Alguien que
sabe tela del telón de legislación sobre el patrimonio
histórico-artístico y cuyo nombre no revelaré ni aun en
presencia de Francisco Baena Bocanegra y de Joaquín Moeckel
juntos, me decía:
--Mira, el Ayuntamiento empezó tan de prisa
y corriendo las obras de la Avenida, que tenían menos papeles
que una liebre, sin cumplir con nada de lo legislado acerca
del impacto medioambiental o la preservación de los posibles
restos arqueológicos que aparecieran. Si hubiera sido una obra
ajena, de un señor particular que quería crear riqueza y
puestos de trabajo, hubiera tenido que mandar a los
municipales para pararlas inmediatamente y le habría puesto
una multa, pero un multón bien gordo. Y eso que las que han
comenzado han sido las obras de Emasesa, que las del
Metrocentro propiamente dicho todavía están por venir...
Esto es: usted pone unos postes de la luz
como de camino vecinal cual los que han puesto ellos en la
Avenida, y el Ayuntamiento le manda los guardias. Y ni le
cuento si en un sótano para un aparcamiento se encuentra usted
con una fuente de cerámica del convento de San Francisco. Los
dos años con la obra parada no hay quien se los quite.
Pero ancha es Sevilla como ancha es
Castilla, y echa vino, montañés, que lo paga Luis de Vargas.
Lo más indignante de todo el proceso en curso es que se ha
hecho sin la menor información pública. Usted va a poner un
cierre en un lavadero y tiene que sacarlo a información
pública, por si molesta a los vecinos. Pero cierra media
ciudad de Sevilla, inutiliza su vía principal y no tiene que
informar previamente nada a nadie, ni nadie puede dar su
opinión. Y esto no se queda así, que esto va a más. ¿No ha
visto lo que dicen cuando hablan de la Avenida? Pues hablan,
lagarto, lagarto, de la peatonalización de todo el casco
antiguo. Vamos, que de murallas y de rondas adentro lo quieren
poner todo peatonal, una Venecia sin canales. Y cuando alguien
protesta de cómo se está haciendo todo de espaldas a la
opinión pública, con una oposición del PP absolutamente
incapaz de hacerse eco del sentir de la gente que está que
trina, te dicen:
-- Pues todo eso venía en el PGOU. No
estamos haciendo más que cumplir el PGOU.
El PGOU, ¿qué puñetas es, que yo me entere?
¿Es la Constitución o es la Biblia? ¿O los Diez Mandamientos
(esquina Felipe II)? ¿Sirve el PGOU para hacer felices a los
ciudadanos o es al revés, que los ciudadanos tienen que
aguantarse y jorobarse para servir al PGOU? ¿Es el PGOU un
instrumento o un fin? Y, además, si aquí el Gobierno de la
nación se está saltando cada dos por tres la Constitución, el
Código Penal y lo que haga falta con tal de hocicar ante los
terroristas y ante los separatistas, ¿por qué el Gobierno de
la ciudad tiene que ser tan estricto en la aplicación de los
errores garrafales del PGOU? ¿Es más importante el PGOU que el
bolsillo de esos hoteleros sin clientes porque su hostal ha
caído en zona roja, en calle peatonal? ¿Es más importante el
PGOU que la prosperidad que esos negocios que se están
arruinando con las obras y que van a tener que empezar a
despedir dependientes? ¿Es más importante el PGOU que esos
vecinos del centro a los que han dejado aislado, que no pueden
llegar ni en taxi a su casa cuando vienen con maletas, porque
los taxistas se niegan a entrar?
¿Quién manda en Sevilla? ¿El alcalde o el
PGOU? ¿Quién tiene el lícito, justo y democrático gobierno
municipal? ¿El PSOE o el PGOU?
Si de prisa y corriendo, que las elecciones
están ahí mismo, empezaron con menos papeles que una liebre
las obras de la Avenida sin debate ciudadano, y si es verdad
que, como esclavos del PGOU que somos todos, van a
peatonalizar el casco antiguo entero y pleno, lo menos que
podemos pedir es que no apliquen la política de los hechos
consumados y que haya una previa exposición publica.