ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


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ABC,  9 de enero de 2014
                                
 
El Baratillo, qué cruz
 
 Qué han hecho de malo los vecinos del Baratillo, a juicio del Ayuntamiento, de la Junta de Andalucía? ¿O la que ha hecho algo malo ha sido la hermandad de tal nombre, la que como en una sevillana antigua del barrio cantada por su Trovador siguen sacando como capataces los parientes de Paco Palacios "El Pali"? ¿O el que ha cometido algún mal ha sido el dueño de la muy patriótica tienda de banderas nacionales que está cabe el cervantino azulejo que recuerda a "Rinconete y Cortadillo", aquella novela ejemplar donde Don Miguel se adelantó como en una profecía a la nada ejemplar Sevilla actual de mangones, trincones y ERE, donde los fiscales anticorrupción no dan abasto y los tiene que nombrar de tres en fondo? ¿O han sido las puertas de las más secretas entradas a la Plaza de los Toros desde la calle Adriano, las que ponen "Sol Alto", las que han hecho algo malo? ¿O el Bar Taquilla el que se ha portado malamente? ¿O acaso la tienda de Padilla Crespo, que a alguien no le ha gustado que siga con su lema autárquico, "Artículo español, jornal para los nuestros"? ¿O la Bodega San José, acaso, la que tiene ese mostrador antiguo de caoba que parece una versión a lo profano y a lo moyatoso del Divino Barco del Carbón de la Carretería?

Algo de esto ha debido de ser. O todo junto quizá. De otra forma que no sea un castigo no se explica lo que el Ayuntamiento, de consuno con la Junta y con la CES, ha perpetrado contra el Baratillo, convirtiendo en cementerio la parte más alegre y riente del Mejor Cahiz. La cruz de carnero del Baratillo estaba muy bien donde estaba: rematando la espadaña de la capilla de la Hermandad, donde me parece que la puso el arquitecto don Antonio Delgado Roig, que para eso tenía el número 1 de esa cofradía, del Sevilla F.C. y de la Hermandad del Silencio, cualquier cosa. Lo que recuerda esa cruz es bien triste: la cantidad de muertos que se enterraron en el Baratillo cuando miles y miles de criaturas la palmaron en la epidemia de peste de 1649 que diezmó a Sevilla, cuando sacaban del Hospital de las Cinco Llagas los muertos a carretadas, como refleja el cuadro que tantas veces reprodujo y valoró el profesor Morales Padrón.

La cruz que el Ayuntamiento ha perpetrado contra el Baratillo estaría muy bien en la entrada del cementerio, por donde Joselito el Gallo, el panteón de Aviación y los muertos de la guerra de África, por allí. Pero donde la han puesto, aparte de una mamarrachada, es una esaborición, con su sopa de letras, sus simulacros de nichos y todo lo funerario en plan Servisa que invita a salir corriendo hacia el mostrador de la Bodega San José para tocar madera y meterse luego un buen latigazo de oloroso para olvidar este crimen de leso Arenal.

Dicen que la cruz, qué cruz, "se enmarca dentro del Plan Turístico de Sevilla, promovido por la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Sevilla y la Confederación de Empresarios de Sevilla (CES)". ¡Pues vaya plan! Ah, y que aparte de la palmatoria colectiva de 1649 recuerda también a la Sevilla marinera de la primera vuelta al ruedo terráqueo de Elcano. ¿En qué quedamos? ¿En que es por los muertos de la peste o por la Sevilla marinera? ¡Los muertos de la columna y de la cruz, son de los que nos vamos a acordar cada vez que pasemos por la calle Adriano con este adefesio completamente inútil. Porque ésa es otra: ¿qué falta hacía castigar de esta forma al Baratillo? Y gastarse, además, 69.000 euros de la Junta y del Ayuntamiento? Cada día parece más que Monteseirín no se ha ido. Menos mal que El Pali murió. Si viviera, la columna se la tendríamos que dedicar a él. Con esta leyenda: "Aquí la palmó del susto El Trovador de Sevilla, cuando vio el mamarracho que habían puesto delante de su Morena del Baratillo". Yo, de momento, le canto una sevillana del Pali: "Arenal de Sevilla y olé,/que al Baratillo/le han puesto un mamarracho/como un castillo". (Envío: alcalde Zoido, espero que antes del Miércoles Santo lo haya quitado usted.)

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