ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 
ABC, 30 de julio de 2013
 
Anteel escaparate de Galán
 
Sostengo que en Sevilla hay una refinada Inglaterra interior. Un Reino Unido de personas, lugares, ritos. La procesión de la espada y el pendón del día de San Clemente podría discurrir perfectamente por la Torre de Londres, pues hasta hay canónigos que tienen cara y planta de arzobispo de Canterbury, como don Pedro Ybarra, el antiguo párroco de Santa Cruz. Las dos hijas de Lina la de los trajes de flamenca, las que afortunadamente continúan su taller y su arte, parecen inglesitas herederas de un Lord. Los pertigueros de las cofradías son como primos hermanos de esos guardianes de la mentada Torre de Londres que van vestidos de etiqueta... de etiqueta de ginebra. Y en cuanto a comercios, pues hay una trilogía perfectamente británica, tres tiendas, tres, que parecen transplantadas a Sevilla desde Bond Street. Tú llevas hasta Bond Street los escaparates de la relojería El Cronómetro, la esquina de los sombreros de Maquedano y la Sastrería Galán de Sagasta y pasan los tres comercios por más ingleses que el jubileo de la Reina.

Me he acordado de los dos escaparates de Galán en estas calendas caniculares tras escribir el artículo de ayer, "Los ternos que perdimos": el del ejecutivo trajeado y encorbatado al que los guiris le hacían fotos en el Callejón del Agua como un insólito bicho raro típico sevillano. ¡Cómo se ha degradada el atuendo veraniego de los sevillanos! ¡Cómo se ha achabacanado! Todos, y me apunto el primero, nos vestimos ya en verano como si la orilla de la playa estuviera en La Campana. Con la calor nos vestimos ahora en Sevilla como se ponía antes la gente para veranear en Chipiona y en Mazagón. Lo de ir descamisados es lo de menos. Lo de más, la mugre ambiente de las chanclas, los pantalones piratas, las camisetas de tirantas, los peludos sobacos al aire. ¿Y las niñitas y niñatas, con esos pantaloncitos así como vaqueros, tan cortos que la camiseta que llevan por fuera es más larga que el pantalón, que casi les deja las nalgas fuera de cobertura? Con decir que un señor con un buen pantalón con raya y una camisa de manga larga limpia y planchada va ya como si fuese de etiqueta...

Los que vienen por Feria se sorprenden de lo bien vestidos que van los sevillanos a las casetas y a los toros. Hijo, será por Feria, porque lo que es ahora... Con traje no va nadie. Vaya a la calle Sierpes, o a la Avenida, y póngase a contar señores de traje y corbata. Como no pasen los invitados de una boda, ni uno. Por eso me encanta ver el escaparate de Galán en estas fechas. Es de todo interés histórico-artístico. Pertenece al perdido Patrimonio Inmaterial de Sevilla. Yo le pediría a la Unesco que lo incluyera en su catálogo de bienes protegibles con mayor riesgo de extinción que el lince en Doñana. Así, con estas maravillosas prendas que ya no se pone casi nadie, se vestían antes los señores en Sevilla por el verano. Una chaqueta de mil rayas de ese escaparate me ha hecho recordar lo que me pasó en Cuba. Me puse un día en La Habana mi traje sevillano de mil rayas y cuando la ascensorista-comisaria del ascensor del hotel me vio, me dijo, entre asombro y nostalgia:

-- ¡Caballeeeero, así como usted va, iban aquí vestidos los hombres antes del triunfo de la revolución!

Lo que ocurre es que en Sevilla no ha triunfado revolución comunista alguna. Bueno, sí: ha triunfado la revolución del mal gusto, de la chabacanería y de la degradación, que no sé si será peor que la castrista. Galán mantiene el patrimonio del buen gusto sevillano de siempre, que se puede ir en mangas de camisa de un modo no zarrapastroso. Yo miro ese escaparate como una nostalgia, como el túnel del tiempo de la ascensorista habanera. Es un museo del buen gusto perdido en esta Sevilla de chancla, camiseta y sudorina, donde el único que permanece fiel a la estricta observancia de la corbata y del traje de mil rayas es don Otto Moeckel von Friess. Y eso porque es medio alemán, que si no...

 

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