EL
título de la institución es precioso: Real Academia de
Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. Están
viendo el estrado isabelino y su ambiente romántico, tan
Duque de Rivas, ¿no? A ese estrado ha subido un torero a
ofrecer una disertación académica. El torero es Enrique
Ponce. Con el Niño Marchena el flamenco llegó a la
Universidad y sentó cátedra de conferencia y cante en la
de Sevilla. Con el Niño de Chivas el toreo le ha puesto
paño de seda bordada al púlpito civil de la Academia de
Nobles Artes. ¿Habrá arte más noble que la Tauromaquia,
que lo iniciaron los caballeros hijosdalgo y luego echó
pie a tierra con los héroes del pueblo, y que fue nuestra
verdadera Revolución Francesa, el auténtico fin del
Antiguo Régimen señorial? Pedro Romero y Pepe Hillo, a
efectos del protagonismo del pueblo soberano reemplazando
a la nobleza, vienen a ser nuestros Danton y Robespierre.
Han pintado oros de toros en
las Bellas Artes de Córdoba estos días. Los Reyes
entregaron la medalla de las Bellas Artes a José María
Manzanares en la mezquita de los califas (de los califas
del toreo, naturalmente), y Ponce se echó los folios a la
izquierda para dar una conferencia sobre «Toros y toreros:
ayer y hoy» en una Real Academia. Donde tienen que estar
los toros. Medalla en pecho de Antonio Ordóñez, de Curro
Romero, de Pepe Luis Vázquez, del Viti, nadie duda ya que
el toreo es una de las Bellas Artes. En la lista de la
concesión anual de las medallas de Bellas Artes hay
siempre una plaza...de toros. Alguna vez plaza montada,
como cuando se la dieron a don Alvaro Domecq.
En cuanto a la disertación
de Enrique Ponce, no se crea que es el primer intento de
llevar el toreo a una Academia. En la Real de Bellas Artes
de Santa Isabel de Hungría de Sevilla se habló alguna vez
de elegir numerario a un diestro. Al fin y al cabo, Ponce
pronunció el discurso de ingreso de la Tauromaquia en las
Academias españolas. Algunos deseamos que sea mejor en
singular, y pronto: en la Real Academia Española. En la
Real Academia debería estar el toreo. ¿Por qué? Pues por
una frase que sobre Ponce en la Academia de su Córdoba
dijo la ministra de Cultura, a la que me encanta poder
elogiar en esta ocasión: «Una parte importante del
vocabulario que hablamos los españoles tiene un argot
taurino muy valioso».
La Fiesta es fuente viva de
creación de lenguaje. Más que las Ciencias Naturales o el
Álgebra. ¿Y por qué tiene que haber siempre en la Española
un académico en representación de la Biología o las
Matemáticas, si la química o la trigonometría no
enriquecen para nada el habla cotidiana, y no hay en
cambio ningún numerario torero, crítico taurino o
ganadero, siendo la Tauromaquia fuente vivísima del
lenguaje de la vida cotidiana? ¿Quién no dice que ve los
toros desde la barrera, que le puso un buen par de
banderillas, que está para el arrastre, que se lo salta a
la torera, que viene con las de un miura, que está al
quite, que se alivia a toro pasado, que lo levanta el
puntillero, que no hay quinto malo o que hasta el rabo
todo es toro? El DRAE está lleno de voces y expresiones
taurinas. Y más habría y más rigurosas si en la Academia
estuviera quien tiene que estar: alguien en representación
de la cultura de la Fiesta. Así, por ejemplo, podrían
añadirse nuevas acepciones a palabras que el mundo de los
toros ha cambiado de significado en nuestros días, como
«encerrona», que dice el DRAE que es «lidia de toros en
privado», cuando es El Cid con seis toros de Victorino
para él solito, a plaza llena. O como «portazo», que no es
«cerrar la puerta para desairar a uno», sino salir en
triunfo por la puerta grande. Figurar entre las Bellas
Artes con medalla no es suficiente para el toreo. Debe
estar con medalla de numerario en la Real Academia
Española. Y si el elegido es Curro Romero, filosofía pura
de la riquísima y creadora expresión taurina,
pues...¡hasta la bola!