ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 
ABC, 24 de julio de 2013
 
La segunda invención de la rueda
 
Es obvio el tópico de que el invento de la rueda fue uno de los primeros grandes avances de la Humanidad. Si no se avanza más rápido inventando la rueda no sé cómo demonios se avanzará. Pero en ningún sitio se alza un monumento al inventor de la rueda, como se levantan al Doctor Fleming, descubridor de la penicilina o a Colón, descubridor de América. Podemos reparar esa carencia. Y más en estos días de vacaciones. Si no sabemos quién inventó la rueda en general en Mesopotamia, hacia el V Milenio a.C., sí sabemos quién descubrió la rueda en particular, en una de sus aplicaciones más liberadoras de la Humanidad. Invención imprescindible a la hora de viajar. Hablo de la invención de la maleta con ruedas, que ha librado a los viajeros de la esclavitud de la pesada carga de pulsear el equipaje por esos largos pasillos de los aeropuertos o de Atocha cuando se llega de Sevilla.

Esto de ponerles ruedas a las maletas era algo así como el huevo de Colón hasta que se le ocurrió a Don Cristóbal. Cosa tan lógica como añadir cuatro ruedas a los maletones y una correa para jalar de ellos se le ocurrió en 1970 a un americano, a Bernard Sadow, en el aeropuerto Muñoz Marín de San Juan de Puerto Rico. Volvía con su familia a Estados Unidos tras pasar unas vacaciones en Aruba y sudaba el hombre con las dos pesados maletones pulseándolos para pasar la aduana boricua cuando vio pasar a un empleado aeroportuario llevando una carga aun más pesada sobre la comodidad de una plataforma con ruedas. Se le encendió la bombilla a Sadow y al llegar a su casa le puso a su maleta las cuatro ruedas que compró en una ferretería y una correa para tirar de ella. Y se fue con el invento a los almacenes Macy´s, que le vieron la punta comercial y se pusieron a venderlo. De ahí al éxito universal de la maleta con ruedas faltaba poco. Faltaba que un piloto de la Northwest Airlines, Bob Plath, lo perfeccionara en 1980, suprimiendo dos de las cuatro ruedas y poniendo a la maleta un asa retráctil. O sea, tal como conocemos ahora la maleta con ruedas que los americanos llaman "trolley", palabra que a nosotros nos suena a tranvía en color sepia.

Bernard Sadow murió en 2011, a los 85 años, y no creo que nadie le haya levantado ningún monumento en aeropuerto o estación del mundo, como deberíamos todos los viajeros agradecidos. Bueno, sí, acabo de ver ese monumento, aunque no se cite su nombre. En las páginas de lujerío y exquisiteces de un suplemento dominical. Vienen los artículos lo-más-de-lo-más y entre ellos, una maleta de Louis Vuitton de toda la vida...¡pero con ruedas! Yo no me hubiera imaginado a un ricachón de maleta de Vuitton llevándola... ¡él mismo! por el aeropuerto, camino del mostrador VIP de facturación, naturalmente. Las Vuitton eran hasta ahora maletas para que las portara un mozo o un criado. Y no una maleta sola, sino al menos media docena de ellas, que es lo más elegante, todo el equipaje Vuitton. ¿Pero Vuitton con ruedas? A la fuerza ahorcan. Más difícil que era hasta ahora encontrar una exclusiva maleta Vuitton con ruedas es siempre hallar un maletero que te lleve el equipaje en un aeropuerto o en una estación. ¿Por qué han desaparecido los maleteros, los socorridos maleteros en los aeropuertos y estaciones de España? ¿Por qué todos, hasta las señoras mayores, nos hemos de convertir en obligados maleteros de nosotros mismos? Hay dos oficios tradicionales que han desaparecido y que, de volver a imponerse, acabarían con mucho paro: maleteros y betuneros. En España se tiene por infamante llevarle la maleta a alguien o lustrarle los zapatos. En Nueva York, no. De ahí el éxito español del cánfor y de la maleta con ruedas. El cánfor está acabando con las mejores pieles de Elche. La maleta con ruedas ha acabado hasta con el glamour de Vuitton. Una Vuitton sin un mozo de equipajes que te la lleve, ni es maleta Vuitton ni es nada. Una maleta de Vuitton con ruedas es una ordinariez. Con ruedas, pero una ordinariez.

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