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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La Goyesca

AYER tarde, en la plaza de toros de Ronda, la villalonesca de los toreros machos, en cuyo albero descansan las cenizas del que mejor abrió su compás en toda la Tauromaquia del siglo XX y que se llamaba Antonio Ordóñez Araujo, se celebró la anual corrida goyesca que, como casi todo lo que no cumple 70 años, ha hecho los 50, y que ha tenido su correspondiente memoria histórica... con esmoquin.
Había bofetadas por ir a la Goyesca, de la que mi admirado Zabala de la Serna llevará cumplida, sabia y florida crónica en este número de ABC, al modo de aquella de «Es de Ronda y se llama Cayetano». Aclaro que las bofetadas por ir a la Goyesca y su reventa a precios de Índice Nikkei no suelen venir por la afición a los toros, sino por un deporte nacional que si fuera olímpico, no perdíamos una medalla de oro: el deporte de pintar la mona. Más que a ver los toros, a la Goyesca se va a pintar la mona. Más que en Las Ventas, más que en la Maestranza, nunca tantos tan poco interesados por la fiesta nacional pagaron tanto para que los sacaran retratados figuroneando. La Goyesca de Ronda es como una prolongación sierra arriba y plaza adentro del decadente espectáculo del glamour pijo de Marbella. Es como La Meridiana con alternativa de Cayetano. Como el Marbella Club con banderillas de Rivera. Si no estabas ayer allí, hoy no eres nadie en Guadalmina ni en Sotogrande, ni mañana en Puerta de Hierro. Los personajes del Hola y del Tomate todos juntos, con el pueblo entero tirado a la calle, viéndolos llegar. Más que estar, lo socialmente importante en la Goyesca es entrar en la plaza. Que lo vean a uno entrar los rondeños, en la bulla como de la Macarena que rodea la plaza antes de la corrida. Plaza que por cierto tiene sacada de brillo, ensueño y oro, el teniente de hermano mayor de la Real Maestranza, marqués de Salvatierra.
Como no practico el pintamiento de mona, no he ido a figuronear en la Goyesca del doctorado de Cayetano. Pues estoy como el apodo que le corrigió a su bisabuelo aquel trincón revistero taurino a quien El Niño de la Palma dejó sin sobre, por lo que lo llamaba El Niño de la Palma...toria. Estoy palmatoria total, no tengo posición para pagar la reventa de la Goyesca ni para ponerme de punta en blanco en el pintamiento de mona de la entrada.
Pero si siguen mi meditación, verán que, aparte de lo que cuente Zabala de la Serna, comprobarán que no nos hemos perdido nada. ¿Por qué llaman Goyesca a la anual corrida septembrina de Ronda? Porque Rivera y su peón Hipólito, y Cayetano, y todos los montados, y hasta los areneros y mulilleros, van vestidos a la usanza de los personajes de Goya. Cuestión de guardarropía, de Casa Cornejo taurina. Si es por Goyesca, me quedo con la Goyesca de ZP. Eso sí que es una Goyesca. Mucho más de don Francisco de Goya y Lucientes que los vestidos de torear como de cartón de tapiz. ¿Qué más Goyesca quieren que esta España de «Los disparates», «Los caprichos» y «Los desastres de la guerra» del Gobierno socialista? La actuación del Gobierno parece inspirada por el mismísimo Goya: «El sueño de la razón produce monstruos». La razón está profunda, como un tronco, y nos produce estos monstruos goyescos cotidianos: el Gobierno pactando con los asesinos etarras que amenazan en sede judicial con pegarle siete tiros al fiscal; su presidente sacando otra vez la monserga del Irak en sede parlamentaria y sin dignarse dar los detalles de los desastres de la guerra a la que enviamos a los infantes de Marina; los cayucos llegando de tres en fondo y cantando la más trágica canción del Cola Cao en canaria sede humanitaria... ¿Les parece poca Goyesca esta España rota y avergonzada, donde cada noche, en La Moncloa, fusilan a la verdad y al buen gobierno? Menuda Goyesca esta España del No Passsa Nada...
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