TENGO
que apuntarme a un curso de educación
permanente de adultos. Como las balas.
Que incluya sendas asignaturas sobre
Teoría y Práctica de lo Políticamente
Correcto y Fundamentos de lo
Ecológicamente Conveniente. Porque yo
me creía que aquí no había habido más
invasiones que la de los musulmanes en
el 711 y la de los franceses en 1808.
¿Lo de ahora de las pateras y de los
cayucos, dice usted? Por favor, no se
meta a contraflecha. Usted necesita
como el comer un curso sobre lo
Políticamente Correcto. Eso de los
centroafricanos, los sudamericanos,
los rumanos y los polacos no es una
invasión. Ni un problema. Mientras
haya semáforos donde vender pañuelitos
de papel y chalés que asaltar, eso no
es problema. Y en un futuro darán
votos de progreso.
Usted
tiene que saber, como yo aprendí
viendo los programas de ecología de
Canal Sur TV, que las invasiones no
terminaron con Tarik y Muza, ni con
Pepe Botella y el Mariscal Soult.
Siguen en nuestros días. Pero no por
el lado que está usted pensando.
Andalucía padece la más peligrosa
invasión, que quita el sueño a la
Junta. Son las especies invasoras. Por
ejemplo, las uñas de león del borde de
las playas.
Servidor
creía que las uñas de león, con sus
bellas flores violáceas, eran
utilísimas, pues fijaban la arena y
embellecían nuestras costas. Recuerdo
a las uñas de león de toda la vida en
los veraneos infantiles en Rota. Todo
el borde marítimo de la playa de la
Costilla de Rota estaba sembrado de
uñas de león. Bueno, pues con las uñas
de león hay que acabar, porque como no
son de aquí, hay peligro de que ellas
acaben con nosotros. Son unas plantas
que han venido en patera. Sin papeles.
Irregulares. Y como todos los que
vienen, se reproducen tanto que
amenazan con llegar a convertirse en
mayoritarias. Y aquí me tienen a la
Junta, que, según vi en Canal Sur,
tiene puestas unas cuadrillas de
guardas forestales para arrancar a
mano las uñas de león allá donde se
hallen, especialmente en las ruinas
romanas de Baelo Claudia, en Bolonia.
No sé cuántas toneladas de uñas han
arrancado ya.
Porque
las uñas de león no son de aquí.
Como
tampoco es de aquí la lechuga de agua
de los canales de desagüe de Sanlúcar
de Barrameda. O las chumberas bravías.
O las yucas. Especies vegetales
invasoras que la Dirección General de
Gestión del Medio Natural de la Junta
está dispuesta a erradicar, con un
presupuesto de dos millones de euros.
Esto en cuanto a flora. Porque contra
la fauna invasora son más inflexibles.
Como aquellos cangrejos del Archiduque
que invadieron un día la Isla del
Arroz, ahora hay muchas especies
invasoras, que la Junta no está
dispuesta a regularizar. Sesenta ha
catalogado. Va a por ellas. Como el
mejillón cebra, que parece bivalvo que
se criara en los pasos de peatones. O
como la cotorra de Kramer, el galápago
de Florida, la tortuga china y un
chaparrón de especies invasoras más:
el cangrejo chino, la hormiga
argentina, la rana toro. La tira.
Especies prolíficas que la Junta
persigue con saña, hasta su total
erradicación, para que no les quiten
el sitio y el pan a nuestra fauna
autóctona.
Yo creía
que el mestizaje fue siempre
enriquecedor de nuestra flora y fauna:
el caballo árabe, el perro pastor
alemán, el jazmín de Persia, la
palmera de Arabia. Que perseguir
especies foráneas, humanas, animales o
vegetales, era racista y xenófobo.
Estaba equivocado. Contra la flora y
la fauna son políticamente correctos
el racismo y la xenofobia, en pro de
las especies autóctonas. En flora y
fauna sí que no hay en absoluto
papeles para todos. Por eso algunos
estamos dispuestos a fundar una ONG en
defensa de los derechos del mejillón
cebra. ¡Papeles para todos los
mejillones cebra! No sé cómo no se los
dan, con la cantidad de votos de
progreso que pueden dar los mejillones
cebra en las próximas elecciones
municipales...