ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


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ABC,  26  de febrero de 2014
                                
 
Móvil de señoras
 
 Tamara Falcó me tiene intrigado. Tamara es como la sección juvenil de beaterías de Pitita Ridruejo. A su tierna edad, la aventaja. Del tirón. A ver, ¿cuándo Pitita ha dedicado a la Virgen María la terraza de su nuevo ático en Madrid? ¿Y cuándo Pitita ha llevado agua bendita en su bolso? Así lo cuentan las gacetas, que este encanto de chica, una monada, tras su encuentro con Dios, lleva en el bolso un pulverizador, ¿a que no saben de qué? ¿De Giorgio de Armani? No. ¿Del Chanel número 5 tipo pijama de Marilyn Monroe? Tampoco. El pulverizador del bolso de Tamara Falcó es de agua bendita. Es de lo más útil, chica. ¿No se puso de moda en Nueva York llevar en el bolso un guay spray del Paraguay que si te atacaba un violador en el Metro le pegabas un babuchazo con el pulverizador y lo inmovilizabas? Pues lo de Tamara es mejor aún. Tamara lleva en el bolso el pulverizador de agua bendita por si se encuentra en Loewe con el demonio y no tiene un exorcista a mano. Le pega al demonio sus dos zurriagazos de agua bendita con el pulverizador, chus, chus, y puede seguir comprando tan ricamente un bolso nuevo que tenga un departamento especial para guardar tan sacro como útil adminículo.

Tan entusiasmada como yo por la noticia del agua bendita de Tamara, Gloria Sánchez Grande, la gran periodista y gran aficionada a los toros y otras verdades de España, me anima a que escriba sobre la cantidad de cosas que las señoras llevan en el bolso. El mundo entero cabe en un bolso de señora. Algunas llevan hasta peleas de perros. Tantas cosas llevan, que mucho más fácil es hallar una aguja en un pajar que el teléfono móvil que está sonando dentro del bolso de una señora. Los teléfonos móviles no se han hecho para los bolsos de las señoras, sino para los bolsillos de las chaquetas o las camisas de los caballeros. No hay nada más angustioso que presenciar cómo a una señora le empieza a sonar el teléfono móvil dentro del bolso. Suena que te suena. La señora, toda nerviosa, abre la cremallera, mete la mano por allí, lo agita y empieza a buscar... Y el teléfono sigue sonando. Pone ahora el bolso sobre la mesa, mete a fondo la mano a la suerte contraria... Y el teléfono sigue sonando. Las conversaciones se interrumpen. Todos, en silencio, parecen como querer ayudarla a encontrarlo, ¡venga ahí, que ya es tuyo! Pero aquello sigue suena que te suena: ring, ring... Hasta que finalmente, ay, se corta la insistente llamada. Que es precisamente el momento justo en el que la señora, ¡por fin ha encontrado su teléfono en las fosas abisales del bolso!

Por eso, aprovechando la collada de que en Barcelona están en ese Mobile World Congress cuyo título ponen en inglés para no usar la lengua española del Gobierno de Madrid que ha soltado la morterada a la Generalidad para organizarlo, yo me dirigiría al que ha echado la pata a Bill Gates en cuestión de nuevas tecnologías. Hablo de Mark Zukerberg, el dueño de Facebook, que ha comprado el WhatsApp que inventó Jan Koum y por el que nos va a permitir pronto hablar gratis total, en plan Skipe. Eso está muy bien, hablar gratis, como venganza contra la niña del Vodafone que nos despierta todas las siestas con su propaganda. Ya que los de Facebook dominan las nuevas tecnologías, les animaría a que inventaran lo que no existe: un teléfono móvil de señoras. ¿No hay teléfonos con los números grandes y de sólo hablar para las personas mayores? Pues más falta hace un teléfono móvil que nos evite los malos ratos que pasamos mientras la señora a la que le está sonando lo busca en la selva amazónica de su bolso. Imaginación no les falta para poder inventarlo. Y sería por lo menos un alivio. Ah, y con un dispositivo para lo otro angustioso: para saber dónde la señora lo ha puesto dentro de la casa, para evitar que al salir te diga: "¿Me quieres llamar al móvil, que no sé dónde lo he puesto y veo que en el bolso tampoco lo llevo?" Como aquel anuncio de Rupert y la peluquería, las señoras deberían gritar al baranda de Facebook: "¡Zukeberg, te necesito!".

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