Un pez, en una
playa de Alicante, ha compensado la mala fama de
asesinos que dan al común de los perros por culpa de
algunas razas. Sobre todo cuando en la tomatecracia
reinante hemos conocido todos los detalles de la
agresión que por parte de un perro con muy malas pulgas
sufrió una sevillana, madre de una virtuosa del rentable
arte del plató (de lentejás). Dijeron que a la señora,
cuya mano beso, le habían tenido que dar tantos puntos
en la cara que hasta alguno, pensando en tiempos del
caballero Serra Ferrer, dijo:
-¡Con la falta que le habrían hecho esos
puntos a nuestro Betis en mitad de la Liga!
La mancha de la mora del criminal perro
mordedor paseado por los platós se ha quitado con el pez
asesino de la playa de Alicante, que por poco deja
manquita a ese encanto de niña sevillana de Tomares,
Lucía Rodríguez Vegas. Ea, menos mal: hay peces que son
peores que los perros. Fue un pez que conozco de toda la
vida: la chova. Allí en Alicante le llaman «pez golfar»,
pero es la chova de siempre. Los viejos cajistas del ABC
de la calle Cardenal Ilundain, grandes pescadores, el
regente Frutos, el trianero tipógrafo Flores, el muy
demócrata ajustador Narváez, eran tela de aficionados a
enganchar chovas con su caña. O a presumir de haberlas
pescado. Te enseñaban la foto de la última chova como si
fuera de la familia. Pero como ya en los periódicos no
hay plomo, ni tipografía, pues los cajistas no van a
pescar la chova, que era un pez Gutemberg, no un pez
Bill Gates. Por eso hay tantas chovas asesinas sueltas
en Alicante: porque no están ya allí Flores ni Narváez
para pescarlas.
Y le destrozan la mano a una sevillanita
que es una delicia de niña. Lucía Rodríguez ha sido la
primera niña sevillana que ha recibido la visita
adelantada del Rey Negro de la próxima Cabalgata. El
Baltasar de Lucía estaba en la playa, vendiendo papas.
Estaba encarnado por un senegalés con menos papeles que
el impacto medioambiental del Metrocentro: Alou
Alassance. El negro rey Alou le echó a Lucía la
salvación de una mano. ¿Dónde hay que firmar no sólo
para que den permiso de residencia y de trabajo a este
hombre, sino para que el Ateneo lo nombre Baltasar en la
próxima Cabalgata?
Pero la mano de Lucía estaba malita. Y
estando en Alicante, con lo lejos que está Alicante,
¿saben dónde la han traído para que recupere la total
movilidad de su manita? Pues a Sevilla. A Traumatología
del Hospital Virgen del Rocío. Donde mismito unos
cirujanos plásticos que son una maravilla le dejaron la
cara a la sevillana mordida por el perro como antes de
pasar por el quirófano... y por los platós. Tras el
percance de Lucía, cualquiera hubiera pensado, como es
la moda, en llevarla a Houston. ¿Qué mejor Houston que
el Virgen del Rocío? Nos pasa con el hospital como con
tantas cosas de Sevilla: que como lo tenemos aquí, no lo
valoramos. No sabíamos, por ejemplo, que en Trauma está
«el mejor que haiga» en cuestión de cirugía reparadora
de la mano: el equipo del doctor Manzano. Al que
probablemente el sevillanito de la guasa le aplica su
desprecio del café:
-¿Pero cómo va a ser el doctor Manzano el
mejor traumatólogo de la mano del mundo, si yo tomo café
con él todos los días?
El sevillano se cree que todo el que toma
café con él vale tan poco como él y la dobla tan poco
como él; y en su desprecio propio y ajeno se equivoca.
Tenemos un Houston en el Virgen del Rocío en materia de
corazón, de trasplantes, de tantas y tantas
especialidades costosísimas, avanzadísimas, de Medicina
de alta tecnología, y no lo sabemos ni lo valoramos. El
Hospital sale en los periódicos cuando se ha roto el
aire acondicionado o se han saturado las urgencias
(entre otras cosas porque suprimieron las benéficas
Casas de Socorro y ahora hasta el Equipo Quirúrgico). No
valoramos el Virgen del Rocío porque confundimos un
hospital con un hotel Meliá. No, mire usted, las butacas
y el florero déjelo usted para la cadena Meliá. Que yo
me quedo con Trauma, y con Cardiología, y con tantas
especialidades del viejo Morato que están en primera
línea mundial. ¡Un remojón pá Houston!