SI tuviéramos
que poner en un libro las contradicciones ideológicas de
la mentalidad dominante, salía un Espasa. Lo digo por la
Nietísima. Ese encanto de señora que es Carmen Martínez
Bordiú, cuya mano beso y a cuya reciente boda montañesa
con el señor Campos fue media Sevilla, medio Rocío,
medio Jerez y media collación del Sagrario, con Moeckel
a la cabeza. La máxima contradicción es que al Gobierno
le faltan grúas para quitar las estatuas ecuestres de
Franco, y en cambio, desde la TVE pública que controla,
le faltan millones que gastar para poner a bailar el
chachachá a la nieta del Caudillo. Tengo que llamarla
para que me diga el secreto:
-Carmen, hija, ¿cómo te la has aviado
para que siendo una Franco legítima no te haya retirado
la grúa, y te tengamos que dar la enhorabuena por lo
bien que lo haces y el dinero tan curioso que te estás
ganando en el «¡Mira quién baila!»?
Y le preguntaré si es verdad el rumor:
que se ha casado con el montañés señor Campos y ha
dejado su casa de la Plaza de la Alianza, a fin de que
no se dé la contradicción hispalense de que la nieta de
Franco viva en la Plaza de Indalecio Prieto.
Aunque mejor deberían preguntar su
secreto a Carmen los hermanos mayores afectados por lo
que pretende el llamado Foro por la Memoria Histórica,
según ha informado desde la agencia Efe la brillante
Vita Lirola: «El Foro por la Memoria Histórica de
Sevilla rastrea desde la pasada primavera los vestigios
del régimen franquista que todavía son visibles en
monumentos y plazas de la ciudad, en los nombres de sus
calles e incluso en la denominación que recibieron
algunas de sus cofradías. El Foro no descarta emprender
también contactos con algunas cofradías para que
entiendan que quizá algunos nombres podrían cambiar: San
Gonzalo y Santa Genoveva, al igual que los barrios a los
que pertenecen, deben su denominación a Queipo de Llano
y a su mujer; la hermandad de la Paz se llama así por el
final de la guerra civil a favor los franquistas, al que
también hacen referencia el Cristo y la Virgen de la
Victoria.»
Si es por rastrear vestigios del régimen
franquista, que rastreen ciertas mayorías absolutas, el
nepotismo con hermanísimos y sobrinísimos, la
prepotencia de las unanimidades, la tiranía de lo
políticamente correcto, el régimen en que devino la
Junta: ahí sí que está la herencia del franquismo
sociológico. Los que en su día dimos la cara por las
libertades cuando el dictador estaba vivo y el terrible
comisario Creix en la Brigada Social de la Gavidia
podemos decirlo mejor que nadie. Bajar ¿ahora? a Franco
del caballo es una cobardía.
Y lo de las cofradías, mejor que lo dejen
quietecito, por la cuenta que les trae a los neorrojos.
Mejor que siga en pie la concordia sevillana de la
Constitución de 1978 en materia de quema de iglesias
durante la II República o los breves días que duró aquí
la guerra civil. Porque como se empeñen en quitar lo de
Victoria y Paz, o lo de Queipo en el Barrio León o en la
Macarena, nos espera que empecemos a hablar de todos los
templos quemados que cataloga Nicolás Salas en su
valiente libro «La otra memoria histórica» (editorial
Almuzara). El Buen Suceso, San Gil, Santa Marina, San
Marcos, San Román, San Roque, San Bernardo, Omnium
Sanctorum, Montensión, San Juan de la Palma, Santa Ana,
La O, La Concepción, Los Dolores del Cerro, Las
Mercedarias, Las Salesas no ardieron precisamente por un
cortocircuito, y con casi todas las imágenes y enseres
cofradieros dentro.
Ya digo: a ver si Carmen Martínez Bordiú
les revela su secreto a estas cofradías y de momento la
Memoria Histórica les paga todo lo que les destruyeron
los milicianos que metieron fuego a sus templos. En
cuanto al Porvenir, tranquilos, hermanos: nada más
políticamente correcto que la cofradía de la Paz. Del
Proceso de Paz, claro.