Decididamente,
estos americanos están locos. Y a Tony Blair se le van las
mejores. Si Bush ha podido lanzar el ataque contra Akistán,
Akinostán y la nueva geografía de la guasa, ha sido porque
antes Blair ha templado gaitas, en gira mundial. Pero no han
atado todos los cabos. El inglés templador de gaitas podía
haberse acercado al partido judicial de Morón, concretamente a
El Coronil. Así se hubieran ahorrado la enorme preocupación
que hay a esta hora, con todo fundamento, en el Pentágono, en
la Casa Blanca, en el mando de la Coalición Antiterrorismo, en
el cuartel general de la OTAN, en Moscú, en Islamabad.
Todo ha partido de Morón. Igual que existen espías
andorranos y agentes secretos del Paraguay, en Morón hay un
agente de la CIA, que lo conoce la gente perfectamente cuando va
por la calle:
-- Adiós, niño...
-- ¿A quién le has dicho adiós?
-- ¿A quién va a ser? Al agente de la CIA.
Y el agente de la CIA, tras oír el rugido de los primeros
motores de los Galaxy, ver la CNN y escuchar Radio Sevilla,
cogió recado de escribir y puso un fax urgente a Washington, al
mismísimo George Bush, que decía:
Señor presidente: Bueno está Diego Cañamero con
usted...
El fax, naturalmente, ha causado honda preocupación en la
Casa Blanca y en el Pentágono, al que fue comunicada
inmediatamente esta importantísima novedad en la guerra contra
el terrorismo mundial. Colin Powell reunió urgentemente a los
generales de cinco estrellas y a los expertos en política de la
región mediterránea y les planteó la gravedad de la
situación:
-- ¿Qué podemos hacer?
Un sargento patatero de color, que estuvo muchos años
destinado en la base de Morón, donde hablaba en inglés con
Poli Maza, se atrevió a decir lo que todos pensaban pero nadie
se atrevía a manifestar:
-- Señor Powell, no podemos hacer nada. No sabe usted cómo
es Cañamero...
Terció entonces en el "breefing" de alta
estrategia un general que estuvo de agregado militar en la
Embajada de Madrid y vino una vez por Feria de Sevilla con el
embajador Romero. Lo que planteó preocupó todavía más a
todos los presentes:
-- ¿Y sabemos qué piensa Sánchez Gordillo?
Powell tiró de fotocopia de la Agenda Gescartera de los
últimos viajes de Tony Blair y cayó en la cuenta del error,
del inmenso error. Se llevó las manos a la cabeza, con un
cabreo majestuoso:
-- ¿Pero qué clase de potencia mundial somos? ¿Cómo se
pueden hacer estas chapuzas? ¿Cómo podemos iniciar una guerra
contra el terrorismo sin haber consultado antes a Cañamero y a
Sánchez Gordillo?
Y como las desgracias nunca vienen solas, en ese instante le
pusieron sobre la mesa a Colin Powell la edición electrónica
de El Mundo, que habían sacado por impresora. Leyó,
consternado, en silencio, y con el gesto demudado comunicó a
los presentes:
-- No, señores, la cosa es más grave de lo que parece.
Miren lo que pone aquí: que Gaspar Llamazares dice que el
ataque es ilegítimo... A ver, que me pongan con Rota...
Le pusieron con Rota. Conectó el teléfono sin manos, para
que todos oyeran la conversación. El almirante americano de la
base se le cuadró telefónicamente. Se escuchaba un sonido de
banda de música al fondo:
-- ¿Qué ruido es ése?
-- La banda de la procesión de la Virgen del Rosario, señor
Powell...
-- ¿Y han consultado a Izquierda Unida antes de sacar a la
Virgen del Rosario? No cometan los mismos errores que
nosotros...
Sobre el ataque a Nueva York, en El
RedCuadro:
La
pista lepera Ya
ni la aburrida Suiza es lo que era
Más
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El
multimillonario
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En
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Lo
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terrorismo nos iguala con el Imperio
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