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Entre
las muchas cosas que admiro de Rafael
Alvarez Colunga ,
más que su hospitalidad, más que su generosidad, más que su
capacidad de iniciativa empresarial o de asuntos relacionados
con las tradiciones andaluzas del toro o del cante, más que su
colección de coches de caballos, más que su barco de Mazagón,
más que su casa del Rocío, más que su balcón de saeteros en
la Semana Santa, más que su sombrero alancha o más incluso que
su renta y su patrimonio (que no se los salta un galgo de Manuel
Torre), es su laboratorio portátil. Igual que otros llevan el
teléfono móvil o la agenda electrónica, Tito
Lele lleva siempre
consigo el laboratorio portátil que le ha agenciado Nicolás
Muelas. Nunca olvida Lele el laboratorio portátil, que es una
maravilla. La otra tarde me lo enseñó en la sede de la CEA.
Digitalizado, informatizado, monitorizado y todo lo que termina
en ado, el Lele le mete la muestra de lo que sea al laboratorio
y al instante tiene los resultados por una pequeña impresora
que el archiperre lleva.
Lele nunca se olvida el laboratorio portátil. ¿Que va al
Rocío? Allá que se lo lleva. Le es utilísimo, por ejemplo, en
la hospitalidad de su casa. Canta Manolo Mairena, pasan los
platos de gambas, coge Lele el laboratorio, le da a una tecla, y
le dice inmediatamente: "Indice de colados, 83%;
coeficiente de gorrones, 95%". Llega la Feria, engancha, y
desde la carretela le da a la tecla, que inmediatamente le
refleja la situación: "Coeficiente de pintamonas, 76%;
índice de chuflas por metro cuadrado, 1,9".
Alvarez Colunga se llevó el laboratorio portátil a Praga,
donde iba de séquito empresarial de Chaves. Allí le llegó la
noticia del aceite de orujo, que eso no es una noticia, eso es
una puñalá trapera en las fuentes de creación de riqueza de
Andalucía. Gracias a que llevaba el laboratorio portátil pudo
ver las consecuencias y, lo que es más importante, saber los
remedios. Introdujo los datos, y el laboratorio, que sabe
latín, le dio el siguiente informe: "Trátase de una
serpiente de verano puesta en circulación por un peligroso
virus político, la Celia Malacitana, que altera los naturales
equilibrios de las cosas en todo los medios donde se halla, pues
es un bichito que se caracteriza porque mete la pata donde
quiera que pone la mano. Altas concentraciones de este peligroso
virus político fueron halladas anteriormente en el mal de las
vacas locas, donde se acantonó en los huesos del puchero, y en
las listas de espera de la Seguridad Social. El virus Celia
Malacitana está alimentado por un caldo de cultivo que los
científicos denominan Arriola Assesoris, que suele alterar las
neuronas de los gobernantes en cuyas cercanías se halla. Lo
más grave del caso es que si bien se han obtenido resultados de
laboratorio anulando el virus Celia Malacitana con altas dosis
de Sindicato Médico Libre y de Asaja, la influencia del Arriola
Assesoris hace en la práctica inocuas todas las medicaciones
indicadas. Urge, por tanto, la inmediata retirada del mercado
político de todos los productos que contengan altas
concentraciones de Celia Malacitana. "
Y así fue cómo Tito Lele, tras leer el informe de su
laboratorio portátil, dio en todo el bebe. Señores, no hay que
retirar del mercado el aceite de orujo. Lo que de verdad
tranquilizaría al personal es que retiraran de una vez por
todas del mercado a la Celia Malacitana. Pero cualquiera es el
guapo, con el Arriola Assesoris al lado...
Sobre Celia
Villalobos, en El RedCuadro:
La puntillera
Las
cruzadas de Celia: el hueso del puchero
Las
vacas de Celia Villalobos
Celia Villalobos, la Matilde Fernández del PP
Sobre las vacas locas
en El RedCuadro:
Las
vacas locas y los toros de Victorino
Las
vacas locas, nueva colza
Qué asco, esos cadáveres de vacas en el telediario
Carmen
Sevilla, investigadora de vacas locas
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