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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Salir en la tele

ME ocurre muchas veces en el hipermercado, al que le tengo muy buena afición. Como hay quien es aficionado al golf, yo, al híper. En vez de carrito de los palos, carrito de gastarse las pelas. En el híper se echan muy buenos ratos, a poca oreja que se pegue. Cientos de artículos salen de su reencarnación de Larra: sainetes de la vida diaria en el escenario de las calles de estanterías, las esquinas de las ofertas y los carritos. Carritos que forman venturosos embotellamientos ante la charcutería («¿esto es por número o por vez?»), en los estantes refrigerados de los lácteos. Me dan mucha alegría los embotellamientos de carritos en el híper. Cuanto más llenos vayan, mejor. Son el Ibex 35 de nuestra prosperidad. Mientras haya embotellamientos de carritos llenos de paletillas serranas en las calles de los hipermercados será señal de que la economía todavía va bien.
Y en el híper, de pronto, una señora, muy descarada, detiene su carrito ante de ti y te suelta a bocajarro, con mucho convencimiento:
-Yo a usted lo conozco...
-No sé, señora, quizá nos hayan presentado...
-No, yo a usted lo conozco de algo...
Y consulta a la amiga que va con ella, o a la hija, sin dejar de señalarlo a uno muy descarada, posesivamente:
-Niña, ¿de qué conocemos nosotras a este hombre?
Siempre es la consultada, la hija, la amiga, la prima, la vecina, la que da la clave:
-¿De qué va a ser? ¡De que sale en la tele!
La que te identificó a bulto no se lo acaba de creer:
-¿De verdad que usted sale en la tele?
-Pues no sé, señora, alguna vez sí que he salido, y hace ya mucho tiempo hice un programa con el inolvidable Tip, con el maestro Mingote y con mi compadre Ussía...
¿Para qué lo aclaras? La consultora de famas se apropia de la tuya pasajera:
-¿Tú no ves cómo te decía yo que este hombre salía en la tele? ¡Para que no te fíes de mí!
De lo que salgas, de maltratador de hembras o de anuncio de Covirán, poco importa. Cuando me han identificado, nunca me han preguntado la razón por la que salí: si por escribir un libro de gatos o por publicar la antología popular. Nada importa cuando a uno, en el hipermercado, lo convierten en prodigiosa aparición, en icono cercano: en señor que a pesar de haber salido en la tele... ¡está allí, arrastrando el carrito con la mortadela de aceitunas y el queso Cigarral que está en oferta! Si has salido en la tele y tu cara le suena a la señora del híper, ya tienen tema de conversación cuando vuelvan a su casa:
-Pepe, ¿a quién te crees que me he encontrado en el híper?
-No sé, Mari...
-!A uno que sale en la tele!
-¿Cómo se llama?
-Ah, el nombre no lo sé, pero tú has tenido que verlo también muchas veces en la tele, es uno así con gafas y con barba, que tiene un gato...
De nada vale que usted sea Nobel de Medicina, premio Príncipe de Asturias, presidente del BBVA. Lo elevan anónimamente a algo que a efectos del gran público tiene mucho más valor: salir en la tele. Con un matiz importante: para el público se está siempre en la realidad mucho mejor que en versión televisiva. Las identificaciones del híper acaban siempre con un elogio reconfortante:
-¡Pues que sepa usted que es mucho más joven de como sale en la tele y está más delgado!
Jóvenes, delgados, famosos... ¿A que va a ser verdad que el estado ideal del hombre es estar siempre saliendo por la tele, como Chaves en Canal Sur o como Zapatero en La 1?
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