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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Una carpa ante el Señor

EMPERRARSE en celebrar un Carnaval en Sevilla es aproximadamente como querer hacer el camino de Santiago para llegar al Rocío. Ganas de sacar las cosas de quicio. El Carnaval no tuvo nunca arraigo popular en Sevilla. Lo poquito de Carnaval que hubo aquí antes de la guerra civil fue en todo caso justo lo contrario que quieren presentarnos: fue un Carnaval burgués, de bailes de sociedad en los círculos y casinos, de desfiles de automóviles con «distinguidos sportmen» y «bellas señoritas» disfrazados con lujerío, en batallas de papelillos y serpentinas por Las Delicias. Quienes quieran saber, que lean el libro de José Aguilar. Nuestro refinado Carnaval ni era de la Alameda ni era populachero. La Alameda iba por otro lado, por el flamenco. O por la influencia que tuvo la estancia en Sevilla del Tío de la Tiza, quien trajo el gusto por las comparsas gaditanas, como ha estudiado Javier Osuna. Para que sus coristas lo cantaran en el café flamenco de Silverio Franconetti (y no en el Carnaval) escribió Antonio Rodríguez el piropo a Sevilla de su famoso tango «Con el sombrero en la mano/como personas de diplomacia».
Confundiendo caracoles con cabrillas, en la transición, viendo el éxito que el Carnaval recuperado para febrero por la democracia tenía en Cádiz, al andalucista Ortiz Nuevo, que venía tirado en paracaídas desde Archidona, se le ocurrió como concejal de Fiestas recuperar el Carnaval de la Alameda (sic). El Carnaval que nunca existió. Me acuso, padre, de tener parte de culpa, pues en aquellos años, cuando aún vivían los últimos supervivientes de la murga, con Ignacio Martínez grabamos con la productora de Gonzalo García Pelayo un disco en el que Manolín, Escalera, Oliveira y Pepineti reconstruían las coplas de la murga, más de Velá de Santa Ana que de Carnaval, coplas que hicieron famosas figuras históricas como Regaera, Los Rondán, Los Medinas Sevillanos, Pavón o Carabolso. Murgas que no eran de Carnaval, sino de las veladas veraniegas, del Teatro Portela, de los puestos de cristales de la Alameda. Mi error fue titular aquel disco «Murga sevillana de la Alameda», lo que indujo a los progres instalados en el poder del tripartito municipal (PSOE, PCE y PA) a creer que lo que el trianero Manolín hacía en verano en la Alameda era Carnaval, cuando lo que en verdad hacía era lo mismo que ahora muchos del Ayuntamiento: murga. Murga todo el año.
Para que siga el pitorreo del dirigismo del Carnaval han plantificado ahora una carpa en la plaza de San Lorenzo. Los vecinos protestan con razón. El Ayuntamiento dice que pertenece al «tradicional Carnaval», ¡toma ya! Ni tradicional ni Carnaval. Imitación mala de lo peor de Cádiz, del morazo y del colocón, es lo que aquí, erre que erre, millón sobre millón, viene intentando el Ayuntamiento sin el menor éxito. A los sevillanos que de verdad les gusta el Carnaval, como en su día Fernández Júlbez con Los Caperucitos Enrollaos o ahora El Canijo de Carmona (Los Cocineros) y Álvarez Seda (Los Jorobados), hacen lo que hay que hacer: irse a Cádiz, que en Cádiz hay que ma... ¡Quillo! Allí sí que hay un Carnaval popular, y no este triste y costoso Carnaval municipalizado y sin arraigo, que sólo sirve para buscar el voto sectario de grupos marginales. Y para dar por saco a los vecinos de San Lorenzo, barrio de los señores que nunca tuvo nada que ver con el que nos quieren meter con calzador como «tradicional Carnaval». Si en Santa Cruz de Tenerife, siendo aquel Carnaval a la brasileña lo que es, un juez ha prohibido que se haga en la calle, tras las denuncias de los vecinos, ¿cómo vamos a tener que aguantarlo aquí? Y encima, en una carpa. Que busquen y encuentren la carpa de la Copa Davis, que eso sí que es Carnaval. Demasiado Carnaval tenemos ya con aguantar a los antisistema disfrazados de presos de Guantánamo. O con el Carnaval del cuarteto «Pimentel y Otros Tres que Están Como Él», que tras representar su parodia «Andaluces, levantaos» se han vuelto a sentar y se han disuelto. O con el Carnaval de Paula Garvín gastándose nuestro dinero en Kenia, supongo que disfrazada de negrita del Cola Cao o de guanamino: Guana a Mí No, Guana a Mí No me des la murga con una carpa de Carnaval delante del Gran Poder. ¿No sabes que a los Señores de Sevilla nunca les gustó el Carnaval?

 

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