TIENEN
algo de puntos Plus de Iberia, de puntos Membership Reward
de American Express, de puntos de viajero frecuente del
Ave. Y más desde que el nuevo formato del carné de
conducir no es el tríptico de color rosa que había que
plastificar, sino como una tarjeta de crédito. El
documento oficial que más simpático nos cae a algunos que
estamos por la labor de la Institución Monárquica frente a
esta marea creciente de banderas tricolores del moraíto de
martirio de la República y la guerra incivil. El carné de
conducir es la única papela oficial que dice claro lo que
somos: «Reino de España».
Al carné de conducir le han
dado formato de tarjeta de crédito porque lo es. Las
carreteras y las calles son cajeros automáticos donde
metemos esa tarjeta del carné para ver el saldo del
crédito de puntos. Nada más entrar en vigor el sistema de
puntos y de sus penalizaciones, ya habrán oído la frase
del ingenio español:
-Si seré mal conductor, que
ya le debo puntos a Tráfico.
Puntos igualitarios, en este
Reino de España donde hay que ver lo que gusta igualar por
abajo, cuanto más lejos de la excelencia, mejor. Me tengo
por conductor veterano, prudente y afortunado. Casi soy
socio fundador de la Dirección General de Tráfico. Desde
el 19 de agosto de 1961 tengo carné de la clase que antes
se llamaba Segunda y ahora B. En estos 45 años de
conductor, gracias a Dios y a San Cristóbal, no he tenido
más percance que aquella noche lluviosa que venía de la
Goyesca por la vieja carretera de Ronda y choqué...con un
risco de la cuneta, en una curva peligrosa y resbaladiza.
Ni el menor incidente de chapa y pintura he tenido con
otros vehículos, y sigo tocando madera, como puede
atestiguar mi historial de asegurado en Mapfre. Compañía
de seguros que siempre me hizo bonificaciones en las
primas por mi veteranía al volante y mi poca afición a las
visitas al chapista o a los partes de la Guardia Civil de
Tráfico. En cuyos antecedentes de multas y sanciones, si
los miran, he de salir más blanco que Michael Jackson
quiere ponerse la cara.
Y con estos antecedentes de
prudencia, de experiencia, de veteranía, a mí Tráfico me
da 12 puntos, 12. Exactamente los mismos 12 puntos que a
un señor que se haya dado siete castañazos importantes con
el coche y esté condenado por atropellar, borracho, a un
peatón en un semáforo en rojo. ¿Cómo mis 45 años de
prudencia no tienen la menor compensación, y me dan sólo 4
puntos más que al chaval que acaba de sacar el carné para
conducir el coche que sus padres le han regalado al
aprobar la Selectividad? Si al que le quitaron ya antes el
carné ya dos veces por conducir borracho tiene 12 puntos,
¿cuántos cientos de puntos debería yo de atesorar, como
premio a mi prudencia y observancia de las leyes?
No soy conductor demasiado
habitual, ni mucho menos diario. Mi mérito sin accidentes,
pues, no es el mismo que el que en mis mismas
circunstancias tengan un taxista o un camionero, que
encima han de correr mucho mayor riesgo de pérdida de
puntos, porque al que se le derrama el aceite es a quien
anda entre los óleos. Al cabo de dos meses, mis 12 puntos
intactos no tendrán tanto mérito como esos 12 puntos en un
taxista con diez horas al volante. ¿Cómo este
igualitarismo absurdo de 12 puntos para todos, hagas los
kilómetros al año que hagas, con antecedentes de
accidentes o sin ellos, con un curriculum de multas y
alcoholemias positivas o sin él?
Y el absurdo supremo: si hay
un señor con carné sacado que no conduce nunca, porque ni
tiene coche, en unos años Tráfico le habrá subido como
premio sus puntos a 15, por no haber cometido faltas. ¡Eso
sí que es un peligro, ese conductor absolutamente
inexperto, cuando coja un volante, por muchos 15 puntos
que tenga! Penoso igualitarismo donde un gobierno que se
dice muy de izquierdas penaliza a los que se ganan su pan
con el volante.