ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 
ABC,  5 de octubre de 2013
 
Dos cigarreras
 

 Nunca se lo conté a mi ahijado El Pali la vez primera que le escuché su copla, pero yo vi pasar a las dos últimas cigarreras por la calle San Fernando. Era una tarde de abril. Una soleada tarde de abril, con luz antigua entre las palmeras de la Fábrica de Tabacos. Tarde de mantillas y olor a almendras garrapiñadas. Jueves Santo. 15 de abril de 1965. La Hermandad de Las Cigarreras dejaba su capilla para trasladarse a la nueva Fábrica de Tabacos en Los Remedios. A las 5 de la tarde de aquella tarde, el capataz Paco Quesada, el que con gente del muelle y de los camiones de la basura y del Mercado de Entradores sacaba San Esteban por el ojo de una aguja, tocaba el llamador del paso de la Sagrada Columna y Azotes de Nuestro Señor Jesucristo, para una primera levantá que iba a ser la última. La primera de aquel Jueves Santo y la última de un trozo de Historia de la cofradía, que a la noche, volviendo de la Catedral, habría de pasar el río. En la calle San Fernando no había tío páseme usted el río para la emoción de vivir un momento histórico, cuando a las 5 y 25 aparecía en la puerta de la capilla, junto a los naranjos, junto a la puertecita que llevaba al Club de Derecho, el palio juanmanuelino de la Virgen de la Victoria. La Victoria de la Madre de Dios sobre el llanto del dolor por la muerte de su Hijo. La Banda de Soria de don Pedro Gámez Laserna tocó más regia que nunca la Marcha Real, entre los recuerdos de aquel año en que Don Alfonso XIII presidió el paso de la Virgen que se llama como la Reina de España se llamaba.

La cuadrilla volvió el paso hacia la vieja capilla cuando ya estaba delante de la portada que remata la estatua de la Fama. La trompeta de la escultura parecía hacerle la segunda voz, el contrapunto de la Historia, a las cornetas cuarteleras de Soria 9. Cuando el paso miraba hacia la capilla, como si ya estuviera en la otra banda del río, al trianero modo, los costaleros dieron dos, tres, cuatro pasos a favor de querencia, como si lo quisieran volver a entrar y detener el tiempo. Y fue entonces, cuando la Virgen por fin traspasó la verja de los azulejitos de castillos y leones, cuando me fijé en aquellas dos últimas cigarreras que pasaban por la calle San Fernando. Como escapadas de una fotografía de los lutos de la guerra. De negro, con velo, descalzas. Las dos se pusieron detrás del palio, empujando tíos del cántaro y la escalera. Me acerqué a ellas. Una, que de joven habría sido guapa moza cigarrera de mantón de talle, como escapada del cuadro de Gonzalo Bilbao, amamantando a su familia con el nobilísimo trabajo de sus manos sobre los vegueros, me dijo:

-- ¡Ay, si usted hubiera visto cuando venía el Rey a presidir la cofradía y formaba toda la tropa de Sevilla!

Al poco, cuando sonó "Corpus Christi" y la cuadrilla de Paquito Quesada llevaba a la Virgen de la Victoria sobre los pies, el negro de las dos enlutadas cigarreras contrastaba con el blanco pañuelo de las lágrimas que se enjugaban, debajo de los velos, evocando tiempos perdidos. Lloraban las dos cigarreras porque sabían que no habrían de volver con su Virgen a pasar por la calle San Fernando. Tras el paso de la Virgen de la Victoria yo escuché por vez primera la copla del Pali en las lágrimas de dos viejas cigarreras de luto. De luto por su propia juventud de una calle San Fernando de novios esperando tras la verja. Yo, Pali, antes que la Virgen de la Victoria llegara a nuestro Arco del Postigo, vi pasar a tus dos últimas cigarreras por la calle San Fernando.

Y este amanecer volveré a ver pasar a una Divina Cigarrera por la esquina de la calle San Fernando. Viene del río, como las cigarreras de Triana que dejaban la falúa del Puerto Camaronero. Va camino de la Catedral. Esta Divina Cigarrera se llama Victoria. Como la Reina. Porque es Reina. Yo la vi reinar sobre la emoción de las dos últimas cigarreras aquella tarde soleada de Jueves Santo. Y de Columna a columna, me ha dicho el Cristo de los Azotes que hoy esas mismas dos cigarreras estarán allí, en la Puerta Jerez, cuando la Victoria de la Belleza sobre el Tiempo pase de nuevo por la calle San Fernando.

 

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