engo
que comprarme el diccionario de términos taurinos, así de gordo,
usted, no veas qué cantidad de voces del tendido y entradas (más
entradas que en la taquilla de la plaza por vender en la
novillada del domingo), que acaba de publicar nuestro compañero
de afición y de escritura Luis Nieto, crítico de "Diario de
Sevilla".-- Se ve que es usted
discípulo de Abel Infanzón.
-- ¿Por qué lo dice usted?
-- Porque en cuestión de Caín anda usted
cortito con agua. Con el cainismo que hay en la prensa andaluza,
usted practica todo lo contrario: el abelismo. Se le nota que le
gusta a usted hablar de los compañeros para bien, sin que se
hayan tenido que tirar por un balcón ni nada.
Luis Nieto se lo merece. Por el libro y por
otra cosa. La otra cosa es que es de los poquitos casos que
conozco de un señor que tiene su sitio y su pan en la prensa de
Madrid, y coge y se viene a Sevilla, porque considera que un
crítico taurino donde tiene que estar es en la capital del
toreo.
Que es Sevilla. Aunque la misma Sevilla no se
lo crea muchas veces.
Lo de Nieto es complementario de lo de Antonio
Lorca, y marchando otra de abelismo. Antonio Lorca tiene el
mérito de ser el crítico taurino sevillano que todos los años,
por San Isidro, conquista Madrid. Antonio Lorca ha inventado el
viaje a la inversa en el Ave de la crítica taurina. En abril, el
Ave viene así de críticos taurinos de Madrid, empetadito, que
llegan todos a hacer la Feria y a desplazar a los cronistas
locales, a los que todo lo más les dejan correr a una mano el
capote de la pluma, ¿no, Manuel Ramírez; no, Fernando Carrasco;
no, Carlos Crivell? Llega mayo, y ocurre al revés. Lorca coge el
Ave ascendente y se va a hacer la crítica diaria del abono de
San Isidro desde el BOP, el Boletín Oficial del Polanquerío.
Periódico donde los toros, además, como herederos de "El Sol"
que se creen los muy vainas, tienen escaso predicamento; son de
los que les gustaría dar las cogidas de los toreros en la
sección de accidentes laborales.
--- Son accidentes laborales, usted. ¿Por qué,
entonces, van los toreros heridos a la clínica de FREMAP, como
el que se ha caído del andamio?
¿Por dónde iba, antes que se nos metiera aquí
el ecologista verde antitaurino: adiós, Portabella... Ah, sí,
por el libro de Luis Nieto. Anacoluto se llama la figura en la
que por poco caigo. Que decía que tengo que comprar el libro de
Nieto para ver si vienen las nuevas acepciones que el mundo del
toro ha dado a dos palabras, a las que ha cambiado completamente
de significado: "portazo" y "encerrona". Dar un portazo es darle
a alguien con la puerta en las narices, pegarlo de ira y de
contrariedad. Una encerrona es una trampa taimada, una
emboscada, una jangá que linda con el chantaje. En el nuevo
lenguaje del toro, ambas voces han cambiado su significado
negativo. Un portazo es ahora una salida por la puerta grande
con las dos orejas en Madrid o con las tres en Sevilla y Bilbao.
Una encerrona es la lidia de seis toros por un solo espada, con
lo que se cambia hasta la sexta acepción, taurina, de esa voz en
el DRAE: "Lidia de toros en privado".
Y tengo que mirar estas dos voces en el
diccionario taurino de Nieto en honor de un torero sevillano, de
El Cid. En San Isidro, este Cid chungaleta de tizona ha estado a
punto del portazo, con los veinte muletazos justos que debe
tener una faena, perfecta de técnica y hondura. A ver si le
ofrecen en la plaza del Arenal una encerrona, para que pueda dar
el portazo por la del Príncipe. Que Luis Nieto, que se vino de
Madrid, y Antonio Lorca, que va a allí a dar clases por San
Isidro, saben que es la chachi.
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