Luis
Aragonés se va del Betis. Del Betis bueno... Bueno, ¿y a mí qué me importa? Mientras
no se vaya el Betis mismo... Y el Betis, gracias a Dios no hay peligro de que desaparezca,
como no puede desaparecer de la noche a la mañana el Guadalquivir, pongo por caso...
Mientras no se vayan las trece barra del escudo y su espíritu... Digo lo del
Guadalquivir, porque sostengo desde hace mucho tiempo que el Betis es el puente, y los
entrenadores, los presidentes, la plantilla, el río. ¿Qué es el Betis? Un espíritu, un
sentimiento. Si me apuran, una fe, con sus profetas, como El Chato Moguer, como Tenorio,
como Ventura Castelló. Una fe, con su templo, que es el estadio Benito Villamarín. Una
fe, con sus cánticos religiosos, Beeetis, Beeetis, Beeetis, que es el gregoriano
de las catacumbas de la Segunda o es el Beti Creator de la Copa del Rey. Una fe con
sus jaculatorias, como el mucho Betis es. Una fe de la feligresía, en la que hay
un párroco. Al que llaman "mister", por usar el lenguaje de los tiempos, el
beticismo es una religión que usa la lengua vernácula para sus cultos, aunque podía
seguir hablando en el latín romano del Betis Augusto si le diera la gana, una vez sabido
que Trajano el de Itálica, como el San Fernando de la capilla de la Virgen de los Reyes,
era bético.
Esos párrocos de la
feligresía cambian de vez en cuando, como cambian los arzobispos de la sede bética. ¿Se
acaba la fe porque de arzobispo esté Bueno Monreal o Amigo Vallejo? No, padre, la fe
sigue, y continuamos diciendo que la Macarena es la Madre de Dios y que el Gran Poder es
su hijo.
--- Al que le reza Lopera...
No, señor mío: Lopera es el
que ahora está de arzobispo bético, archiepiscopus baeticensis, que se dice en
latín, Emmanuelis Loperae, archiepiscopus baeticensis. Pero la fe no tiene
nada que ver con los arzobispos. Creíamos en la Virgen de los Reyes a pesar de los puros
que se fumaba y de las comilonas que se pegaba Bueno Monreal, como creemos en el Gran
Poder a pesar de la soberbia franciscana de Amigo Vallejo. Y en cuanto a los párrocos,
pues para la fe de la feligresía es de todo punto accidental que el párroco sea el Cura
Don Francisquito o don Manuel Ruiz Mantero, Don Otilio o don Antonio González Abato, el
Cura Botella del Tiro de Línea. La fe mueve montañas y la fe bética mueve presidentes y
entrenadores sin que se renuncie a uno solo de los dogmas de esa religión.
Le dije un día delante de
José María García a Lorenzo Serra Ferrer que el entrenador del Betis es siempre el
oficiante del templo, pero que el báculo y la mitra, los ornamentos sagrados que le
revisten de la autoridad y gloria, son del club. Sostengo, pues, que el entrenador del
Betis es siempre algo accidental. Tanto, que algunos entrenadores han sido un completo
accidente, algunos hasta de siniestro total. ¿Quién se acuerda ahora del que era
entrenador con Rogelio o con Del Sol? ¿Quién se acuerda ahora del entrenador de cuanto
las fatiguitas de Portu, Vilariño y Cifuentes? Aquí nos acordamos, en todo caso, del
arte: del arte de la gabardina de Iriondo, que está pidiendo una vitrina en el futuro
Museo del Beticismo, o del arte de aquel "mister" extranjero sacado a hombros:
"Sí, afición Betis buena, sacar hombros, pero a mí quitar cartera..." En los
anales del Betis queda el arte, que va administrando un interino llamado entrenador,
mientras que el espíritu del beticismo es el fijo de plantilla.
Se va Aragonés. Del
Betis bueno... Bueno, ¿y a mí qué me importa? Se va Aragonés. Bueno, pues que vaya
mucho con Dios. Viene Denilson, que es lo que importa, y quedan Alfonso y Finidi. Y está
la afición. La mancha de la mora con otra verde, verde del Betis bueno, se quita. Se
puede ir Aragonés y se puede ir Lopera, que el Betis estaba antes que ellos y el Betis
seguirá estando. Mientras no se vaya Gregorio Conejo, por poner una encarnación (y una
calle Regina) del espíritu del Betis, aquí no pasa nada.