, que entre todos la matamos y ella sola se murió en este centro desierto, desforestado, desangelado y desfigurado, mitad Sarajevo con chaqués de la Sacramental del Sagrario, mitad Albacete con espigas y racimos en los escaparates de las corseterías.

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