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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Los cielos que rascamos

COMO en el «Casarse tarde y mal» del artículo antológico de Larra, a Sevilla suelen llegar también «tarde y mal» los signos de los tiempos. Tenemos siempre un empacho de tradición que curamos con un purgante de modernidad. Sevilla nunca disfruta de una digestión tranquila y reposada. Pasamos de la sal de frutas a la sal de higuera. Como si no se hubiera tirado suficientemente el dinero en La Cartuja cuando la Expo, ahora estamos construyendo algo antiquísimo, que era modernísimo a comienzos del siglo XX, pero que en la casapuerta del XXI es una ranciedad. Cuanto están perpetrando hubiera hecho felices a los poetas ultraístas de las revistas «Grecia» y «Papel de Aleluyas», a Adriano del Valle, a Isaac del Vando, al creacionista Gerardo Diego de «Giralda en prisma puro de Sevilla», al Rafael Laffón del surrealismo lírico, al Fernando Villalón de la telefonía celeste. Como lo más moderno del mundo estamos recurriendo a vanguardias pasadas de fecha, a las que no les han mirado la fecha de caducidad. Cuando el mundo viene de vuelta, nosotros vamos, asombrados y boquiabiertos como unos catetos ante cuatro mamarrachadas que pasan de matute por moderneces. Tienen que venir jueces imparciales como los nuevos viajeros románticos de «Le Monde» para poner las cosas en su sitio, del mismo modo que tienen que llegar los editorialistas del «Financial Times» para decirnos que la economía no va tan bien como se narra en el cuento de la lechera que el presidente del Gobierno contó en la Bolsa el otro día.
Como si fuera el título de un libro de poemas ultraístas de hacia 1925, Sevilla está empeñada en el «Diálogo del rascacielos y el teleférico». Empeñada en un campeonato de chorradas, mamarrachadas, memeces y tonterías con las que se han cargado ya a la ciudad histórica. ¿Usted qué se creía, que esto de cargarse a Sevilla era exclusivo del PSOE? No, hijo mío: en el PP no hacen tonterías porque no tienen el poder, pero en cuanto los dejan sueltos, superan a los otros. Jamás unas ideas tan nobles como las liberales estuvieron en manos de una partida de carajotes tan conjuntada. Yo me creía que el absurdo de llenar la zona monumental con las candelarias del dichoso tranvía era tropelía insuperable del PSOE, cuando llegan los del PP, Zoido y Sanz el de Tomares (o Tomases), y se les ocurre la chorrada del teleférico. Nada, que se han creído que San Juan Alto y Tomares son los Alpes. ¿En qué cabeza cabe que la solución a los embotellamientos del Aljarafe sea un teleférico? Pues en la misma cabeza donde cabe que la solución para el transporte por el centro de Sevilla es un tranvía inútil, de la Pasarela a la Plaza Nueva. Mi pregunta es la que sigue: ¿llegan a estas ideas tan descabelladas por impulso natural, o es con la ayuda de un entrenador personal?
El teleférico, gracias a Dios, nunca se hará. Pero el rascacielos de Puerta Triana ya están empezando a construirlo. ¿Se imaginan un rascacielos en Venecia? ¿A que no? Pues aquí le tenemos tanto respeto a la línea de horizonte y al perfil plano como una mano abierta que hizo que Pedro Salinas se enamorara de Sevilla, que ya ven ustedes, pista, que va el artista Cesar Pelli: un francotirador de la arquitectura que quiere pasar a la posteridad cual el loquito coreano del rifle de la Universidad de Virginia, cargándose a la Giralda, hiriéndola de muerte con una torre 82 metros más alta que ella.
Y lo peor de todo es que los sevillanos están encantados con estas cateterías de las moderneces. Cuando perdíamos los cielos, sólo protestaba Joaquín Romero Murube. Ahora que nos rascan esos cielos ya perdidos, nadie abre la boca, ¡qué partida de catetos! A mí toda esta cernudiana desolación de la quimera me parece como las cintas magnetofónicas de las películas de espías rusos y maletines nucleares. Como si entre unos y otros, en este campeonato de mamarrachadas, le hubieran puesto a Sevilla la misma banda sonora de la grabación del magnetófono en las películas del 007: «Esta ciudad se autodestruirá en cuantito pasen las elecciones municipales».

 

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