"Don Juan Valderrama fue una víctima del
mairenismo"
El escritor Antonio Burgos, autor del
volumen de memorias del cantaor Juan Valderrama titulado 'Mi España
querida', (La Esfera de los Libros, 2002) reivindica en esta
entrevista la dimensión flamenca del popular intérprete fallecido
recientemente, del que afirma que "fue precursor de la fusión"
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Juanito Valderrama,
con Antonio Burgos |
SEVILLA.
Biógrafo pero por encima de todo amigo. "Eso sí, siempre le traté de
don, porque le tenía mucho cariño pero sobre todo mucho respeto. Ha
sido el único amigo al que traté de don hasta el final". Antonio
Burgos habla con pasión de su amigo fallecido al que quiere
reivindicar ante todo como flamenco, "porque ese fue el
reconocimiento que persiguió en su última época, que se reconociera
su contribución enorme al flamenco como cantaor enciclopédico que
era". Según Burgos fue la flamencología de los años cincuenta la que
trató de regatearle al de Torredelcampo esta condición. "Valderrama
es una víctima del mairenismo, pero al final le ha ganado la partida
a Mairena. El mairenismo dominaba los medios de comunicación y los
festivales en pleno franquismo. Sólo Ricardo Molina escribió bien de
él. Pero Valderrama era un enorme conocedor del flamenco: hizo su
primer bachillerato flamenco en Villa Rosa, donde conoció el cante
de Chacón. Y luego en Sevilla, en la Alameda de Hércules, con La
Niña de los Peines y Tomás Pavón, hizo su segundo bachillerato
flamenco. Y llevó a una fusión de ambas escuelas, la de Chacón y la
del cante gitano".
"En el fondo en el flamenco hay un conflicto étnico. Lo que pasa es
que eso es muy duro y nadie lo ha formulado así. Un conflicto étnico
en la que la supuesta minoría oprimida, una vez obtenido el poder,
impone su criterio. Fue sobre todo a partir de la publicación de
Mundo y formas del flamenco y de la creación del Festival de Córdoba
y de la tertulia flamenca de Radio Sevilla, a la que nunca invitaron
a don Juan Valderrama, que se puso de manifesto este conflicto. Una
lucha sorda racial no estudiada. Nadie habla de ella porque es
políticamente incorrecto hacerlo. Valderrama era un hombre muy
tolerante en este sentido, como empresario no tuvo problemas en
apoyar a intérpretes tanto gitanos como no gitanos", denuncia.
Valderrama, recuerda el escritor, tenía un conocimiento profundo de
los cantes y una memoria asombrosa. "Conocía a todas las figuras del
flamenco pero también a los artistas menos populares: sabía por
vivencia propia la escuela y la trayectoria del guitarrista más
anónimo. Era una persona extraordinariamente vital. El final le
sorprendió en varios proyectos, no sólo de recitales, y de todos
ellos hablaba y se ocupaba con la misma ilusión que cuando empezó.
Estaba muy ilusionado, por ejemplo, con la conversión del libro de
memorias en una serie de televisión".
Burgos señala las características artísticas en Valderrama: "Era muy
aficionado. Y su dominio de voz era asombroso. Su aportación a este
arte es doble. Su condición de autor: La primera comunión, El
inclusero y todas sus canciones son una crónica social de su tiempo
a la forma en que después lo haría la canción catalana, Víctor
Manuel, etc. Se adelanta en cincuenta años a lo que yo llamo
flamenco con sifón, esto es, al flamenco fusión. ¿Por qué Lágrimas
Negras es estupendo y El emigrante no? Valderrama fue pionero.
Aunque por otro lado la fusión ha existido desde siempre: ahí está
el Manolo Reyes de Vallejo. Ellos se anticiparon a este fenómeno."
Respecto a que su condición de autor no responda a una ideología
concreta, como ocurrió en los años sesenta y setenta Burgos señala
que "fue un cantautor desde la ideología suprema que es la del
pueblo. No es un intelectual que se acerca al pueblo sino un hombre
del pueblo que canta como tal. No necesitaba tener voluntad
populista porque tenía sentimiento popular. Era la misma voz del
pueblo que cantaba lo que estaba pasando alrededor. No necesitaba
una premisa ideológica: no cantaba o componía desde la ideología
sino desde la vida".
Sobre su experiencia personal con el cantaor, su biógrafo afirma que
"escribí siempre a favor de Valderrama, incluso en plena tormenta
mairenista. Yo fui el que le puse don Juan. Si la Piquer era doña
Concha, Valderrama debía ser don Juan. Era un artista sin vanidad,
sin soberbia. Jamás perdió la pasión por el cante y el respeto al
público. Cumplidor al máximo, en contra del mito social del flamenco
juerguista y dilapidador, sin dejar de ser tan artista como el que
más. Me contaba que siempre tenía en cuenta que al día siguiente
había función doble y a las dos de la noche, en plena juerga, se
retiraba a descansar".
Preguntado por su origen periférico desde el punto de vista
flamenco, puesto que Jaén está fuera de ese triángulo básico,
acuñado, una vez más, por la flamencología mairenista, responde
Burgos con los versos de un fandango: "En toda la Andalucía /no hay
un pueblo como el mío,/ se llama Torredelcampo/ vaya nombre y
apellío.. Pero su obsesión fue siempre Sevilla, él sabía que esta
ciudad era la capital del cante". Su carácter oral, su gusto por
contar cosas y su excelente memoria también están en las plabaras de
Burgos: "siempre contaba las mismas historias y con las mismas
palabras. Era como una cinta magnetofónica de sí mismo. Al contrario
del Beni, que siempre contaba sus embustes de una manera distinta,
Valderrama contaba sus verdades siempres con las mismas palabras. Su
memoria era muy literaria, tenía la fuerza descriptiva de la
tradición agraria andaluza".

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Valderrama: Mi España querida" Toda la información sobre el libro
Juanito Valderrama: cante y coplas
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