Uno
de los milagros constantes de la Semana Santa como forma de
detener el paso del tiempo es que los viajeros románticos
siguen existiendo. Cada día llegan, ahora en el Ave como
entonces en la diligencia de Carmona la que por la vega pasas.
Gracias a los viajeros románticos se acuñó en buena parte la
imagen de Andalucía. Y gracias a los nuevos viajeros
románticos seguimos descubriendo claves de descubrimiento de
nuestro pueblo, que a nosotros se nos ocultan.
La Semana Santa es tiempo propicio para que a pocas
relaciones que tengas, en la hospitalidad de la tierra te caiga
la responsabilidad de recibir, atender y acompañar a un viajero
romántico. A mí me ha cabido la suerte de ver a la Virgen de
Guadalupe de mi barrio del Postigo al lado de Hugh Thomas, el
máximo historiador de la Nueva España. O he visto los romanos
de los pasos de misterio con Terenci Moix, que es como
contemplarlos en la parte egipcia del Imperio. Gómez
Marín, en reciente discurso cofradiero (que no pregón,
gracias a Dios) que dio en Huelva y que le censuraron en el
No-Do neofranquista de Canal Sur TV, ha referido la anécdota de
uno de estos últimos viajeros románticos, que fue atendido por
Eduardo Osborne. El viajero romántico era Yehudi Menuhin. Se
llevó el buenazo de Eduardo Osborne a Menuhin a los palcos a
ver las cofradías en plan tranquilito y sin bullas, y el
músico quedó alucinado con las marcha procesionales que
sonaban tras los pasos. Tras un palio, una banda tocaba
"Amargura". Menuhin, tras estarla oyendo muy
atentamente, le comentó, convencido, a Osborne:
-- Esta música es de Tchaikowski, ¿no?
Igual que no se rompe la ilusión a los niños diciendo que
los Reyes Magos son los padres, Osborne no picardeó a Menuhin
diciéndole que los Tchaikowski aquí son los Font de Anta, y se
fue el hombre de Sevilla con esa creencia. Que, como ocurre con
los viajeros románticos, nos descubrió una clave de nuestra
cultura: que las marchas procesionales clásicas suenan a
nacionalismo ruso porque forman parte del mismo movimiento
artístico y hunden sus raíces cultas en la tierra fértil de
la música popular. Lo que "Amargura" tiene de cante
jondo le sonaba a Menuhin a campanas de gran pascua rusa. Había
oído campanas, pero no sabía que eran los campanilleros del
nacionalismo musical andaluz de Falla o de Turina, en el que hay
que inscribir a la saga de los Font, a Gómez Zarzuela o a
Pantión.
Mi viajero romántico de este año ha sido un cantante:
Amancio Prada. Estuve balconeando cofradías con Amancio Prada,
ante la impresionante puerta catedralicia de la Asunción, y
quien puso música a Rosalía de Castro estaba impresionado por
la colectiva ópera sacra del conjunto de las cofradías que
pasan y la bulla que las ve pasar. Le sorprendía a Amancio
Prada que cada uno se supiera su papel en la representación con
tanta exactitud. Me dijo:
-- Un espectáculo así no lo sabe ni lo puede poner en pie
ni la ópera de Nueva York con todo su presupuesto.
Y luego me ayudó a colocarme en esa esquina de la
contemplación de la fiesta en la que sólo sabe ponernos el
viajero romántico:
-- En esta España donde el teatro está subvencionado, del
cine subvencionado, de la música subvencionada, la ópera
subvencionada y toda manifestación artística subvencionada,
esto que hacéis es la única representación popular al mismo
tiempo religiosa y cultural que no tiene subvención alguna, que
la pagáis vosotros mismos sin pedir dinero en ninguna
ventanilla y la ofrecéis además gratuitamente a todo el que la
quiere ver...
Guía
de la Semana Santa en Internet
Bomberos
de Nueva York y mineros de Aznalcóllar
Sevilla
en el suplemento "Viajes" de El Mundo: "Los
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Paso con RoManu (Tenorio)
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