NUNCA
hasta la otra noche había visto a un señor
trajeado de tapicería. Pero no de tapicería
resultona de Laura Ashley o de Gastón y Daniela,
no. Tapicería de «mujeres, a leuro el kilo», de
puesto de gitanos aleluyas del mercadillo. Vi a un
señor trajeado de tapicería del Piojito. ¿Quedaban
más metros, hijo mío, que quiero hacerme un terno
así y estrenarlo el Domingo de Ramos, que a mí a
modernidad no hay quien me gane? Hablo de la gala
de los premios Oscar, que es como en Cádiz les
llaman a los Goya, para que nadie pueda darte el
premio de la rima fálica con el apellido del
pintor.
Y si me sorprendió
ver al señor tapizado presentando la gala, más que
pasaran las estatuillas y las estatuillas, los
lujosísimos trapos y costosas pieles de las
progres Visa Oro, y allí nadie citara la bomba de
Barajas, como antaño la guerra de Irak. Ni
condenaran a la ETA, como antes le mentaban sus
castas todas a Bush. Hasta que ayer Oti Rodríguez
Merchante me dio la clave en su esclarecedora
Tercera de ABC. Para la pipirijaina del
titirimundi la consigna era que no había consigna.
Habían dejado la consigna en consigna. Una
maravilla. Con razón dicen que el cine es una
fábrica de sueños. En la tómbola oficial de la
fábrica de sueños, por unas horas no insultaron a
los diez millones de votantes de la derecha ni
nada. Sin que sirva de precedente, los progres de
Visa Oro, de los que viajan en gran clase a
Chiapas y se alojan en hoteles de cinco estrellas
para mostrar su solidaridad a los zapatistas de
allí como se la muestran, trincando, a los
zapateristas de aquí, pronunciaron sus discursos,
dieron las gracias, y no dijeron palabra alguna
que comenzara por P: ni Paz ni Proceso, ni PP. La
única P de la noche fue la P de Penélope. Una
maravilla.
Maravilla que
demuestra que son unos monstruos. Mientras se
celebraba la gala, media Andalucía, gobernada por
sus amiguetes, estaba bajo un inmenso temporal,
como de exteriores de una película de naufragios.
Una autovía de la red nacional, la A-92, estaba
cortada por la nieve y por la incompetencia. Como
la gente no suele hacer caso a los avisos de la
Dirección General de Tráfico y se empeña en ir al
trabajo, acudir al médico, visitar a los parientes
y esas cosas, pues hubo un montón de
automovilistas atrapados. No Passssa Nada.
Andalucía es de los nuestros. Como No Passssa Nada
en el Estrecho con ese temporal. Un barco, el
«Sierra Nava», a las mismas horas de la consigna
de silencio en los Goya, encallaba en el Estrecho.
En esa otra Costa de la Muerte que es el Estrecho
de Gibraltar. Costa de la muerte de las criaturas
que perecieron en las pateras de la playa tarifeña
de los Lances, cuando todos se preocupaban
muchísimo de los linces y no de los pobres moros
que se ahogaban en el Estrecho. El Estrecho del
embudo. Al avío que se va el tío. De aquellos
muertos del Estrecho no se hablaba, como no se
habla de los dos ecuatorianos asesinados por la
ETA en el aparcamiento de Barajas. De este barco,
del «Sierra Nava», segunda edición del «Prestige»,
«Prestige» a la andaluza, ya sin Fraga ni Aznar en
el poder, tampoco hay que hablar. De chapapote
está poniendo las playas de la bahía de Algeciras
hasta las mismas trancas, 350 toneladas de
petróleo lleva en sus tanques, pero da lo mismo.
Como Algeciras está en Andalucía, y en Andalucía
mandan los nuestros, y como la cuestión de los
barcos depende de Magdalena Álvarez, y Maleni es
de los nuestros, aquí no habrá quien saque esta
vez pegatina alguna del «Nunca mais», ni civil
Camino de Santiago con los voluntarios yendo a
recoger chapapote. Entre otras cosas, porque no
vamos a tirarle como entonces el chapapote a la
cara al presidente del Gobierno, porque es de los
nuestros.
Son unos artistas.
Los titirimundis de la pipirijaina de los Goya
(sin premio) y los que viven del poder e islas
adyacentes. Unos virtuosos de la consigna. Están,
como el presentador, tapizados. Tapizados de
unanimidad. Es una maravilla cómo de Rubalcaba y
Blanco abajo, todos repiten como loritos la
cantinela del argumentario que han recibido esta
mañana. Ellos sí que se merecían el premio Goya a
la mejor superproducción de manipulación de la
verdad.