EL
día 25, en el campo de fútbol del Écija, club de la
Segunda B, no habrá cartel alguno a favor de los «presos
vascos», que lo escriben así y muchos pronunciamos
«asesinos de la ETA». Vamos, por no pedir nada de los
delincuentes, en Écija no pedirán ni el acercamiento de
Los Siete Niños a su tierra. Ese día, en el campo de
fútbol de Écija, dedicado al patrón San Pablo, no habrá
bandera separatista alguna, ni gritos ni pancartas contra
España, ni enseñas de Suecia o de Irlanda en plan de
pitorreo. Écija es una ciudad tan saludable y agradable,
que vas al campo de fútbol y tienes la completa seguridad
de que no te vas a encontrar en el palco ni a Ibarreche ni
a Maragall, qué maravilla.
Te vas a encontrar, eso sí,
todo el arte de las viejas glorias del Betis, que forman
el equipo técnico del Écija Balompié: Rafael Gordillo,
Pedro Buenaventura, Roberto Ríos... Y te vas a encontrar a
una Ciudad del Sol mucho más agraciada que el Sort de la
lotería de Navidad, esa administración cuyo titular ha
sentado ya plaza de turista del espacio.
A Écija le ha tocado el
Gordo de la Copa del Rey: jugar el día 25 en su campo con
el Real Madrid. A Rafael Gordillo, aquella gloria del
Polígono (de San Pablo también, como el campo del Écija)
que se fue a Madrid a asar sardinas en su chalé de La
Moraleja, siempre le había visto una cara aniñada.
Gordillo sigue siendo un niño damnificado por la riada del
Guadalquivir, a la espera que a su familia le den un piso
sindical. Ahora me explico perfectamente esa cara de niño.
Gordillo ha sido el niño de San Ildefonso de esta lotería
copera de Navidad que ha sacado del bombo federativo de
los emparejamientos la bolita mágica que ha obrado la
maravilla de que el Real Madrid, siendo el Madrid, juegue
en Écija. Más que un partido de dieciseisavos de Copa
parecerá un congreso de astronomía: los Galácticos, en la
Ciudad del Sol. Y orgullosamente dentro del planeta
España.
Esta fase de la Copa del Rey
debería depender de Apuestas y Loterías del Estado. Cosa
del perro Pancho, vamos. Rafael Gordillo le ha chascado
los dedos en pitos flamencos a Pancho y, ya ven, Pancho ha
llevado a Écija una millonada, en forma de entradón en el
estadio de San Pablo para ver jugar al Madrid. Écija se lo
plantea todo con moral alcoyana. Rafael Gordillo,
vicepresidente del Écija Balompié, ha dicho: «Que no se
confíe el Real Madrid...» ¡Ole! Esta fase inicial de la
Copa es totalmente de Primitiva, de Bonoloto, de Gordo de
Gordillo. Empareja justicieramente a los grandes de los
grandes con los modestos de Tercera, de Segunda B, los que
juegan en campos de césped artificial y con una cuarta
parte de la mitad del diez por ciento de la cláusula de
rescisión de un galáctico cubren el presupuesto de treinta
temporadas. De menos, en anteriores Copas, hizo Dios a la
Gramanet, y ya ven la que formó eliminando a todo Goliat
que le tocaba.
La suerte del Écija Balompié
es doble. No sólo le ha caído el Real Madrid sino que no
le ha tocado el Barcelona. Con su separatismo y su odio a
España, las selecciones nacionales de la Señorita Pepis,
la del Señor Ibarreche y la del Señor Maragall, han
conseguido hacer odiosos a los equipos vascos y catalanes.
De aquel Athlétic de Bilbao que caía simpático a España
entera porque no fichaba extranjeros hemos pasado a éste,
que lo que no ficha son españoles nacidos fuera de
Vascongadas. El que cae simpático ahora en la España no
separatista es el Real Madrid, símbolo de la nación. Si al
Écija Balompié le hubiera tocado jugar con el Barsa no
hubiera sido ni la pedrea, nadie paga por ver a unos tíos
que no quieren ser españoles. Le ha tocado el Gordo de
Gordillo, el Real Madrid, y ya están montando las gradas
supletorias. ¿Para ver al Real Madrid? Sí, también. Pero,
sobre todo, para ver a unos señores que no odian a España
a patadas.