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Memoria de Andalucía

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,   sábado 20 de marzo de 1998


Paquirri llama al Doctor Vila

Paquirri en la enfermería de Pozoblanco, con la cornada mortal de "Avispado", visto por Idígoras y Pachi

Paquirri en la enfermería de Pozoblanco, con la cornada mortal de "Avispado", visto por Idígoras y Pachi
 

Sobre este texto, lean también: Domingo Reina: "Pozoblanco, Pozoblanco, no pozonegro, no pozonegro..."

 

 

Ahora que Idígoras y Pachi han puesto a Francisco Rivera en el momento en que lo toca la mano de Dios, podríamos considerar que la enfermería de la plaza de Pozoblanco fue la Capilla Sixtina para la eternidad de la memoria del torero de Barbate. Hubo un Miguel Angel que pintó aquellos desgarradores frescos de la Creación en aquella corrida septembrina, cuando la temporada estaba ya casi terminada y Paquirri, como Manolete en su día, de lo que tenía ganas era de darla por acabada y de descansar. Antes y después de Paquirri ha habido muertes en el toreo. Muertes de romance. Muerte de romance fue la de Gallito, con estreno de lágrimas de verdad por parte de la Macarena y con el río Guadalquivir teñido con sangre de los Ortega. Muerte de romance fue la de Manolete, con Lupe Sino queriendo entrar en el cuarto del hospital de Linares y Angustias Sánchez, qué pena, pena, llorando en su casa de Córdoba. Muerte de romance la de Manolo Montoliú, un hombre de plata muerto en el oro de la feria de Sevilla, el arte de un gran torero que instantes después era un cadáver velado en el hueco de una escalera de la plaza. Si existe el romancero popular de la muerte de los toreros, también existe Solana, cuando en Sevilla muere Soto Vargas. Cuando muere El Yiyo.

La de Paquirri fue la primera muerte mediática en el mundo del toreo. Una muerte casi televisada en directo, por obra del Miguel Angel de aquella Capilla Sixtina, Salmoral. En Pozoblanco, aquella tarde septembrina, estaba el vídeo de Salmoral. No los equipos de Televisión Española, no las unidades móviles. Allí no había más unidad móvil que la profesionalidad de un corresponsal de TVE que ni siquiera estaba fijo en plantilla. Un colaborador, a tanto la pieza colocada en un telediario, que fue a Pozoblanco lo mismo que fue Paquirri, por casualidad o por malas del destino. El dedo que está tocando a Paquirri, herido de muerte en la enfermería de Pozoblanco, es el dedo del dios de nuestro tiempo, el dedo de la televisión, y Salmoral es su profeta. Ha venido antes, herido, por el callejón, como en un Gólgota con siete palabras que tienen sólo cinco:

-- ¡ Que llamen al doctor Vila...!

Todos hemos asistido a ese traslado del torero herido por el callejón. Todos, antes, lo hemos visto cuando el toro lo ha enganchado, lo ha levantado, lo ha tenido tiempo y tiempo prendido en el pitón, ahondando el destino. No hay televisión en directo, pero como si la hubiera. Todos hemos estado allí. Como luego, por la lenta, trágica, interminable carrera por el callejón, Francisco Rivera en brazos de los banderilleros, buscando esa puerta de la enfermería que, toca madera, los toreros ni a preguntar se atreven nunca donde están. Y mientras los llevan, que aún lo están llevando, que no acaba nunca de llegar a la enfermería, todos estamos oyendo, en vivo y en directo, en vivo y en vísperas de la muerte, la voz en off del primer romance mediático de la muerte de un torero:

-- ¡ Que llamen al doctor Vila...!

Lo demás, es portada del "Hola", con la foto de Alberto Matey a las gafas negras de Isabel Pantoja. Punto en el que obligada es la meditación sobre la mala suerte del negro pozo del mal fario de Pozoblanco. Hemos dicho que la foto a Isabel Pantoja, rota por el dolor, en el cementerio de Sevilla donde ahora Paquirri es bronce de leyenda junto a Joselito, se la hizo Alberto Matey. También murió Alberto Matey, en la carretera. Como antes había muerto Salmoral, el que tocó la mano de Rivera con su vídeo. Sin que lo hicieran fijo en Televisión, como dijo cuando lo quisieron proponer para un premio:

--- No, yo premio no quiero ninguno por lo de Pozoblanco; yo lo que quiero es que me hagan fijo...

Tarde de muerte la de aquella tarde mediática en Pozoblanco. Tarde donde el diablo cargó todas las escopetas. Más aldea de Solana que Aldea Global de la Galaxia Mediática. Para poder entrar en aquella enfermería de pueblo donde había tanta muerte, tuvieron que echar la puerta abajo a patadas, cuando venían con el torero herido desde el callejón interminable. Paquirri, que lo sabía, había llamado al doctor Vila. ¿No lo iba a llamar, si tras aquella puerta estaba toda la peor suerte que nunca hubiera en una plaza de toros?

De cuantos integraban el cartel de aquella tarde en Pozoblanco, murió Paquirri, y le dejó a España una viuda de romance y copla, sin saber que nos iba a dejar también un hijo torero, con su nombre y su apellido, y el segundo del Maestro de Ronda. Pero es que, después, un toro mató a El Yiyo, otro de la terna. Y El Soro, el tercer espada que completaba el cartel, anda con muletas y no ha podido volver a pisar una plaza de toros. Los toros eran de Sayalero y Bandrés. Al ganadero lo asesinaron a tiros en Algeciras. Las fotos del dolor se las hizo Alberto Matey a Isabel Pantoja. Alberto Matey murió en un accidente de coche. Salmoral el del vídeo murió sin que lo hicieran fijo en TVE. A Canorea, el empresario, lo han operado de una cosa mala que afortunadamente ha sido buena. De los protagonistas de aquella muerte mediática, casi no queda uno vivo. Apenas dos, Canorea y El Soro. Y el doctor Vila. Para que, en el mal fario de Pozoblanco, lo puedan seguir llamando.

Sobre este texto, lean también: Domingo Reina: "Pozoblanco, Pozoblanco, no pozonegro, no pozonegro..."

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