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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Las cabezas Jailu de Mitoraj

A Don Alfredo no le pasa como a Picoco. Es voz común en el mundo del flamenco que un señorito o un nuevo rico, o un tío que era ambas cosas, dio una fiestecita y junto a los flamencos del tablao que vigilaban a deshora a La Zarzamora invitó a dos grandes filósofos populares andaluces, a saber: El Cojo Peroche y Picoco. La fiestecita llevaba mariscada incluida. Y mientras los flamencos se liaban con la seguiriya y la soleá, Peroche y Picoco se dejaron de duendes y se trabajaron directamente la gamba, la cigala y el langostino, que ésos sí que son cantes grandes. La emprendieron con especial saña con las cigalas. Cigalas de tronco con unas anillas más grandes que las que lleva en la oreja un cani de traje y zapatos blancos el Domingo de Ramos. Colas de cigalas que eran como las de la Expo. Una cola y otra cola, Picoco y Peroche casi acabaron con las cigalas, dejando allí las cabezas. Por lo que, viéndolas, tan sabrosas, con sus patas bien llenas y sus pinzas casi pictóricas de bodegón, le preguntó Antonio Vargas Gómez, El Cojo Peroche, a Vicente Pantoja, Picoco, señalando los residuos sólidos crustáceos que dejando estaba:
-Vicente, ¿no te gustan las cabezas?
Y Picoco, como un rayo, fulminó la respuesta:
-Las Cabezas es un pueblo mú feo...
Don Alfredo, a diferencia de Picoco, cree que Las Cabezas, la cuna del pintor Juan Brito, es un pueblo muy bonito. Al alcalde no sólo le gustan las cabezas de las cigalas, que eso le gusta a todo el mundo, sino que por gustarle, hasta le gustan las cabezas de Igor Mitoraj...
-Hay gente pá tó...
Evidentemente. Hasta para gastarse 250.000 euros en dos cabezas de Igor Mitoraj. Supongo que las dos cabezas huecas de las obras del polaco del por saco escultórico de la Plaza Nueva, por cuyo interior correteaban los chiquillos, que eran como el Monte Gurugú del Parque para sus padres, pero en bronce y costando mucho más caro. Afición del alcalde a las cabezas aparte, ¿qué falta le hacían a Sevilla dos obras de un escultor polaco de quinta, del que me ha dicho el galerista Pepe Cobo, faro de la modernidad sevillana, que no solamente es malo, como referí aquí, sino ínfimo? ¿Quién ha expertizado esas cabezas y ha dicho que por 250.000 euros son tiradas, que su valor real de mercado es un millón de euros? ¿El que ha estimado eso sabe cuánto son 250.000 euros? Pues exactamente 41,5 millones de pesetas. A más de veinte millones de pesetas la cabecita dichosa. Yo creo que es algo. Para que no me digan que hago demagogia con la aritmética, dejo al arbitrio del lector que imagine cosas útiles y productivas que se podían hacer en Sevilla con 41 millones de pesetas. Por ejemplo, quitar las farolas-palmera y los bancos Leroy Merlín de la Plaza del Pan y dejar aquello como tenía que haber estado. O haber reparado los daños del fuego para mantener el utilísimo Equipo Quirúrgico para llevar allí a los chiquillos chocados sin tener que padecer las urgencias de Traumatología, en vez de pegarle el cerrojazo y largarle el mochuelo al SAS.
Tengo que llamar a Pepe Cobo, para que me diga cómo son en verdad las cabezas de ese pueblo tan bonito que es Polonia. Menos mal que son unas cabezas huecas; porque si llegan a ser cabezas rellenas de pimientos del piquillo, ¿a cuánto nos hubiera costado cada cabeza? Y también tengo que preguntar a Pepe Cobo, que sabe de buena mesa casi tanto como de arte contemporáneo, qué es más caro: si el kilo de cabezas de Igor Mitoraj o el kilo de cabezas de cigala de tronco en Jailu.
En otra ciudad donde no hubiera este preocupante encefalograma plano del pulso social de la protesta, si un alcalde se gastara 41 millones en dos cabezas, la que caía era la suya. Aquí ya pueden hacer perrerías con Sevilla, con las catenarias, vulgo «candelarias», delante de la mismísima Catedral, con lo que quieran, que No Passssa Nada. Después de todo, las dos cabezas, como están huecas, serán un buen símbolo de nuestra hora. ¿La cabeza hueca del alcalde, dice usted? No, el alcalde tiene la cabeza perfectamente amueblada. Los que tenemos la cabeza hueca, enajenada, de aquí me las den todas, somos los sevillanos, que somos los culpables de dejar que con su demagogia barata de los barrios contra el centro se estén cargando la ciudad, sin que abramos la boca.

 

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