Los
americanos, que acabarían con Castro el día que bombardearan
el Malecón habanero con hamburguesas, quieren destruir a los
talibanes a base de mantequilla de cacahuete. No sé cómo
andarán los Estados Unidos de marquesas desocupadas, pero el
filantrópico bombardeo de Afganistán con raciones de rancho en
frío me huele a Rastrillo. Al reparto de raciones le pones tres
o cuatro famosas de Hollywood con un delantal de tata antigua y
te sale talmente el puesto de la señora Bush en el Rastrillo.
Nosotros también fuimos un día bombardeados por el
Rastrillo americano, pero lo nuestro fue más literario. Forma
ya parte del florido pensil y de la nostalgia escolar de la
generación del Pelargón. La ayuda americana nos daba leche en
polvo y un misterioso queso rosa. Aquellos polvos de la leche
escolar española traen estos lodos de las raciones
estrictamente americanas con que están bombardeando a los
afganos. Igual que Llamazares talibanea y protesta contra la
guerra al terrorismo, no sé cómo Rafael Ansón y Manuel
Martín Ferrand no han enviado ya a Washington la queja de la
Academia de Gastronomía y de la Cofradía de la Buena Mesa. No
hay derecho a bombardear impunemente a estas criaturitas con
mantequilla de cacahuete, uno de los inventos más diabólicos
de la cultura americana, y que se lo pregunten, si no, a los
jóvenes españoles que en su sueño americano del COU en
Estados Unidos tuvieron que padecer todo un curso de almuerzo a
base de bocadillo de mantequilla de cacahuete preparado
amorosamente por la madre adoptiva del intercultural American
Field Service.
Lo malo de los Estados Unidos es que siempre quieren salvar
al mundo poniendo un MacDonald, y no la paella de Norma Duval.
Hasta que montan la hamburguesería, mandan leche en polvo,
queso rosa o mantequilla de cacahuete. Imperialismo alimentario
se llama la figura. Esas raciones deberían ser reflejo de la
coalición mundial contra el terrorismo, no de la imperial
comida-basura americana. ¿No hemos puesto Rota y Morón y vamos
a mandar la socorrida fragata "Santa María"? Pues
podríamos también mandar pinchos de tortilla y bocadillos de
calamares. Hombre, lo suyo sería el Jabugo y la pata negra,
pero está el Corán de por medio y Laden podría decir como
aquel cuarteto del Carnaval gaditano: "No me tires
bocadillos que jamón, que me puedo mosquear". En vista de
lo cual propongo el empleo de un arma secreta de la alta
tecnología bélico-gastronómica andaluza: el cañonazo de
pescado frito. Tú le pegas un cañonazo de pescado frito a esos
escuchimizados lugartenientes de Laden con pinta de obispos del
Palmar de Troya, y con el hambre que arrastran los muy asesinos
es que tardan dos minutos en quitarse el turbante y ponerse una
gorra de béisbol.
Sobre el ataque a Nueva York, en El
RedCuadro:
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está Cañamero...
Oriana Fallaci, veni,
prego...
La
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terrorismo nos iguala con el Imperio
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