"Uno, dos, uno, dos, probando, probando...
Houston, ¿me se oye?" Entonces no era todavía lo de "Houston, Houston,
tenemos un problema". Ni siquiera había astronautas españoles incluso en las
chirigotas gaditanas, que pudieran decir aquello de:
- Cuatro, tres, dos, uno, ¡cero...!
- A ver quién tiene cojone aquí
- de cerrá Astillero...
Entonces todo era en Cabo
Cañaveral, que también se le decía Cabo Kennedy, donde las cañas de la carrera
espacial ganada momentáneamente por el Sputnik de los rusos y por la perra
"Laika" fue finalmente resuelta por los Estados Unidos, de tacón, enviando dos
hombres a la Luna. Era el mes de julio de 1969, un año y dos meses después del Mayo
Francés de 1968. 20 de julio de 1969, así que estaban los astronautas americanos con la
paga del 18 de julio de allí recién cobrada. Los americanos no solamente pedían lo
imposible, como en el mayo del París un año antes (donde había estado por lo visto
media progresía andaluza) sino que lo conseguían. Pusieron sobre la Luna a Armstrong y a
Aldwin, "Adán pisa la Luna", tituló algún periódico como un apocalipsis
bíblico del futuro que llegaba. Era, en realidad, un gol a Rusia. Toda la guerra fría
nos la pasamos marcándole goles a Rusia. Primero vino el gol a Rusia de Marcelino, y
estaba Matías Prats para cantarlo, nunca mejor dicho, porque Matías Prats fue siempre el
cantor de la raza y de la furia, del gol de Zarra en Maracaná al gol de Marcelino a
Rusia. Siempre hay un andaluz para cantar los goles a Rusia, uno de Córdoba o uno de
Huelva. En el caso del gol americano a Rusia en la portería lunar de la carrera espacial,
el cantor de la gesta de la raza (humana en este caso) fue uno de Huelva, Jesús Hermida.
Jesús Hermida era de Huelva, pero lo disimulaba bastante. Todos los de Huelva lo
disimulaban bastante entonces, porque si le cogían el acento choquero, ya no podían
estar en Radio Nacional leyendo el parte de la victoria de los Planes de Desarrollo, como
Jesús Quintero, o no podían estar en Televisión Española transmitiendo en directo la
llegada del hombre a la Luna, como Jesús Hermida. Jesús, cuánto Jesús de Huelva había
entonces en la radio y la televisión de Franco ocultando el acento choquero.
Jesús Hermida enamoraba mucho
a las niñas de Preu cuando lo veían con su flequillo dando la crónica desde Nueva York.
La contribución de Hermida a la cultura española ha sido más que notable. Gracias a
Hermida supimos todos que Nueva York terminaba en k de Okal es un remedio superior. Pero
bastante en k. Cada vez que Jesús Hermida se despedía, diciendo aquello de "les
habló Jesús Hermida, desde Nueva Yorkkkkkkkkkk", se echaba la garganta abajo con la
k final. Jesús Hermida ha sido el único de Huelva que a Nueva Yó le ha dicho
Nueva York. Su yo tenía k al final, porque andaba bien despachado de ego en el inicial
divismo de los locutores-estrella. Y como era un corresponsal-estrella en Nueva York,
¿quién mejor que Hermida para retransmitir la llegada del hombre a la Luna? El
lanzamiento fue en Cabo Cañaveral y la llegada fue a la Luna, pero para nosotros como si
todo ocurriera en Nueva Yorkkkk, con mucha k al final, por aquello de Hermida. En Cabo
Cañaveral había aquel día, sin exagerar, 3.400 periodistas. Para nosotros, nada más
que estaba Hermida. Al dejar de ser secretos ahora los papeles del Pentágono y los
papeles del pescado frito de la NASA, se ha sabido que las primeras palabras que le dijo
Armstrong a Aldwing sobre la superficie lunar fueron:
-- Ten cuidado con dónde
pones el pie, que esto lo está retransmitiendo en directo Jesús Hermida para Televisión
Española...
A lo que Aldwing respondió
con una famosa frase de la época, época... vergüenza:
--- Armstrong, enchufa el
Askar...
Y el otro:
-- A mí, plin, yo duermo en
Pikolín...
Y así sucesivamente. Porque
gracias a Hermida, aquella conquista de los americanos es como si hubiera sido de Franco.
La verdad es que en aquel verano nos armamos con el futuro un lío. Cuando todos los
españoles estábamos literalmente en la Luna, Franco aprovechó la collá de la
enajenación colectiva de las maravillas del futuro para arreglarnos el nuestro.
"Después de Franco, ¿qué?", era la pregunta de aquella época de Matesa, de
Salomé ganando la Eurovisión, del cierre de la verja de Gibraltar. Ya había muerto en
Lausana, la Reina Doña Victoria Eugenia, aquella que un año antes, en el bautizo del
Príncipe de Asturias, de madrina, le había dicho a Franco, delante del Conde de
Barcelona, delante del entonces Príncipe de España, Don Juan Carlos, y delante del
cristianado Don Felipe de Borbón: "Ea, general, ya tiene usted tres Borbones donde
elegir..." Y estaban los españoles literalmente en la Luna, mirando la
retransmisión de Hermida, cuando el dictador eligió a uno de los tres Borbones, a Don
Juan Carlos, a quien nombró "Sucesor a título de Rey". Las Cortes de Franco
empezaban a hacerse el largo harakiri que habría de culminar en le reforma política de
1975. Entonces nadie pensaba que desde la Luna podría contemplarse que a España sólo le
quedaban seis años de dictadura.