Por lo visto lo han puesto varias veces en los programas del corazoneo de televisión, pero me lo he perdido. ¿A quién? A Amador Mohedano, al hermano de Rocío Jurado, en el entierro de su tío Antonio, en Chipiona. El tío Antonio, Antonio Jurado, hermano de su madre, era una de las personas que más quería la gran Rocío en esa familia ahora completamente desestructurada por los platós, los mangazos y las fingidas infidelidades de peaje. Bueno, pues me han dicho que el atuendo de Amador Mohedano en el entierro chipionero de su tío Antonio tenía un ver. Este Amador que desde tiempos de Rege Carolo, como decía su hermana, siempre va "de negro hasta los pies vestido", camiseta negra y pantalón negro, como un palmero de José Mercé o el que le toca el cajón flamenco a Miguel Poveda, ¿saben cómo se presentó en el entierro de su tío Antonio? Pues con pantalón pirata a media pierna, camisa roja a cuadros como de leñador del Canadá y mochila a la espalda.

-- No sea usted cruel, Burgos: es que la mochila a la espalda es utilísima en los entierros. Yo cada vez que tengo que ir al Tanatorio de la Ese Treinte es que por nada del mundo me dejo mi mochila en casa. Una vez que fui a un entierro y me olvidé la mochila, estuve todo el tiempo lamentándome: ¿por qué se me habrá ocurrido a mí dejarme la mochila en casa, si todo el mundo viene con su mochilita, como está mandado?

Así que al Amador Mohedano de las camisetas negras habrá que decirle lo que al ventero de la historia que no quería sacar su mejor botella de vino en la visita regia le dijo Fernando VII:

-- Pues nada, hijo mío: deja para mejor ocasión tu habitual atuendo de la camiseta y el pantalón negros.

Pero a falta del vídeo de Amador en el entierro de su tío sí he visto la madrileña Pasarela Cibeles (Pasarela Servisa mejor en este caso) de cómo ha ido de mal la gente al velatorio y al entierro de Manuel Martín Ferrand. Me creía que la gente en Sevilla iba mal vestida a los entierros hasta que he visto las fotos del tanatorio de Martín Ferrand. Empezando por ese Padre Ángel, del que nunca dicen el apellido, y que me imagino que es a Madrid lo que el cura Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp a Sevilla. El Padre Ángel, muy propio, iba con esa corbata medio anudada, medio desanudada, sin abrochar el último botón de la camisa, que usar suele. Corbata roja, naturalmente, que es la más apropiada para los entierros. Este hombre no se ajusta bien la corbata ni para oficiar el gorigori de su amigo Martín Ferrand, y la corbata negra es que ni se conoce...

Y luego, los habituales descamisados funerarios, que les llaman. Fernando Onega iba con una especie de blusón negro, no sé si de regante de la huerta valenciana o de vendedor de quesos manchegos. Rodrigo Rato, con una chaqueta Teba de verano, magnífica para ir de cacería, descorbatado y despechugado. José Luis Balbín, en mangas de camisa morada. Y todos así. Los había bien vestidos, ya lo creo, como el fiscal Torres-Dulce o como el cordobés Pablo Sebastián, que iba a la sevillana: traje completo oscuro y corbata negra, como Dios manda, al igual que José María García. Y a algunas señoras, mejor no mentarlas. Lo que más me sorprende es que a estos mismos que iban en plan chichuperri y vámonos que nos vamos, los ves luego en verano en una cena del Marbella Club o en Puerta de Hierro y van todos perfectamente con sus chaquetas y sus corbatas. Como el ventero de Fernando VII: dejadlo para mejor ocasión, hijos.

Pero es la norma. Los lutos se han perdido. Manolo Summers no hubiera podido rodar "La niña de luto" en La Palma del Condado. Ni en ninguna parte. Ahora, en La Palma del Condado, en Madrid o en cualquier sitio, a la niña de luto no le amargan ya la vida con trapos negros, porque ha ido al entierro en plan Amador Mohedano, completamente chuchiperri: como el que va a pescar ranas y con mochila a la espalda, naturalmente...