Se me enfadó la
parroquia sevillista (tela), y las cartas al director echaban
humo (blanco), cuando con ocasión de la gloriosa conquista de
la Copa de Europa hablé del cambio de señas de identidad entre
los béticos y el club centenario. De cómo el equipo que ahora
caía simpático era el de Nervión y cómo el Betis producía
rechazo.
-- No, por eso no nos enfadamos. Nos
enfadamos por lo que dijo usted de Casa Rubio, con tanto
malage y tan a destiempo. Reconozco que quizá me pasé unos
cuantos pueblos. Hasta llegar, ¿qué digo yo?, a la muy
sevillista Coria del Río. O a la muy sevillista Alcalá de
Guadaira: ¿no, Maestro Araujo, que es usted más bueno no sólo
que el pan de Alcalá, sino que las bizcotelas de San Joaquín o
que las tortas de aceite de San Mateo? Den, pues, por
presentadas mis excusas...
-- A buenas horas, mangas verderonas...
Denlas por presentadas en tiempo y forma,
que todos los Santos Pinreles Metidos tienen octava. Y
permítanme seguir ahondado en mi tesis del cambio de señas de
identidad entre lo apolíneo y lo dionisíaco de los dos clubes
y sus aficiones. Sevilla y Betis se han intercambiado las
identidades como si fuesen banderines en el Trofeo Colombino.
La campaña del apolíneo Sevilla para la captación de socios,
más bética-dionisíaca no puede ser. Si entendemos por bética
la gracia, la ironía, el sentido del humor, la guasa, la
repentización de los buenos golpes, la pasión. Vamos, el
arrebato. Aspectos que cada vez escasean más en el Betis y que
saltan en la palma de la mano sevillista. Ya nadie tiene la
exclusiva de la gracia. Lo digo por el arte del lema
publicitario para la captación de nuevos socios del Sevilla
F.C. El letrero que pasearán por las playas las avionetas
publicitarias:
"No te abones, no cabemos".
Óooooooooooooooole. Eso es arrebato de la
gracia de Sevilla y del Sevilla. Eso es tan clásico como el
pregón del que vendía avellanas por la carrera oficial en
Semana Santa:
-- ¡Que la bulla me come, que la bulla me
come! ¡Las avellanas, a pelote el vagón!
Y la bulla no le comía: nadie le compraba
avellanas. El "no te abones, no cabemos" es tan sevillano como
la publicidad de las Yemas El Ecijano, las que sigue
fabricando en la Ciudad del Sol un empresario que tiene nombre
de poeta del siglo XVIII: Manuel del Mármol. De Carrara o de
Macael le salen de ricas a Mármol las yemas ecijanas que
siguen tirando a los toreros que dan la vuelta al ruedo,
cuando pasan por delante del tendido 6. Cuando protestan al
torero que quiere dar la vuelta al ruedo por su cuenta, en
realidad están diciendo que la faena no es digna de una caja
de yemas El Ecijano. Y en las reseñas podrían los revisteros
poner: "Fulano, oreja y oreja; Mengano, silencio y un aviso;
Perengano, caja de yemas El Ecijano en cada uno de su lote".
La banderola de las avionetas del Sevilla
F.C. me recuerda por su guasa aquellos lemas de las yemas en
los carteles astigitanos de la CN-IV:
"No se droguen con yemas El Ecijano, casi
tós palman..."
"Papá, ven en tren o ven como te salga de
los cojones, pero tráeme Yemas El Ecijano".
Lo siento mucho por mis correligionarios
béticos, pero el club decano no sólo nos ha quitado con toda
justicia y grandeza las glorias de los triunfos europeos, sino
algo que antes chorreaba en Heliópolis y que desde que está en
el ex Benito Villamarín uno que yo sé es allí un bien bastante
escasito: la gracia, el sentido del humor, los golpes. Ese
lema lo demuestra: que la bulla me come, no te abones, quillo,
casi tós palman, porque no cabemos.
No cabemos porque el Sevilla está que se
sale...