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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Me han dicho que el amarillo

NO, no sigan cantando el pasodoble de Manolito Santander del año de «La familia Peperoni» que sirve de himno oficial (y caballero) al Cádiz C.F. El que continúa: «Está maldito pá los artistas y este color sin embargo, es gloria bendita para los cadistas». Las olas de la Caleta, que es plata quieta, por el telégrafo de banderas de la Torre Tavira que maneja con coplas de su comparsa mi compadre Antonio Martín, me han dicho que el amarillo está de luto. Porque en Arcos de los Poetas ha muerto quien en el Carranza era gloria bendita dando ánimos al Cádiz y a los cadistas: Pascual García de Quirós y Caballero, conocido en el orbe futbolístico español como Macarty.
Macarty era como Manolo el del Bombo, pero con gracia de Cádiz en vez de mucho malage con boina. Macarty era para el Cádiz tan importante como toda la mitologìa de Mágico González, Machicha, Enrique Mateo, Manolín Bueno, los hermanos Mejías, Calderón o Juan José. No sé si fue él o un poeta del Arcos donde ha ido a morir, Antonio Hernández, pero uno de los dos inventó la gloria bendita de que los fervorosos y devotos de un club acudan al campo de sus amores vistiendo la camiseta con los colores de sus sueños. Cuando aún no había llegado la moda de las bufandas partidarias ni de las camisetas de los clubes, el poeta Antonio Hernández, evangelista de esa biblia bética que es «La marcha verde», cada vez que su Betis de su alma jugaba en Madrid, se presentaba en la tribuna con su pedazo de traje y debajo de la chaqueta, a modo de camisa, la elástica de las rayas verdiblancas. ¿Copiaba Antonio Hernández a Macarty? Quizá. Porque ya por aquellas fechas, Pascual García de Quirós fue el primero en acudir al campo con su camiseta amarilla y su calzona azul, dispuesto a marcar goles de gracia animando a su equipo desde cada rincón, cada escalón de su Carranza. A chufla, como al Piyayo, lo tomaba la gente, y, ya lo ven: las aficiones de España entera han acabado imitando a este Pascual García de Quirós que tenía nombre de personaje de Pérez Reverte, espadachín de los cadistas tercios de Flandes en los que nunca se pone el sol, porque se oculta tras las quince piedras de Enrique Villegas en la Caleta.
Macarty era cortete, contrahecho, velazqueño, mas con toda la gracia de Cádiz dentro del pequeño cuerpo deforme. Como la gente de Cai nacemos donde nos sale de los co...turnos griegos, era de Cáceres. Cáceres, provincia de La Viña, claro. Personificación del tango del cubano del Quini, si en Cádiz se alimentaban con un café, Macarty se ganaba la vida yendo a por ellos. Su oficio era ir a por café al bar Alhambra para llevarlo a los puestos de la plaza, al tiempo que vendía numeritos de sus rifas. Así se ganaba la vida para vivir como lo que era: como un señor. Viajara donde viajase el Cádiz, allá iba Macarty. Y luego, en Carnaval, su gloria, como animador y postulante del coro de La Viña, vendiendo con su personal pregón «los libretos y las caseses». Disfrazado con el tipo de aquel año o con su complementario. El año de «Rodeo», el coro iba de combois de a pejeta, pero con lujerío. Y Pascual se disfrazó de gran jefe indio, con todas sus plumas y pinturas. Como me quería tanto, cuando me vio en la plaza, se lió a pegarme abrazos. Y me puso mi gabardina del partido homenaje perdida de pintura de guerra de su tribu apache, de color rojo como de labios. Al volver a Sevilla, Isabel me echó la bronca:
-A saber con qué rubia has estado tú en Cádiz...
-Pues no te lo vas a creer, pero he estado con un jorobado que iba de gran jefe síu.
Ese Pascual al que recordarán retratado como San Macarty, con hábito de fraile, en el forillo de la chirigota «Los de Capuchinos», estaba loco, loquito, loco por Cádiz y por su Cádiz. Hace años le dio un derrame cerebral y quedó impedido. Se salvó. Le preguntaron a Felipe Martín cómo había quedado Macarty, y el del aerolito viñero, otro inmortal de Cádiz, respondió: «De puta mare, pero como es él. No te vayas tú a creer que al jorobado lo han dejado como a Robert Redford, que lo han llevado al hospital, no a Lourdes, joé...»
Ahora han dejado al cadismo de luto, Me han dicho que el amarillo está de luto por su gran Macarty.

 

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