Como se las han buscado
por cante, la copla les da la razón: "Toíto es acostumbrarse/ cariño le
coge el preso/ a la reja de la cárcel". Bueno, el preso... El preso, el partido del
preso, el amigo del preso, la familia del preso, los partidarios del preso, los
correligionarios del preso, el abogado del preso.. A todo se hace el cuerpo. Los
mecanismos de defensa de la condición humana. Parece que los dos que están dentro no
hubieran hecho otra cosa en su vida que estar en la trena. Como los otros van a las
puertas de la cárcel acuden con más naturalidad que las gitanas de la comunicación del
locutorio. Los churumbeles de los dos, es que no se deseparan de la puerta...
Como la ardilla de la fábula,
tantas idas y venidas, como el antiguo, sucio oso blanco de la Casa de Fieras, están los
dos dando vueltas por el patinillo. En menos de horas veinticuatro, parece que siempre
hubieran estado guardados en Guadalajara. Estos paseítos por la muralla real de la
cárcel los hemos visto ya, cien veces. Son iguales en el Informe Semanal del día
de la Merced, en la Cuerda de Presos de Jesús Quintero. Corta es la cuerda del
patinillo, pero largo oficio de chabolo tienen ya. Cuando salía Rafi Escobedo no era un
preso. Era Rafi Escobedo entre rejas. Cuando salía el duque de Feria no era un preso. Era
el duque de Feria entre rejas. Cuando sale Mario Conde no es un preso. Es Mario Conde
entre rejas. Pero estos dos se han vestido de presos, andan como los presos. Cuando les
sale tan bien la representación del papel de presos es que algo de delincuentes
llevarían en la masa de la sangre... Este oficio no aprendido, que les sale de dentro, de
presos de toda la vida, seguro que no lo tiene ni Joaquín, el gitanito guardacoches de mi
barrio, que lo han guardado por dar un tirón, quemado de droga, desesperadito, sin que
nadie haya ido a despedirlo a Sevilla 2.
Con los pantalones cortos que
parecen el bañador de Nanclares de Oca o Puerto 2, el uno tiene más pinta de preso
todavía que el otro. Lo que es la cárcel. El señor vizconde va ya vestido como
Joaquín, el gitanito de mi barrio. Ya teníamos en la cárcel a Conde y ahora tenemos al
vizconde. El vizconde parece el otro, el que fue policía antes que fraile en éste que me
da la impresión de que fue convento desamortizado hecho trena alcarreña.
Claro que este del pantalón
largo, el preso con menos pinta de preso, cumple una especial pena accesoria. Por si no
fueran bastantes los diez años que le han metido entre pecho y espalda, encima se ha
llevado al chabolo el último libro de Joaquín Leguina, lumbrera de la literatura
española contemporánea. Tiene que ser duro estar en la cárcel y encima leyendo a
Joaquín Leguina. Que yo sepa, no lo han condenado a trabajos forzados. Debe de ser la
redención de penas por el trabajo esto de leer a Leguina, qué trabajo. En tal caso, si
por cada libro de Leguina leído en el talego te rebajan un mes de la pena, ni indulto, ni
nada... Mándenle las obras completas de los 150 novelistas de Carmen Romero y en una
semana han redimido la pena por el trabajo. El trabajo de leer a esos señores tan pesados