ERA
cuando la guerra del Golfo. Como era de los
nuestros, nadie levantó la voz, ni se puso
pegatinas del «no a la guerra», ni lo llamó
«asesino», cuando Felipe González envió soldados
españoles a aquel lejano frente en el que no se
nos había perdido nada y cuyos tristes
videojuegos de la muerte vimos en la CNN como
quien contempla la mascletá de las Fallas. Y eso
que los soldados que envió González no eran
tropa profesional, sino mozos de reemplazo. Como
aquel gobierno era tan progresista y tan
pacifista (¡por aquí!), no había suprimido la
mili obligatoria. Eso lo haría Aznar, pero con
el complejazo habitual, sin que se enterara
nadie. Ay, madre, ¿se imaginan la demagogia que
hubieran montado si el servicio militar
obligatorio lo hubiesen suprimido los
socialistas? Pero como con la mili obligatoria
acabó un gobierno facha, carca y reaccionario,
pues nada.
Iba por los
letales fuegos artificiales sobre Bagdad
retransmitidos en vivo y en directo por la CNN.
Iba por la primera guerra de Irak. La primera
guerra mundial de Irak, pues vamos por la
segunda. Era por estas fechas. En pleno
Carnaval. Y en Cádiz, cuna de la Libertad y de
la gracia, el cuarteto «Tres notas musicales»,
donde estaban dos genios, José Peña Herrera «El
Peña de Cai» y Juan Villar «El Masa», hizo la
máxima proclamación de pacifismo al cantar su
estribillo:
Ay, qué
casualidad
ahora una
guerra mundial...
La gente no
respeta
ni que estamo
en Carnaval.
El Peñita de Cai
ya murió. Aquel enorme Buda de la gracia que era
El Masa también murió en su partidito del barrio
de la Viña y, como en una segunda edición del
fallecimiento de Silverio Franconetti, tan gordo
era que tuvieron que sacar sus restos por el
balcón, pues por la escalera no cabía. Valle
Inclán puro. Solana puro. Echo muy en falta al
Peña y al Masa en estos días de referéndum
andaluz. Van los encuestadores por la calle, y
cuando preguntan al personal si saben que el que
viene, Domingo de Carnaval, es el referéndum
para la reforma del Estatuto de Autonomía, la
gente contesta:
-¿El refe...qué?
Tenían que estar
vivos los cuarteteros geniales para que sacaran
el estribillo sobre la más absoluta falta de
entusiasmo que nunca hubo ante una consulta
popular. Para que reflejaran el clima de
estricta indiferencia con que los andaluces
contemplan el triste espectáculo de unos
políticos apasionadísimos en defender ellos con
ellos un Estatuto que no interesa a nadie, más
que a los que viven de la autonomía, del
entramado de intereses y del clientelismo que
con tanto acierto como conocimiento mi
dilectísimo Ignacio Camacho denunciaba aquí a
mano derecha el otro día. Tenían que estar vivos
El Masa y El Peña para que le pusieran a tan
triste espectáculo su estribillo actualizado:
Hay qué
casualidad
el domingo hay
que votar...
El Chaves no
respeta
ni que estamo
en Carnaval...
¡Con tal de
mangar!
Con la de domingos
que hay en el año, no han podido elegir otro que
el de Carnaval. Aunque bien mirado, es lo más
propio. ¿Qué son las papeletas de este
referéndum que no interesa a nadie sino inútiles
papelillos de un triste Carnaval? ¿Qué son sino
vacuas serpentinas los discursos sobre la
reforma de un Estatuto que no hacía falta
ninguna reformarlo ni nadie lo había pedido? A
Andalucía la han disfrazado de Cataluña y le han
puesto la careta de la «realidad nacional». Le
pintaron los coloretes de la deuda histórica, le
plantaron las ropas de mamarracho de la
exclusiva blindada de las competencias sobre
flamenco y, vámonos que nos vamos, ea, ya somos
una nación. Y yo, Chaves, soy el Jefe del
Estadito Andaluz. Los partidos, encima, se
enzarzan en disputas que dejan al personal,
sobre indiferente, cabreado. Se trata no de
perfeccionar una autonomía, sino de perpetuar el
régimen de Chaves. Conmigo que no cuenten. Que
cuente con mi «no» este Chaves que no respeta ni
que estamos en Carnaval.