EMPERRARSE
en celebrar un Carnaval en Sevilla es
aproximadamente como querer hacer el camino de
Santiago para llegar al Rocío. Ganas de sacar las
cosas de quicio. El Carnaval no tuvo nunca arraigo
popular en Sevilla. Lo poquito de Carnaval que
hubo aquí antes de la guerra civil fue en todo
caso justo lo contrario que quieren presentarnos:
fue un Carnaval burgués, de bailes de sociedad en
los círculos y casinos, de desfiles de automóviles
con «distinguidos sportmen» y «bellas señoritas»
disfrazados con lujerío, en batallas de papelillos
y serpentinas por Las Delicias. Quienes quieran
saber, que lean el libro de José Aguilar. Nuestro
refinado Carnaval ni era de la Alameda ni era
populachero. La Alameda iba por otro lado, por el
flamenco. O por la influencia que tuvo la estancia
en Sevilla del Tío de la Tiza, quien trajo el
gusto por las comparsas gaditanas, como ha
estudiado Javier Osuna. Para que sus coristas lo
cantaran en el café flamenco de Silverio
Franconetti (y no en el Carnaval) escribió Antonio
Rodríguez el piropo a Sevilla de su famoso tango
«Con el sombrero en la mano/como personas de
diplomacia».
Confundiendo
caracoles con cabrillas, en la transición, viendo
el éxito que el Carnaval recuperado para febrero
por la democracia tenía en Cádiz, al andalucista
Ortiz Nuevo, que venía tirado en paracaídas desde
Archidona, se le ocurrió como concejal de Fiestas
recuperar el Carnaval de la Alameda (sic). El
Carnaval que nunca existió. Me acuso, padre, de
tener parte de culpa, pues en aquellos años,
cuando aún vivían los últimos supervivientes de la
murga, con Ignacio Martínez grabamos con la
productora de Gonzalo García Pelayo un disco en el
que Manolín, Escalera, Oliveira y Pepineti
reconstruían las coplas de la murga, más de Velá
de Santa Ana que de Carnaval, coplas que hicieron
famosas figuras históricas como Regaera, Los
Rondán, Los Medinas Sevillanos, Pavón o Carabolso.
Murgas que no eran de Carnaval, sino de las
veladas veraniegas, del Teatro Portela, de los
puestos de cristales de la Alameda. Mi error fue
titular aquel disco «Murga sevillana de la
Alameda», lo que indujo a los progres instalados
en el poder del tripartito municipal (PSOE, PCE y
PA) a creer que lo que el trianero Manolín hacía
en verano en la Alameda era Carnaval, cuando lo
que en verdad hacía era lo mismo que ahora muchos
del Ayuntamiento: murga. Murga todo el año.
Para que siga el
pitorreo del dirigismo del Carnaval han
plantificado ahora una carpa en la plaza de San
Lorenzo. Los vecinos protestan con razón. El
Ayuntamiento dice que pertenece al «tradicional
Carnaval», ¡toma ya! Ni tradicional ni Carnaval.
Imitación mala de lo peor de Cádiz, del morazo y
del colocón, es lo que aquí, erre que erre, millón
sobre millón, viene intentando el Ayuntamiento sin
el menor éxito. A los sevillanos que de verdad les
gusta el Carnaval, como en su día Fernández Júlbez
con Los Caperucitos Enrollaos o ahora El Canijo de
Carmona (Los Cocineros) y Álvarez Seda (Los
Jorobados), hacen lo que hay que hacer: irse a
Cádiz, que en Cádiz hay que ma... ¡Quillo! Allí sí
que hay un Carnaval popular, y no este triste y
costoso Carnaval municipalizado y sin arraigo, que
sólo sirve para buscar el voto sectario de grupos
marginales. Y para dar por saco a los vecinos de
San Lorenzo, barrio de los señores que nunca tuvo
nada que ver con el que nos quieren meter con
calzador como «tradicional Carnaval». Si en Santa
Cruz de Tenerife, siendo aquel Carnaval a la
brasileña lo que es, un juez ha prohibido que se
haga en la calle, tras las denuncias de los
vecinos, ¿cómo vamos a tener que aguantarlo aquí?
Y encima, en una carpa. Que busquen y encuentren
la carpa de la Copa Davis, que eso sí que es
Carnaval. Demasiado Carnaval tenemos ya con
aguantar a los antisistema disfrazados de presos
de Guantánamo. O con el Carnaval del cuarteto
«Pimentel y Otros Tres que Están Como Él», que
tras representar su parodia «Andaluces, levantaos»
se han vuelto a sentar y se han disuelto. O con el
Carnaval de Paula Garvín gastándose nuestro dinero
en Kenia, supongo que disfrazada de negrita del
Cola Cao o de guanamino: Guana a Mí No, Guana a Mí
No me des la murga con una carpa de Carnaval
delante del Gran Poder. ¿No sabes que a los
Señores de Sevilla nunca les gustó el Carnaval?