La realidad del toreo, que tiene a sus propios enemigos dentro, nos permite hacer una consideración sobre la máxima dualidad de Sevilla: la Semana Santa y la Feria. Tras dar a conocer los carteles, anunciarán la renovación del abono de los toros. Mal anda eso este año, compare. ¿A cuántos abonados de toda la vida se ha encontrado usted y le han dicho que este año no lo renuevan? Yo, a docenas. Cuando antes hasta se pedían recomendaciones para sacar un abono, como el que fue a Bermejo y le dijo:

-- A ver si este año me puedes dar dos primeras filas de barrera junto a los capotes.

Y el jefe de la Contaduría le respondió:

-- Pues tú me dirás a qué Guardiola o a qué Domecq mato para poder dártelas a ti.

Contrasta además este aspecto de la Feria, los toros, con otro fundamental: las casetas. Para tener una caseta sí que hay guantás. Y listas de espera. La gente hasta pone pleitos por la titularidad de una caseta, cuando abonos de los toros en los mejores sitios habrá este año para dar y repartir. Y los abonos de sillas en carrera oficial, exactamente igual. En la carrera oficial hay 34.500 sillas y faltan sillas. En la plaza de los toros hay en números redondos, tras las reformas de la sombra alta, unas 11.200 localidades y sobran localidades. Esto demuestra que a la gente le encanta divertirse en la Feria sin ir a los toros, que empiezan a la hora en que mejor ambiente te encuentras en la caseta. Y demuestra que las cofradías cada vez tienen más tirón y más interés para la gente. En el último número de "Pasión en Sevilla", José Antonio Rodríguez hace un sentimental y lírico balance de la "Liturgia de la Cuaresma" en las calles de Sevilla y en las costumbres de sus vecinos...

-- Y vecinas, hombre: "vecinos y vecinas", "sevillanos y sevillanas", no me sea usted políticamente incorrecto por gramaticalmente riguroso.

Añado al inventario de José Antonio Rodríguez un rito ya desaparecido: el puesto de los parcelistas para alquilar sillas en la carrera oficial, en estos días cuaresmales. Sobre una mesa de tijera, un planillo de la parcela de sillas por alquilar, como un juego de los barquitos por lo cofradiero, donde estaban marcados en rojo los asientos ya vendidos. Detrás, sentado en una obra de arte de Quidiello de las que alquilaba, el sillero, al que llamaban parcelista, por adjudicatario de un trozo de la carrera oficial en la subasta por parte del Ayuntamiento. Y en la pared o sobre esa mesa de tijera, de La Campana a la Catedral, el mejor pregón de la Cuaresma: el cartel de "Se abonan sillas en este sitio para toda la Semana Santa". Como la Semana Santa aún no había cursado en hiperplasia maligna, ni tenía frikis, ni se hablaba de ella todo el año, en la carrera oficial sobraban sillas. Tú llegabas y te abonabas...¡en La Campana! Y luego, a lo largo de la Semana, había sillas libres en todas las parcelas todos los días, que los silleros te vendían y, si te veían pinta de cateto o de guiri, te pegaban la estocá hasta la bola. Con la gestión del Consejo acabó la picaresca de las sillas. Pero perdimos ese pregón cuaresmal: "Se abonan sillas en este sitio para toda la Semana Santa". Así, así vamos a ver a pronto Canorea y a Valencia: "Se abonan primeras filas de barrera en esta plaza para toda la Feria".