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El Mundo de
Andalucía, jueves 17 de junio de 1999
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El perdedor de las municipales de Sevilla pide la
Alcaldía...y dos huevos duros |
En Sevilla
no ha habido más perdedor de verdad que el perdedor, que tiene una larga experiencia en
batacazos. Yo creo que hizo un master en derrotas el día que pactó con Martín Villa con
causa más que justificada, pero injustificable por la torpeza con que lo vendió, de modo
que quedó ante sus paisanos como el que había vendido a Andalucía por un plato de
lentejas en forma de grupo parlamentario.
En Sevilla perder, perder, lo que se dice perder, no ha perdido más
que el perdedor. Pero como perdió también la vergüenza hace mucho tiempo, el perdedor
pide la Alcaldía. El perdedor pide Urbanismo. El perdedor no pide Ceuta y Melilla de
momento porque aún no se lo han dicho sus socios de Libia, pero todo se andará. El
perdedor, que tanto sabe del moro, pide el oro y el moro. Y dos huevos duros, en este
camarote de los Hermanos Marx de los pactos.
Menos café, el perdedor lo pide todo. Y eso que ha quedado,
aproximadamente, como Cagancho en Almagro. Nadie ha perdido más concejales, más
porcentajes de voto y más votos. Pero oyes hablar al perdedor y Teófila a su lado ha
sacado los mismos votos que el Partido Humanista... El perdedor es más perdedor todavía,
porque habiendo quedado personalmente tan mal en Sevilla, su partido tuvo en toda
Andalucía una remonta importante. La remonta de Ecija que le llaman. La remonta de San
Fernando, que es una remonta con caballitos de mar y bronceador para ponerte Moreno. La
remonta de la Diputación de Cádiz. Donde más dinero se gastó el perdedor en la
campaña con música de Raphael ("escándalo, es un escándalo"), peor quedó el
partido que no aparecía por parte ninguna, sustituido por el corazón de Anne Igartiburu.
Y donde el partido no se gastó un duro, remonta que te crió.
Por eso el perdedor, al que las más profundas convicciones le vienen
durando menos de una legislatura, apareció en la noche electoral de golpe y porrazo como
presidente de su partido. Ya no era el candidato perdedor al que su amada Sevilla había
dado calabazas. Por arte de birlibirloque, era de la noche a la mañana el presidente del
partido triunfante. Niña, marchando una de andaluza de cemento:
-- Andá, si ahora resulta que era el presidente de su partido...
Y allí detrás, de golpe, como una aparición del Palmar de Troya,
abajo los corazones: de pronto, los cinco dedos de la manita. No quiero ni pensar que sea
una mano prensil que pretenda ponerse en Tablada en postura egipcia, con la cazoleta de la
mangoleta. De Sevilla ya no habla el perdedor, porque su partido ha quedado divinamente en
Andalucía, en España y en la Humanidad.
A aquellas mismas horas, otro perdedor, Julio Anguita, estaba haciendo
los que hacen los perdedores que valoran más la dignidad que el ego: dimitir. Cuando se
pierde como ha perdido el perdedor en Sevilla y encima en el seno de un partido ascendente
del que (mira por dónde) ahora resulta que era el presidente, lo que se hace en lógica
política es dimitir y dejar de dar por saco con seis concejales.
Pero no. Perdonen la larga hipótesis de trabajo, pues ahora caigo en
la cuenta de que falla la mayor. Se me olvidaba que cuanto he dicho de la dimisión es lo
que hacen los candidatos que tienen ideología en vez de ego. Y vergüenza, claro. Y
vergüenza.
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Sevilla, España.
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