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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Esto es Viena con manteca colorá

Iba por la Punta del Diamante hacia allí, y me dijeron: «Que la verdad no te estropee un buen artículo metiéndote con la nueva Plaza Nueva». El caso es que la verdad me lo ha estropeado. («Amicus Plato, sed magis veritas».)
Así que estaba la mañana de fiesta, como un anticipado Domingo de Ramos sin palmas ni palcos. Oliendo al incienso del tío que lo vende en cartujanas chimeneítas de barro sobre una mesa de campimplaya. La gente echada a la calle, en bulla menudita y simpática, llenaba la Avenida y la Plaza. Como el verso de Góngora: «El discreto y dulce oficio de mirar». Estaba la gente alegre, quincándolo todo. Novelereando contenta. Los optimistas, echados a la calle. Sólo faltaba el primer nazareno. Y las sillas de la carrera oficial. Mañana gozosa y soleada. Los Gozos de Diciembre que anuncia El Monte, estrenando la Plaza Nueva.
Que tan malamente no ha quedado. Ha quedado muy bien. Me temía lo peor, y lo peor no ha llegado. La Plaza ha ganado en tranquilidad, en sosiego. No han tocado a lo que no se debía tocar, como el monumento de San Fernando y el pavimento de dibujos taraceados con chinos lavados. Ni a las farolas, ni al viejo mármol de la solería que antiguamente fregaban con aljofifa las limpiadoras del Ayuntamiento. Sobran los bancos de madera, pero me han dicho que son de Ikea y que los van a devolver, que están en garantía.
La Plaza, la verdad, está un poco disfrazada de Pascuas y de exposición itinerante. Cuando habrá que verla será cuando pasen estos días y todo vuelva a la normalidad, al encanto provinciano de siempre. No se ha subrayado suficientemente, pero lo más nuevo de la Plaza Nueva es el silencio. La Plaza Nueva antes era de barrio, de capa; ahora es de silencio, de ruán. Es como una Plaza América sin palomas. Algo distinto. Tiene un grisáceo aire centroeuropeo importante. Yo esta plaza, este silencio, lo he visto y escuchado antes. No sé si en Munich o en Ginebra, en Francfort o en Zurich, en Bruselas o en Viena.
-No, no, esto es Viena: Viena con manteca colorá.

Sí, Viena con el cazón en amarillo de Barbiana al lado. El caballo de San Fernando, en la Real Escuela Española de Viena. Viena con la manteca de nuestra gracia:

- Niña, Mari, yo creo que la Plaza la han tenido que poner más grande, esto antes era más chico.
Se nos pone a todos pinta de extranjeros en nuestra propia tierra, en este nuevo entendimiento del centro, con la Plaza Nueva de guiri. Y ojalá Sevilla sea una ciudad más culta y menos jacarandosa. No es yo me desdiga de cuanto he escrito. A mí me gustaba más Sevilla siendo Sevilla y no yendo de Viena. A mí me gustaba más un centro donde pudieran entrar los residentes con el coche y con las bolsas del supermercado. Donde los compradores de los comercios no tuvieran que portear las bolsas hasta los chirlos mirlos de la Puerta Jerez. Un centro para las personas... que viven en el centro y del centro. Y si es por tranvía, me gustaba más el de Tranvías de Sevilla S.A. de toda la vida, el que te llevaba por toda la Ronda, y no este Tren Playero de apenas un kilómetro, lo menos que se despacha en tranvía. Todo lo cual no obsta para hacer constar en acta que los sevillanos están encantados con la Plaza Nueva. Así al menos les vi las caritas en la mañana de estreno, con el viejo oro del sol pasado a terciopelo nuevo.
Pero agárrate, Catalina, que ahora viene lo bueno: lo que más me gusta de la Plaza Nueva es... la Avenida. Lo que de verdad les ha quedado como una gran calle peatonal europea es la Avenida, en el ya abierto trozo de la vieja calle Génova. El ambiente es tan centroeuropeo que te parece que vas a oír hablar en alemán. La Avenida hace esquina con Alemanes por eso. Esa Sevilla europea y refinada de los tríos de música de cámara de la calle Tetuán, pero a lo ancho y a lo largo. Centroeuropa haciendo esquina con el tinto de Casa Morales.
Ha habido sevillanos escandalizados por el horizonte de vergas en las desnudas esculturas del polaco desconocido que ha emprestado la caja catalana. Yo no me he escandalizado. Creo que esos desnudos masculinos con el mandado fuera son los más apropiados para la ocasión. Pues hay que reconocer que lo de la Plaza y sobre todo la Avenida le ha quedado al alcalde del cara...cter.

 

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