EN la Cava de
los Gitanos de Triana había una gran tienda de muebles que
ya cerró y que llenó de estanterías para el televisor
todos los pisos sindicales que entregó el suegro de
Gallardón, el fidelísimo a sus banderas don José Utrera
Molina. Esa tienda se llamaba como el alcalde de Huelva,
pero sin Perico por delante: Rodri. Y por la vieja Radio
Sevilla aún de los Fontán hizo popularísimo un lema
publicitario: «Piense un mueble...Rodri lo tiene».
Cada vez que el BBVA saca uno de sus
estudios, me acuerdo de Rodri. Lo del BBVA es como los
muebles trianeros: «Piense un estudio estadístico...el
BBVA lo tiene». Gracias al BBVA y a sus estudios sobre lo
que antes se llamaba la renta per capita, nos enteramos de
que Andalucía era nuestro Tercer Mundo. Y nos seguimos
enterando de que ahora con el PIB lo sigue siendo, a pesar
de la Segunda Modernización y de la «rocalificación» hasta
del último arriate en las zonas verdes de Marbella. El
BBVA nos dice con sus estudios que 25 años de autonomía
han servido fundamentalmente para una cosa: para que, Al-mería
al margen, los catalanes sean cada vez más ricos y los
andaluces, cada vez más pobres. Y nos dice también el BBVA
que por culpa del nacionalismo y de la ETA, el campeón de
la Liga de la Riqueza ya no es el Athlétic, sino el
Mallorca, no las Vascongadas sino las Baleares.
Con el último estudio del BBVA sobre
«Estadísticas históricas de España en los siglos XIX y XX»,
a los bajitos nos han subido muchísimo la moral. Los
españoles hemos crecido 13 centímetros en siglo y medio.
Eso para un jugador de baloncesto no tiene la menor
importancia, pero para los que vamos por la vida de
señores bajitos, de momento nos da un alegrón. Hombre, a
algo de centímetros cabremos, ¿no se reparte la riqueza,
por qué no se ha de repartir la altura? Pero lo
consideramos más a fondo y hasta alquilamos pañuelos para
hartarnos de llorar. Si los españoles jóvenes cada vez son
más altos, los españoles puretones cada vez somos más
bajitos. Por muchas estadísticas que saque el BBVA, los
bajitos, por ejemplo, no alcanzamos los últimos estantes
de esos puñeteros muebles de cocina que los decoradores
colocan según las estadísticas del BBVA, todos dispuestos
a la altura de señores de 1,75, que es la media de los
nacidos en 1980.
Aunque digo yo que tampoco hay que tirar de
estadística histórica para ver el estirón que hemos
pegado, de la generación del Pelargón a los niños de los
huevos Kinder. Ahora, por ejemplo, andan todos a vueltas
con la Memoria Histórica de un Señor Bajito. Franco,
aparte de gallego, era un señor bajito. ¡La que lió el
señor bajito! Pero a diferencia de otro gallego de su
mismo oficio, del dictador Castro, que como es alto pensó
para el futuro en Mienmano Raúl, que es cortete, aquel
señor bajito vestido de caqui que había nacido en El
Ferrol cuando aún no era del Caudillo, ató el futuro de su
querida España como solemos aspirar los cortetes: más
alto. Los bajitos estamos encantados de que nuestros
hijos, como no se criaron con penurias y comieron ya
ternera y tigretones, sean más altos que nosotros. El
señor bajito del Ferrol pensó en la restauración de la
Monarquía porque quería dejar a España en manos de un
señor altísimo, de Don Juan Carlos de Borbón, y hagan
ustedes mismos la frase sobre el tratamiento de Alteza que
le concedió aquel Franco tan tibio en cuestiones de la
Corona.
Pero como bajito me deja finalmente otra
perplejidad el estudio del BBVA. Ya no vale el tópico de
que «el español es un señor moreno, bajito, con cara de
mala leche porque ha fornicado poco». ¿Cómo será el tópico
español talla 1,75? Pues quizá el que dio el estudio del
CIS: «El español medio es casado, católico y del PSOE,
tiene vivienda propia y cobra 1.122 euros al mes». España
no ha dejado de ser católica, pero ha dejado de ser
bajita.