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Memoria de Andalucía

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,   sábado 20 de febrero de 1998


Un andaluz con tricornio en el 23-F

ejero en su asalto al Congreso el 23-F, visto por Idígoras y Pachi

Tejero en su asalto al Congreso el 23-F, visto por Idígoras y Pachi
 

Con la de tierras que había en España, y más después de la puesta en marcha del Estado de las Autonomías, a cuya manivela le había dado unos buenos empujoncitos Manuel Clavero hasta que arrancó el difícil motor, que querían dejar a Andalucía todavía con gasógeno, mientras para otros habían preparado el turbo a reacción... Con la de Armas y Cuerpos que había en el Ejército... Con la de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que había, qué sé yo, los guardias municipales de Bujalance, los guardajurados del Coto de Doñana...

Pues llegó el 23 de febrero, el 23 F por antonomasia, y con la de tierras que había en la España de las Autonomías, tenía que ser un andaluz. Y con la de regimientos que había en toda España y con lo marroncitos que había vestido la UCD a los antiguos grises de la Policía Armada, que hasta les había cambiado el nombre y les había puesto Policía Nacional, pues nada. Tuvo que ser la Guardia Civil. Tuvo que ser un guardia civil andaluz. Con tricornio. Podía haber ido con gorro cuartelero, con gorra de plato de los carabineros. Pero no. Fue con tricornio. Y podía haber sido un picoleto con toda la barba, o con perillas a lo Amadeo o a lo torero del XIX en lámina de "La Lidia", pero tampoco. Incluso podía haber sido un pulcro amante de la Filomatic, completamente rasurado. Que si quieres arroz. Nada: un bigote como una Catedral de Málaga. Un guardia civil con bigote, y andaluz. Echale guindas al pavo, porque esto no es un golpe de Estado, ni el 23-F, ni el último de los cuartelazos del siglo XIX. Esto es, en verdad, una españolada con paisaje andaluz, esto es Cifesa, esto no es de Milans del Bosch, esto es de Cesáreo González o de Benito Perojo, por aquí nada más que faltan Imperio Argentina o Lola Flores, El Príncipe Gitano o Manolo Caracol, Juanito Valderrama o Dolores Abril el 23 de febrero:

Llegó un civil con bigote,
ozú qué mieo, chavó.
Se echó el fusil a la cara,
y de esta manera habló...

Lo que habló, ya lo saben:

-- ¡ Todos al suelo !

Lo que hablaron sus acompañantes de este aun oscuro rodaje de "Morena Clara", ya lo saben. Con acento andaluz también, como el jefe de la partida:

-- ¡ Se sienten, coño!

Nada, estamos condenados a la perpetuación del tópico andaluz. No se sabía si en el Congreso de los Diputados entraba el Caballo de Pavía famoso o el caballo que monta Primo de Rivera en los cantes de Jerez de La Paquera. Esto es otra vez el viejo romance,

Carrera de San Jerónimo
va una partía,
y el capitán se llama
Antonio Tejero Molina.

Andaluz con apellidos de latas de conservas de Huelva, de coplas concepcionistas de Sevilla. Antonio se llama este Camborio que con una pistola del 9 largo no va a Sevilla a ver los toros, sino al Congreso de los Diputados a repetir el viejo grito andaluz del "Vivan las caenas". ¿Lleva una pistola o lleva el goyesco garrote de los dos españoles a palos, hundidos en la tierra sangrienta hasta las corvas, enfrentados en la guerra fratricida de siempre, pero es que nunca van a terminar los enfrentamientos de las dos Españas, ni siquiera ahora que una sola España ha aprobado una sola Constitución, que un guardia civil andaluz con bigote, ozú, qué mieo, chavó, quiere derogar por su cuenta, Sarjurjo y Primo de Rivera, Fernando VII y Franco con sota de bastos?

Inexplicablemente, en el juicio por las responsabilidades del 23-F no se personó Andalucía como particular acusación popular. Debía haberlo hecho. La fotografía que Barriopedro le había hecho a Tejero dio inmediatamente la vuelta al mundo en las portadas de todos los periódicos. Todas las televisiones del universo repitieron la filmación de la cámara loca, dejada sola en la tribuna de prensa de la media plaza de toros terrible que fue aquella tarde, a las cinco en punto de la tarde, el salón de plenos del Congreso de los Diputados, en cuyas escayolas isabelinas derrotaron en tablas los tiritos de esta España donde siempre es el año de los tiros.

Fue la perpetuación del tópico español, al que, como siempre, Andalucía prestó la obligatoria pandereta en forma de bigote y tricornio de un guardia civil andaluz, un andaluz con mucho malage, bien es cierto. Fue una reescritura del Romancero Gitano, sin gitanos, nada más que con almas de charol y calaveras de plomo. Aquel papel del guardia civil gallego que en las películas de las andaluzadas de Cifesa hacía siempre Xan Das Bolas había sido asignado en el reparto del golpe de Estado de guardarropía a un andaluz guardia civil, por culpa del cual seguimos siendo la risión del mundo.

Cuando a la noche salió, por fin, el Rey por televisión y nos dijo a todos los españoles que "tranquilo, Jordi, tranquilo", es como si hubiera dicho: "Señores, esta triste "Morena Clara" del tío del bigote y el tricornio va a tener final feliz". Por eso todos, niños huérfanos de democracia en aquellas horas tristes, aplaudimos como cuando en el cine del barrio llegaba el Séptimo de Caballería.

 

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