Iba
por la Punta del Diamante hacia allí, y me dijeron:
«Que la verdad no te estropee un buen artículo
metiéndote con la nueva Plaza Nueva». El caso es que
la verdad me lo ha estropeado. («Amicus Plato, sed
magis veritas».)
Así que estaba la mañana
de fiesta, como un anticipado Domingo de Ramos sin
palmas ni palcos. Oliendo al incienso del tío que lo
vende en cartujanas chimeneítas de barro sobre una
mesa de campimplaya. La gente echada a la calle, en
bulla menudita y simpática, llenaba la Avenida y la
Plaza. Como el verso de Góngora: «El discreto y dulce
oficio de mirar». Estaba la gente alegre, quincándolo
todo. Novelereando contenta. Los optimistas, echados a
la calle. Sólo faltaba el primer nazareno. Y las
sillas de la carrera oficial. Mañana gozosa y soleada.
Los Gozos de Diciembre que anuncia El Monte,
estrenando la Plaza Nueva.
Que tan malamente no ha
quedado. Ha quedado muy bien. Me temía lo peor, y lo
peor no ha llegado. La Plaza ha ganado en
tranquilidad, en sosiego. No han tocado a lo que no se
debía tocar, como el monumento de San Fernando y el
pavimento de dibujos taraceados con chinos lavados. Ni
a las farolas, ni al viejo mármol de la solería que
antiguamente fregaban con aljofifa las limpiadoras del
Ayuntamiento. Sobran los bancos de madera, pero me han
dicho que son de Ikea y que los van a devolver, que
están en garantía.
La Plaza, la verdad,
está un poco disfrazada de Pascuas y de exposición
itinerante. Cuando habrá que verla será cuando pasen
estos días y todo vuelva a la normalidad, al encanto
provinciano de siempre. No se ha subrayado
suficientemente, pero lo más nuevo de la Plaza Nueva
es el silencio. La Plaza Nueva antes era de barrio, de
capa; ahora es de silencio, de ruán. Es como una Plaza
América sin palomas. Algo distinto. Tiene un grisáceo
aire centroeuropeo importante. Yo esta plaza, este
silencio, lo he visto y escuchado antes. No sé si en
Munich o en Ginebra, en Francfort o en Zurich, en
Bruselas o en Viena.
-No, no, esto es Viena:
Viena con manteca colorá.
Sí, Viena con el cazón en
amarillo de Barbiana al lado. El caballo de San
Fernando, en la Real Escuela Española de Viena. Viena
con la manteca de nuestra gracia:
- Niña, Mari, yo creo
que la Plaza la han tenido que poner más grande, esto
antes era más chico.
Se nos pone a todos
pinta de extranjeros en nuestra propia tierra, en este
nuevo entendimiento del centro, con la Plaza Nueva de
guiri. Y ojalá Sevilla sea una ciudad más culta y
menos jacarandosa. No es yo me desdiga de cuanto he
escrito. A mí me gustaba más Sevilla siendo Sevilla y
no yendo de Viena. A mí me gustaba más un centro donde
pudieran entrar los residentes con el coche y con las
bolsas del supermercado. Donde los compradores de los
comercios no tuvieran que portear las bolsas hasta los
chirlos mirlos de la Puerta Jerez. Un centro para las
personas... que viven en el centro y del centro. Y si
es por tranvía, me gustaba más el de Tranvías de
Sevilla S.A. de toda la vida, el que te llevaba por
toda la Ronda, y no este Tren Playero de apenas un
kilómetro, lo menos que se despacha en tranvía. Todo
lo cual no obsta para hacer constar en acta que los
sevillanos están encantados con la Plaza Nueva. Así al
menos les vi las caritas en la mañana de estreno, con
el viejo oro del sol pasado a terciopelo nuevo.
Pero agárrate, Catalina,
que ahora viene lo bueno: lo que más me gusta de la
Plaza Nueva es... la Avenida. Lo que de verdad les ha
quedado como una gran calle peatonal europea es la
Avenida, en el ya abierto trozo de la vieja calle
Génova. El ambiente es tan centroeuropeo que te parece
que vas a oír hablar en alemán. La Avenida hace
esquina con Alemanes por eso. Esa Sevilla europea y
refinada de los tríos de música de cámara de la calle
Tetuán, pero a lo ancho y a lo largo. Centroeuropa
haciendo esquina con el tinto de Casa Morales.
Ha habido sevillanos
escandalizados por el horizonte de vergas en las
desnudas esculturas del polaco desconocido que ha
emprestado la caja catalana. Yo no me he
escandalizado. Creo que esos desnudos masculinos con
el mandado fuera son los más apropiados para la
ocasión. Pues hay que reconocer que lo de la Plaza y
sobre todo la Avenida le ha quedado al alcalde del
cara...cter.