Con
la de tierras que había en España, y más después de la puesta en marcha del Estado de
las Autonomías, a cuya manivela le había dado unos buenos empujoncitos Manuel Clavero
hasta que arrancó el difícil motor, que querían dejar a Andalucía todavía con
gasógeno, mientras para otros habían preparado el turbo a reacción... Con la de Armas y
Cuerpos que había en el Ejército... Con la de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado
que había, qué sé yo, los guardias municipales de Bujalance, los guardajurados del Coto
de Doñana...
Pues llegó el 23 de febrero,
el 23 F por antonomasia, y con la de tierras que había en la España de las Autonomías,
tenía que ser un andaluz. Y con la de regimientos que había en toda España y con lo
marroncitos que había vestido la UCD a los antiguos grises de la Policía Armada, que
hasta les había cambiado el nombre y les había puesto Policía Nacional, pues nada. Tuvo
que ser la Guardia Civil. Tuvo que ser un guardia civil andaluz. Con tricornio. Podía
haber ido con gorro cuartelero, con gorra de plato de los carabineros. Pero no. Fue con
tricornio. Y podía haber sido un picoleto con toda la barba, o con perillas a lo Amadeo o
a lo torero del XIX en lámina de "La Lidia", pero tampoco. Incluso podía haber
sido un pulcro amante de la Filomatic, completamente rasurado. Que si quieres arroz. Nada:
un bigote como una Catedral de Málaga. Un guardia civil con bigote, y andaluz. Echale
guindas al pavo, porque esto no es un golpe de Estado, ni el 23-F, ni el último de los
cuartelazos del siglo XIX. Esto es, en verdad, una españolada con paisaje andaluz, esto
es Cifesa, esto no es de Milans del Bosch, esto es de Cesáreo González o de Benito
Perojo, por aquí nada más que faltan Imperio Argentina o Lola Flores, El Príncipe
Gitano o Manolo Caracol, Juanito Valderrama o Dolores Abril el 23 de febrero:
- Llegó un civil con bigote,
- ozú qué mieo, chavó.
- Se echó el fusil a la cara,
- y de esta manera habló...
Lo que habló, ya lo saben:
-- ¡ Todos al suelo !
Lo que hablaron sus
acompañantes de este aun oscuro rodaje de "Morena Clara", ya lo saben. Con
acento andaluz también, como el jefe de la partida:
-- ¡ Se sienten, coño!
Nada, estamos condenados a la
perpetuación del tópico andaluz. No se sabía si en el Congreso de los Diputados entraba
el Caballo de Pavía famoso o el caballo que monta Primo de Rivera en los cantes de Jerez
de La Paquera. Esto es otra vez el viejo romance,
- Carrera de San Jerónimo
- va una partía,
- y el capitán se llama
- Antonio Tejero Molina.
Andaluz con apellidos de latas
de conservas de Huelva, de coplas concepcionistas de Sevilla. Antonio se llama este
Camborio que con una pistola del 9 largo no va a Sevilla a ver los toros, sino al Congreso
de los Diputados a repetir el viejo grito andaluz del "Vivan las caenas".
¿Lleva una pistola o lleva el goyesco garrote de los dos españoles a palos, hundidos en
la tierra sangrienta hasta las corvas, enfrentados en la guerra fratricida de siempre,
pero es que nunca van a terminar los enfrentamientos de las dos Españas, ni siquiera
ahora que una sola España ha aprobado una sola Constitución, que un guardia civil
andaluz con bigote, ozú, qué mieo, chavó, quiere derogar por su cuenta, Sarjurjo
y Primo de Rivera, Fernando VII y Franco con sota de bastos?
Inexplicablemente, en el
juicio por las responsabilidades del 23-F no se personó Andalucía como particular
acusación popular. Debía haberlo hecho. La fotografía que Barriopedro le había hecho a
Tejero dio inmediatamente la vuelta al mundo en las portadas de todos los periódicos.
Todas las televisiones del universo repitieron la filmación de la cámara loca, dejada
sola en la tribuna de prensa de la media plaza de toros terrible que fue aquella tarde, a
las cinco en punto de la tarde, el salón de plenos del Congreso de los Diputados, en
cuyas escayolas isabelinas derrotaron en tablas los tiritos de esta España donde siempre
es el año de los tiros.
Fue la perpetuación del
tópico español, al que, como siempre, Andalucía prestó la obligatoria pandereta en
forma de bigote y tricornio de un guardia civil andaluz, un andaluz con mucho malage, bien
es cierto. Fue una reescritura del Romancero Gitano, sin gitanos, nada más que con almas
de charol y calaveras de plomo. Aquel papel del guardia civil gallego que en las
películas de las andaluzadas de Cifesa hacía siempre Xan Das Bolas había sido asignado
en el reparto del golpe de Estado de guardarropía a un andaluz guardia civil, por culpa
del cual seguimos siendo la risión del mundo.
Cuando a la noche salió, por
fin, el Rey por televisión y nos dijo a todos los españoles que "tranquilo, Jordi,
tranquilo", es como si hubiera dicho: "Señores, esta triste "Morena
Clara" del tío del bigote y el tricornio va a tener final feliz". Por eso
todos, niños huérfanos de democracia en aquellas horas tristes, aplaudimos como cuando
en el cine del barrio llegaba el Séptimo de Caballería.