Más
que el Cura Chamizo, que cae para la parte de la
terraza del Bar Cairo, el verdadero Defensor del
Pueblo de esta ciudad está más hacia el Arenal, en
la calle Aduana. Donde El Pali se empernacaba en
su silla con el respaldar vuelto, Joaquín Moeckel,
que tal es el nombre de este defensa central de
Sevilla, se empernaca y encampana con las quejas
de quienes le piden auxilio. La gente va allí como
al Tribunal Constitucional, a pedir amparo en los
casos más diversos. Acude para que lo defienda en
su honor y en sus derechos el arquitecto municipal
al que quieren largar el mochuelo de la carpa de
la Davis. Acude en solicitud de amparo Sonia
Alías, la chavala que ayer sacó el paso de gloria
del Niño Jesús de Praga y que quiere sentar plaza
de costalera en Semana Santa. Moeckel conseguirá,
y si no, al tiempo, que la sevillana de su vecino
El Pali se pueda cantar con esta letra: «¿De quién
es esa cuadrilla/ que tan bien el palio mece?/ Es
de las niñas de Sonia,/ las que defiende Moeckel».
Como supremo
argumento, Moeckel sostiene que si la mujer puede
ir como «marine» de los Estados Unidos al Irak,
por qué no va a poder salir de costalera en la
Semana Santa.
-Porque la Semana
Santa no es la guerra de Irak, joé...
O sí. No tengo salud
para esta batalla del machismo y no seré yo quien
contradiga los argumentos de Moeckel en la defensa
cívica y cofradiera de Sonia Alías y de las
mujeres costaleras. Que serán «las niñas», como
los primeros hermanos costaleros fueron «los
niños». Incluso propongo que en la Facultad de
Derecho sea creada una Cátedra de Derecho
Cofradiero, pues con tanto recurso, tanta papela
camino de Palacio, tanta norma y tanta chuminá nos
hace falta.
Si las mujeres
pueden ya salir de nazarenas, ¿por qué no van a
poder ir de costaleras? No ha esgrimido Moeckel el
supremo argumento del lenguaje, que le ofrezco
para su línea de defensa, y sin trincar. El habla
de capataces y costaleros hace siglos que está
argumentando en favor de Sonia Alías y de las
niñas. ¿Qué es lo primero que hace un capataz
cuando va a fijar el cuadrante y el programa de
trabajo de las cuadrillas de su hermandad, qué es
lo que se está haciendo en todas las cofradías en
estas fechas?
-La igualá...
Pues eso es lo que
quieren Sonia y su defensor del pueblo cofradiero:
igualar. Igualar en derechos a costaleros y
costaleras. Aplicar a la gente de abajo y al mundo
del martillo el igualitarismo política y
cofradieramente correcto. Desde la memoria y desde
la historia, la voz clásica de los capataces para
ordenar la levantá, la voz del maestro Rafael
Franco, la voz de Alfonso Borrero, la voz del
Gordo Penitente, está diciendo lo mismo que el
letrado de la calle Aduana:
-¡Tós poriguá,
valientes!
Basta con una leve
corrección no sexista del lenguaje para que no
haya problema:
-¡Tós poriguá,
valientes y valientas! ¡A ésta es!
Lo demás son leves
retoques de lenguaje:
-Llámate un poquito,
Vanessa.
-Yésica, aguántame
esa trasera...
O este otro:
-Sonia...
-¿Qué?
-Que te voy a
llamar...
-¿Tienes mi número
de móvil, guapo?
Para evitar esto
último, se imponen las capatazas. Tós poriguá bajo
el palo y tós poriguá en el martillo. ¿No van
mujeres guardias civiles junto a los pasos? ¿Por
qué no han de ir capatazas con su terno negro en
la delantera, con siete mil ayudantas, todas con
su medalla? Y en la trasera, esperando los
relevos, esos novios de las costaleras junto al
tío (o la tía) de la escalera y al Santizo (o la
Santiza) de la caña del palio. Es que estoy
viéndolo. A igualitarismo a mí no hay quien me
gane, maestro Luis León, a ver si dejamos de darle
a la jacha macarena del dragón. Haga usted como
yo, que soy tan igualitarista, don Luis, que no
solamente defiendo que las mujeres salgan de
costaleras, sino que los tíos, si son hermanos y
están al corriente de la cuota, puedan ir de Fe y
de Verónica en Montserrat.