ERA cuando
España no estaba tan crispada. Cuando la izquierda no
apretaba a la derecha hacia fuera del mapa, haciéndole
la gata parida, para sepultarla en el Valle de los
Caídos. Cuando la derecha, a su vez, no tenía que
empujar a la izquierda hacia Paracuellos a base de
esquelas mortuorias. Era la España de la transición y
de la UCD, cuando más aire puro de libertad hemos
respirado. Cuando libremente podías decir lo que
pensabas ante amigos comunistas o socialistas.
En la televisión no se habían inventado
aún los platós tomateros y las deshonras previo pago
de su importe. Y en uno de ellos, donde se trataban
temas de la vida cotidiana, estaba Marujita Díaz con
su desparpajo de gracia. Había en la tertulia dos
progres de guardia. No recuerdo bien si ellos o el
moderador, el caso fue que sacaron a relucir la
doctrina pontificia sobre el aborto. Pusieron como no
quieran dueñas al Santo Padre; bueno, a Wojtila, como
ya era norma llamarle según el Libro de Estilo de la
Progresía, que ha devenido en los dictatoriales y
totalitarios 27 Puntos de la Falange de lo
Políticamente Correcto. Decían que si el aborto era un
asunto privado en el que el Papa no debía meterse; que
si la defensa de la vida que hacía el Papa esto; que
si Wojtila lo otro. Y en esto, Marujita Díaz, muy
seria, muy resuelta, cortó el discurso abortista y
sentenció:
-Miren ustedes: el Papa ha dicho contra
el aborto lo que tenía que decir, porque para eso es
Papa. Ahora, que hablando de Papa...¡de papas aliñás
me comía yo ahora mismito un lebrillo así de grande!
Y Marujita Díaz, a base de papas aliñás,
acabó con el cuadro de los abortistas.
Entonces.
Ahora es más que probable que a
Marujita Díaz le hubieran metido la cabeza dentro del
lebrillo de papas aliñás, ¡por facha! ¿Cómo podemos
medir lo que hemos perdido en libertades? Es que no
solamente el Papa no tiene libertad para decir lo que
tenga por conveniente, que para eso es Papa; nosotros
tampoco tenemos libertad para dar el discurso de las
papas aliñás de Marujita en defensa de sus libertades.
Estamos peor que cuando la dictadura. En la dictadura,
cuando ibas a decir algo, mirabas a ambos lados por si
había un policía de la Social. Si lo había, debías
callarte si no querías acabar en Carabanchel. Pero si
no lo había, podías decir lo que pensaras con total
libertad. Ahora no. Ahora tenemos que ir por la vida
logómetro en mano, para medir nuestras palabras según
ante quiénes estemos. Tienes que mirar muy bien quién
hay delante, cómo piensa, cómo vota, si vive de la
mangoleta del poder, si dependes de él, antes de que
puedas expresar tu pensamiento en libertad. Sí, miedo:
esa es la palabra, miedo. Miedo a que por expresar tus
ideas libremente te llamen carca y reaccionario. Miedo
al uso de las palabras. Si osas llamar negro al
africano con la piel de ese color, eres un racista. Si
dudas sobre las legalizadas bodas entre soldados de
Aviación, un homófobo. Y así sucesivamente, están
consiguiendo que todos nos radicalicemos. Hace veinte
años, no hubiéramos tenido que salir en defensa del
Papa. Ahora, con la del Papa, defendemos nuestra
propia libertad. Mientras logran la manipulación
máxima de llamar extrema derecha a la simple y llana
defensa de la libertad.
Lo que ha dicho el Santo Padre contra
el uso de la violencia en la propaganda de las
religiones tiene que rechinar ante la mentalidad
dominante y dominadora. En esta España amedrentada
ante lo políticamente correcto, entregada al Islam, a
la inmigración ilegal, a los terroristas de la ETA y a
lo que haga falta. Marujita Díaz tenía con la UCD
libertad para defender al Papa desde las papas aliñás.
Nosotros, ahora, ni eso. Si defiendes al Papa con las
papas aliñas te dicen que además de carca, frívolo.