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Por
la carrera oficial de Sevilla, y eso que la cofradía aún no ha
salido, ya se están oyendo los aplausos, y los oles. Incluso en
algunas crónicas podremos leer mañana los habituales piropos
que les dirán a la representación de los bomberos de Nueva
York cuando vayan con su vara en la mano, camborios eventuales
de la cofradía de Sevilla que los ha traído como homenaje a
las víctimas y a los héroes del 11 de septiembre. Irán con
sus arcaicos uniformes de gorras blancas, como sacados de
antiguas películas del cine mudo, y oirán de todo lo
imaginable, siempre en plan simpático y solidario, en una
pasión real en la que Ben Laden representará el papel de todos
los malos de la película histórica de Jerusalén, Caifás,
Anás, Herodes, Pilatos y los judíos que mataron al Señor,
todos en una pieza.
Aquí somos muy de uniformes y muy de aplaudir en las
cofradías. Esto es como lo del moro que se ponía hasta la
corcha de coñac porque decía que el Corán prohibía el vino,
pero que no decía ni palabra del Centenario Terry. La
Constitución consagra la separación de Iglesia y Estado, pero
no dice ni palabra de las cofradías. A los ojos de esta
interpretación interesada se explica lo orondos que van con su
vara, presidiendo cofradías católicas, alcaldes y concejales
de partidos agnósticos o declaradamente ateos. Esos partidos
autotitulados de izquierda están contra la Iglesia, porque eso
da votos; pero están simultáneamente a favor de las
cofradías, porque eso da muchos más votos todavía.
En nuestro afán vanidoso por los uniformes en las
cofradías, con la de uniformes que hay en Andalucía, nos
traemos a los bomberos de Nueva York para arrancar aplausos.
Para que la cofradía se luzca exhibiendo a los bomberos del
11-S. Formalmente, en nombre de principios cristianos o
simplemente de valores humanos y éticos muy suscribibles, como
la solidaridad o la abnegación heroica en la entrega a los
demás. Gracias a su ocurrencia de traer a los bomberos de Nueva
York, una cofradía que no es el ni El Gran Poder ni la
Macarena, ni Nuestro Padre Jesús el Rico, ni El Abuelo, ni el
Nazareno de Santa María tendrá asegurados sus neoyorquinos
cinco minutos de fama en todos los telediarios, y me pongo algo
que hasta sale en la CNN.
Contrasta la vanidad de vanidades de los bomberos con el
encierro de los mineros de Aznalcóllar en la Catedral de
Sevilla. Han estado hasta vísperas de Ramos y han afirmado que
abandonaban su encierro por respetar las tradiciones del pueblo.
Un detallazo. Si de verdad la exhibición de bomberos fuera por
solidaridad, ¿no sería más lógico ofrecer la presidencia de
la cofradía a los mineros de Aznalcòllar, que también tienen
encima una bastante gorda y además son más nuestros y están
más cerca? Y quien dice a los mineros como muestra de
solidaridad, dice a los pescadores de la flota amarrada de
Barbate, o a los inmigrantes marroquinos de El Ejido, o a las
con madres de drogadictos del Campo de Gibraltar, o a los
algodoneros de la campiña. Pero no. En una solidaridad con
estética ONG, cuanto menos próximo esté el prójimo, más
puede alardearse de caridad.
La Semana Santa, aun en una democracia, no ha superado en
muchos aspectos ni el nacional-catolicismo ni el folklore. Hasta
ahora teníamos el folklore de antifaz de terciopelo y marcha de
los "Campanilleros" y el folklore negro de túnica de
ruán y campanilla de muñidor. Hemos de añadir el folklore de
la solidaridad, mientras las marías aplauden y piropean a los
bomberos de Nueva York. Que además, como todos los bomberos,
son guapísimos.
Sevilla
en el suplemento "Viajes" de El Mundo: "Los
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