ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  11 de mayo de 2014                 
                                
 
El que tiró de la manta
 
En esta España donde nunca sé si hay menos memoria que vergüenza o menos vergüenza de memoria, si yo digo ahora que ha muerto Serafín Núñez e intento plumearle un gorigori, seguro que el personal se queda en blanco. En el mejor de los casos, alguno creerá que se ha muerto de pena por la prohibición antiespañola el torero catalán que hace el paseíllo poniéndose la barretina por montera. Pero no. Este Serafín Núñez fue el alcalde de Barbate que, aun siendo socialista o precisamente por serlo, y de los de pata negra y vergüenza torera (que haberlos, haylos) tiró de la manta de la corrupción de su partido. Echándole más valor que el otro Guerra, Serafín Núñez denunció en un pleno del Ayuntamiento de Barbate que el Mienmano de Alfonso Guerra estaba con el "Modo Egipcio On" en el "vamos a llevarnos bien...todo lo que haya que llevarse", estuviera por dentro o por fuera de la raya de picadores de la ley.

Ahora esto parece lo más sencillo y normal del mundo: que cuando haya una mangoleta encubierta o manifiesta se denuncie, ora en los diarios (mandando papeles de prueba al mal llamado "periodismo de investigación"), ora ante los tribunales. Pero en aquellos entonces de 1989, cuando todos los convolutos por la cara iban y venían "de cara a la Expo del 92", cuando se disfrutaban el esplendor del Régimen Felipista y la prosperidad de la España del Pelotazo, era de valentía de Laureada de San Fernando (y de Barbate) significarse frente al sistema y tirar de la manta. Cosa que hizo el socialista Serafín Núñez cuando en un pleno de su Ayuntamiento no sólo se opuso a una chapuza urbanística llamada Puerto Plata, sino que denunció que con tal argénteo proyecto se estaba haciendo de oro un hermano del vicepresidente Alfonso Guerra, que mediaba para que aquel pelotazo siguiera adelante.

Insisto en que había que echarle valor. Que Juan Guerra existía, que era hermano del vicepresidente del Gobierno, que le tenían puesto un despacho en le Delegación del Gobierno en Sevilla y que allí se dedicaba no precisamente a coelccionar mariposas, era algo muy propio de Sevilla: un secreto a voces. Todo el mundo lo sabía. Pero en la Muy Cobarde Ciudad nadie tiraba de la manta. No sólo no tiraba, sino que los más mediáticos negociantes autotitulados empresarios se estaban hartando de meter la cuchara en ese perol. Cola había. A uno le oí:

-- Eso me echo yo cincuenta mil duros en el bolsillo, me voy a ver al hermano de Guerra y verás tú lo pronto que lo arreglo.

Como lo estoy diciendo. Que no me vengan ahora con papel de fumar: si el despacho de Mienmano existió, fue porque hubo un Libro de Visitantes donde apuntaban a los que iban a soltar la tela marinera del telón y donde estaba medio Ibex 35. Y nadie, insisto, se atrevía a denunciar aquello. Ni quería denunciarlo, para que siguiera el albondigón del Pelotazo De Cara a La Expo 92. Hasta que vino Serafín Núñez y tiró de la manta desde Barbate. Como la flota barbateña hace la del atún, el alcalde Serafín Núñez montó la almadraba de la corrupción para la captura de peces bastante gordos. Fue así como comenzó el denominado Caso Juan Guerra, a quien bauticé como Mienmano. Que un alcalde de pueblo no le tuviera miedo al miedo prueba que aún quedaban (y quedan) socialistas honrados, que no tienen nada que ver con la boñiga ambiente de su partido. Pero como sacó la cabeza de la mierda, sus propios compañeros se la cortaron.

En el mismo periódico donde leo el frío obituario del que tiró de la manta vienen unas declaraciones del hermano de Juan Guerra, que intenta seguir dando ídem: «Mi confianza en la instrucción de los ERE es prácticamente nula». ¿Pero todavía existe este señor? ¿Pero no dimitió como vicepresidente y como todo cuando Serafín Núñez tiró de la manta y descubrió la tostada? Ay, qué memoria la mía. Qué lapsus. Se me olvidaba que estamos en España...

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