UN
catedrático de Filosofía que fue mi maestro en
la Universidad Hispalense, don Jesús Arellano,
decía que para hablar bien en público sólo
hacían falta dos cosas:
1. Tener algo
que decir
2. Decirlo.
Para que el
Estado de Derecho pueda mostrarse en toda su
plenitud y grandeza, sólo son necesarias dos
cosas:
1. Querer que el
Estado de Derecho actúe.
2. Hacerlo
actuar conforme a las leyes.
Tengo un plan
infalible para acabar con la ETA, sin tantas
mayúsculas del Proceso, del Consenso y de la
Unidad. El plan es muy simple:
1. Querer
derrotar a la ETA.
2. Derrotarla
aplicando los recursos del Estado de Derecho.
Si les cabe
alguna duda acerca de este más que democrático
y legítimo método, pueden hacerle le prueba
del algodón de Farruquito. No le es ajeno el
algodón a Farruquito, a cuya glorificación
asistimos en sus primeras jornadas
carcelarias. Se presentó en su boda vestido de
azucarado algodón de feria, en versión de
frac. Ha ingresado en la cárcel vistiendo un
blanquísimo chándal blanco de algodón, con «Oregón»
cruzándole el pecho como la cruz de Santiago a
Velázquez en las Meninas. El blanco y carísimo
chándal carcelario era como el traje de
campaña del mismo algodonoso Ejército cuyo
uniforme de gala vistió para la boda.
¿Por dónde
íbamos, antes que nos metiéramos en la
Pasarela Sacromonte de las tendencias de
Farruquito? Ah, sí, por Farruquito como Prueba
del Algodón del Estado de Derecho. Si les cabe
alguna duda acerca de lo fácil que es aplicar
las normas del Estado de Derecho contra los
delincuentes (y la ETA es una banda organizada
de delincuentes, no se olvide), ahí tienen las
lorquianas 5 de la tarde en que Juan Manuel
Fernández Montoya, como un Camborio legítimo,
ingresó voluntariamente en la prisión Sevilla
2 ataviado con blanco chándal y dos maletones
en la Andalucía de los maletines.
El Estado de
Derecho, para meter a Farruquito en la cárcel
y, antes, para detenerlo, juzgarlo y
condenarlo a la luz del Código Penal, no ha
necesitado hacer concesión alguna. El Estado
de Derecho, para meter a Farruquito en la
cárcel, no ha necesitado que Fernández Montoya
prometa que no va a arrollar a peatón alguno
más con su auto «sin», como la cerveza 0,0:
sin carné de conducir, sin seguro, sin
respetar la velocidad máxima. El Estado de
Derecho, para meter a Farruquito en la cárcel,
no ha tenido que iniciar más Proceso que el
que establece la Ley de Enjuiciamiento
Criminal. El Estado de Derecho, para meter a
Farruquito en la cárcel, no ha tenido que
convocar un pleno extraordinario del Congreso
de los Diputados a fin de establecer un
consenso entre todos los partidos. Al Estado
de Derecho, para meter a Farruquito en la
cárcel, le ha bastado y sobrado con la Policía
y los jueces. Justo con lo que bastaría para
poder derrotar a la ETA, si es que la
quisieran derrotar.
Al abogado de
Farruquito se le fue viva la mejor línea de
defensa. Le hubiera bastado con decir que su
defendido era miembro de Batasuna, o
negociador en Zurich, o parlamentario del
Partido de las Tierras Nekanes, un héroe de la
paz, vamos, para que, como Otegui, aun
condenado, nunca hubiera tenido que ponerse el
chándal blanco carísimo del ingreso en
prisión. O para que, como Josu Ternera, aun
condenado y en busca y captura, las fuerzas y
cuerpos que lo quincaran se pusieran
inmediatamente a silbar el «Volando voy,
volando vengo» de Camarón y a mirar al techo,
a fin de disimular y no fastidiar Proceso
alguno deteniéndolo.
Por si fueran
pocos argumentos, al defensor de Farruquito se
le ha ido vivo, sobre todo, el mejor: el del
cordón sanitario. El supremo principio de que
aquí No Passssa Nada, y si pasa algo, es por
culpa del PP. Farruquito, artista inmenso cuyo
arte todos reconocemos, seguiría en libertad,
deleitando al mundo con su baile, si le
hubieran aplicado, como a la ETA, ese
principio. Ya saben: la muerte de aquel peatón
fue culpa del PP. Que es el que tiene la culpa
de todo en esta España donde No Passssa Nada a
pesar de que la ETA ha cometido dos asesinatos
más.