A
los enfermos que no les dan con la tecla de su
mal, nada les inquieta y preocupa más que el
médico les cambie inesperadamente el
tratamiento. Les hace pensar que hacen
experimentos con ellos, que soplan flautas
terapéuticas, a ver si suenan por casualidad.
Eso más o menos le ha pasado a España con la
ETA. Con una diferencia: el tratamiento que
España le estaba aplicando a la ETA le iba
divinamente. Era el que Roberto Alcázar y Pedrín
llamaban jarabe de palo. Nada había más efectivo
que el tradicional y clásico Jarabe de Palo, ora
Forte, ora Retard, que prescribía un médico
infalible, el Estado de Derecho, y que se
dispensaba en cualquier juzgado o comisaría de
guardia, con receta del seguro. Del seguro fin
de la ETA.
Pero llegó un
mediquito joven, recién salido del cascarón del
MIR de las primarias de su partido, y dijo que
la sabia eminencia que había recetado el Jarabe
de Palo no sabía nada de Medicina. Que lo que
necesitaba la enfermedad de toda malignidad que
aquejaba a la nación era un cambio radical e
inmediato de medicación. Que el Jarabe de Palo
no conducía a nada, y que había que sustituirlo
inmediatamente por un tratamiento de diálogo, en
dosis de caballo. De caballo del Apocalipsis,
naturalmente. Que la enfermedad sólo podía
curarse mediante el Proceso de Salud.
Así se explica
todo lo sucedido y ahí tienen las claves
secretas del Debate del Paripé del lunes. Lo que
está pasando con la ETA y con los paños
calientes a la ETA es como si usted estuviera
malísimo, con un calenturón, afectado por un
virus letal, y llegara un mediquito que le
dijera que lo que hay es que dialogar con el
virus para que se avenga a razones, en vez de
pegarle chutes de medicinas. Que hay que abrir
inmediatamente un Proceso de Salud. Estoy oyendo
a ese médico tarambana, que va de sanador
milagroso, en la cabecera del enfermo gravísimo:
-Espere usted,
buen hombre, no se preocupe, que esto que tiene
es que a los virus no se les puede hacer la
puñeta de la forma que el otro médico se la
venía haciendo, inflándolos a jarabe de palo. A
este virus que usted tiene hay que darle mucha
charlita y mucha vitamina T: talante, tenacidad,
temple. Y mucho diálogo. Si usted me autoriza a
dialogar con este virus en cuanto deje de
producirle el fiebrón que tiene ahora, verá cómo
yo consigo curarle, mediante el Proceso de
Salud. ¿Con qué medicina, dice usted? Ah, no,
con ninguna medicina. Hay que olvidarse del
Jarabe de Palo para siempre. La curación como se
consigue bien es con el Proceso de Salud, con el
diálogo, «hablando se entiende la gente». Hay
que pactar con los virus, negociar con ellos.
Diálogo para la Salud, no se olvide usted. Ya
verá cómo logramos el fin de la enfermedad.
Y suelta el
médico, ante la perplejidad del enfermo,
iniciando el Proceso de Salud, al entablar
negociaciones con el virus:
-¿Virus, estás
ahí? Mira, virus, bonito, escúchame, sé bueno.
No me hagas subir la fiebre de este enfermo, que
voy a darte todo lo que tú quieres, pero con
talante y con diálogo. Sí, ya sé, quieres
destrozarle el hígado, encharcarle los pulmones
y paralizarle la función renal. Tranquilo, que
con tal de que no haya fiebre ni ningún síntoma
escandaloso, con tal de que el enfermo ni me
tosa, yo te voy a dar todo lo que reclamas, tus
pulmones, tu hígado, tus riñones, todo lo que me
pidas. Para eso, te prometo que desde hoy mismo
queda suspendido el tratamiento de Jarabe de
Palo que iba a acabar contigo. Nada, nada, todo
sea por el Proceso de Salud. Lo que pide esta
familia atribulada es la Salud, a cualquier
precio. ¿De qué nos sirve tener hígado, riñones
o pulmones si no tenemos la ansiada Salud?
El enfermo, claro,
pese a tanta charlita, siguió enfermísimo. Se le
presentó una complicación circulatoria en una
pierna. Se la tuvieron que amputar. El médico no
se inmutó. Dijo en su optimista persistencia en
el error:
-La amputación de
una pierna no es suficiente para que no
continuemos en nuestro esfuerzo tenaz en el
diálogo con el virus por el Proceso de Salud.
En ésas estamos.
En manos de un Doctor Liendre que de nada sabe y
de todo entiende.